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Archivo diario: 18 octubre, 2024

Colapso de un edificio en Savar en 2013

Colapso de un edificio en Savar en 2013

Edificio colapsado en Savar, Daca, Bangladés, el 24 de abril de 2013.

El colapso del edificio en Savar se produjo el 24 de abril de 2013 cuando un bloque de ocho pisos se derrumbó en Savar, un distrito de Daca, capital de Bangladés. Al menos 1.127 personas murieron12​ y otras 2.437 resultaron heridas.34567​ El edificio, que contenía fábricas de ropa, un banco y varias tiendas, se derrumbó durante la hora punta de la mañana.789​ Se ignoraron las advertencias para evitar el uso del edificio después de las grietas que aparecieron el día anterior.1011

Detalle del edificio derrumbado en Savar.12

Antecedentes

El edificio, conocido como Rana Plaza, es propiedad de uno de los dirigentes del partido gobernante Liga Awami, Sohel Rana,9​ alojaba cuatro fábricas de ropa independientes que empleó a unas 5.000 personas. Fue también sede de un gran número de tiendas y un banco.13​ Las fábricas de ropa fabrican para marcas como el Grupo Benetton, The Children’s Place, DressBarn, Mango, Monsoon, Inditex y Primark, así como para empresas de distribución como El Corte Inglés.101415

Aparición de grietas el día 23 y derrumbamiento el 24 de abril

A pesar de haber pedido dejar el edificio después de las grietas que aparecieron el 23 de abril de 2013, se pidió a muchos trabajadores de la confección volver al día siguiente, por parte de sus supervisores declarando que el edificio era seguro.13​ Algunos trabajadores dijeron que las grietas eran muy graves, tan graves que la aparición de las mismas fue noticia en varios canales de noticias locales.14​ El edificio se derrumbó en torno a las 09:00 am, dejando sólo la planta baja intacta.7​ Un bombero dijo que en el edificio podría haber alrededor de 2.000 personas cuando se produjo el colapso, uno de los sobrevivientes indicó que podrían albergar hasta 5.000 trabajadores.10​ Un residente del local describió la escena como si “de un terremoto se tratara”.16

Víctimas

Uno de los sitios web de la fábrica de ropa indica que más de la mitad de las víctimas son mujeres, junto con varios de sus hijos que habían sido colocados en las instalaciones de guardería dentro del edificio.10

IndustriALL Global Union y la UNI Global Union logran un acuerdo para un plan de prevención

Ante la magnitud del accidente17​ y la presión del sindicato IndustriALL Global Union18​ y la UNI Global Union, en una poderosa alianza con importantes ONG, la Campaña Ropa Limpia y el Consorcio de Derechos de los Trabajadores, han conseguido importantes mejoras para los trabajadores en Bangladés. Al menos 24 empresas multinacionales han firmado un acuerdo que, sobre el papel, prevé inspecciones independientes.19​ El gran número de muertes y accidentados ha hecho reaccionar a numerosas empresas que en anteriores ocasiones se habían mostrado indiferentes.1

Empresas que han firmado el acuerdo de prevención

Las marcas que han firmado el acuerdo son las siguientes: H&M, Inditex, C&A, PVH, Tchibo, Tesco, Marks & Spencer, Primark, El Corte Inglés, jbc, Mango, Carrefour, KiK, Helly Hansen, G-Star, Aldi, New Look, Mothercare, Loblaws, Sainsbury’s, Benetton, N Brown Group, Stockmann, WE Europe, Esprit, Rewe, Next, Lidl, Hess Natur, Switcher, A&F.

Empresas que no han firmado el acuerdo de prevención

Fast Retailing es la empresa japonesa que fabrica artículos de ropa y complementos para las firmas de moda Uniqlo y Theory. Del mismo modo que GAP20​ o Wal-Mart no han firmado el acuerdo común de prevención e indican que asumirán de forma unilateral la prevención de accidentes.21

Causas de la pobreza y de accidentes laborales en Bangladesh

Para Vicenç Navarro el problema mayor que tiene Bangladés -según las estadísticas internacionales el país más pobre del mundo junto con Haití– no es la falta de recursos, sino el control sobre estos recursos. Navarro señala que Bangladesh no puede considerarse un país pobre, aunque la inmensa mayoría de sus habitantes lo sea. El problema es que la oligarquía terrateniente -el 16% de los propietarios de tierra controlan el 60% de toda la tierra-, produce alimentos que exportan a los países llamados desarrollados consolidando una estructura agrícola que provoca un número importante de población misérrima que acaba emigrando del medio rural a las ciudades donde es explotada -en condiciones económicas, laborales y de seguridad penosas- en las distintas manufacturas e industrias urbanas, entre ellas la textil. El poder político responde únicamente a los intereses de los terratenientes rurales y los empresarios urbanos, sectores que producen según las demandas exteriores sin atender las necesidades de la población de Bangladesh.22

Según Navarro, la desgracia del Rana Plaza, ubicado a 29 kilómetros de Daca, es uno más de los accidentes que se producen en Bangladés. Desde 2005 han muerto más de setecientos trabajadores solamente provocados por incendios en fábricas, el último incendio se produjo en la fábrica textil de Tazreen el 24 de noviembre de 2012. El edificio Rana Plaza es propiedad de Sohel Rana, uno de los dirigentes del partido gobernante Liga Awami. Pocos días después del colapso de la fábrica, 20.000 trabajadores de fábricas cercanas a la que se derrumbó se manifestaron en protesta. Fueron duramente reprimidos.22

¿Por qué ocurrió el accidente del edificio Rana Plaza?

El derrumbe del edificio Rana Plaza no fue un evento fortuito. De hecho, hubo varios factores que contribuyeron al desastre. Uno de los principales fue la construcción ilegal de dos pisos adicionales en la parte superior del edificio, lo que lo hizo inestable y sobrecargado. Además, se informó que el edificio había sido construido sin permisos adecuados y que los materiales utilizados en la construcción no eran de buena calidad.

Otro factor que contribuyó al derrumbe de Rana Plaza fue la falta de medidas de seguridad adecuadas. Los trabajadores y empleados del edificio informaron haber visto grietas en las paredes y columnas, pero sus preocupaciones no fueron tomadas en serio por los propietarios del edificio y las autoridades locales. Además, muchas de las puertas y salidas de emergencia estaban bloqueadas o cerradas, lo que impidió que los trabajadores pudieran escapar del edificio cuando comenzó a temblar.

Historias

Los primeros periodistas en llegar a la escena fueron los corresponsales de varios canales de televisión. A través de las cámaras, vimos cómo un montón de gente estaba atrapada bajo los escombros. Lloraban y decían “por favor, ayúdennos”.

Era un día caliente y estaba oscuro. Toda la zona estaba cubierta de polvo. Era imposible identificar a un ser humano, a una persona viva, en esas condiciones.

Era un día caliente y estaba oscuro. Toda la zona estaba cubierta de polvo. Era imposible identificar a un ser humano, a una persona viva, en estas condiciones

Del mismo modo, era difícil concebir que en ese lugar había habido un edificio. No quedaba absolutamente nada. Parecía un gran sandwich aplastado. Era una escena increíble.

Ya entonces teníamos idea de cuánta gente había muerto. El sentimiento no puede describirse en ningún idioma. Es un peso enorme en el corazón. La cifra oficial al cierre de las labores de rescate, el 13 de mayo, fue de 1.129 muertos y 2.515 heridos.

Como es fácil imaginar, las historias de dolor comenzaron a multiplicarse, conforme se aclaraba el polvo y se adentraban los bomberos y equipos de emergencia.

Uno de mis trabajos era monitorear lo que publicaban otros medios. Hay un titular que no me abandona hasta hoy, en uno de los periódicos locales. En la primera página había sólo una cita: “Dénme algo para cortarme la mano derecha”.

Sentí como si me hubieran cruzado la cara de una cachetada. Se trataba de una mujer atrapada bajo los escombros. Sobre su mano derecha había un cadáver. Sobre el cadáver había un pedazo de concreto. No podía liberar la mano

Cuando lo leí sentí como si me hubieran cruzado la cara de una cachetada. Se refería a una mujer atrapada bajo los escombros. Sobre su mano derecha había un cadáver; sobre el cadáver había un pedazo de concreto. No podía liberar la mano.

“Saqué la mano izquierda por un hueco para atraer la atención de la gente, les grite que estaba atrapada y que no podía soltar mi mano derecha, así que les pedí que me dieran algo para cortarla”, le dijo al periódico.

Alguien le dio un cuchillo de cocina para que se la cortara ella misma. Pero no pudo hacerlo. Afortunadamente, algunas horas después fue rescatada por los bomberos.

En el otro lado de la balanza, hubo historias que me devolvieron un sentido de esperanza y de que la vida significa algo. Una de ellas fue el rescate de Resham Begum, una joven de 19 años que sobrevivió bajo ruinas de concreto y hierro, por 17 días.

Cuando la sacaron, el país entero estaba pegado al televisor: era como presenciar la ocurrencia de un milagro. Todos vimos como esta mujer, casi blanca por el polvo, era sacada en una camilla y llevada en carrera al hospital. Fue la última persona en emerger con vida de la devastación del Rana Plaza.

Un par de días después de que ocurriera el incidente, pasé por allí. Me estacioné a un lado del cordón policial, como tantas otras personas que por entonces se detenían a ver con sus propios ojos una realidad que sólo conocían a través de la televisión.

Era irreal. Uno no alcanzaba a comprender que algo de tal magnitud, con un número tan elevado de víctimas, había ocurrido en ese lugar preciso. No había absolutamente nada. Era una zanja enorme.

El derrumbe del edificio de Savar pasó a la historia como el accidente estructural más mortífero del mundo y el peor desastre industrial de la historia de Bangladesh. Pero había sido el único.

Como suele ocurrir en naciones del Tercer Mundo, sólo cuando ocurren estos eventos tan dolorosos comienza a hablarse sobre las causas de fondo y se presiona por respuestas.

En nuestros países la gente acepta la realidad tal como se le presenta. De repente ocurre algo que la conmociona y le toca que enfrentar que tiene una materia pendiente. Así ocurrió en este caso. Fue la primera vez que el país dijo: tenemos que revisar este problema y encontrar una solución.

Cuando comenzó el gran boom de la industria textil en los 80 en Bangladesh, el énfasis se puso en la mano de obra barata. La gente no tenía empleo. Se les dio una oportunidad de trabajar y aceptaron cualquier cosa que se les quisiera pagar.

Desde entonces, el gobierno de Bangladesh ha capitalizado un éxito tremendo. Ahora los trabajadores están diciendo: “nosotros somos quienes lo hacemos posible, ¿dónde está nuestra parte de las ganancias?”.

Así se dio inicio a un movimiento social en pro de salarios justos y de beneficios para los trabajadores. No sé en qué va a parar, porque todavía las partes están negociando. Pero la historia va a seguir viva por mucho tiempo dentro de Bangladesh.

Desde el punto de vista del resto del mundo, todavía hay un debate enorme. Las compañías internacionales que manufacturan productos en el país se han visto forzadas a aceptar parte de la responsabilidad. Todavía están tratando de evadirla, pero ahora no les resulta tan fácil.

El Rana Plaza desapareció físicamente. Pero promete quedarse.

El interés ciudadano por un incidente en el que murieron 1.134 personas y quedaron heridas cerca de 2.500, pero que sobre todo arrojó luz definitiva sobre las condiciones de trabajo de los talleres y fábricas textiles que en países menos desarrollados proveen de género a grandes marcas de moda, ha introducido –algo positivo- una mayor transparencia en la actuación de las compañías.

Por ejemplo, sabemos que el gigante español Inditex contribuyó con 1,63 millones de dólares al fondo global de 30 millones que en verano pasado (¡un año tarde!) se logró cubrir para compensar a las víctimas. Benetton, por su parte, puso 1,1 millones. Y C&A, uno. Mango, El Corte Inglés, GAP, Wallmart, Bonmarché y H&M también han destinado dinero, pero no han hecho pública la cuantía específica, según consta en la lista de donantes de que informa el comité de coordinación del Acuerdo del Rana Plaza que pactó la creación de un fondo fiduciario para los afectados. La lista deja claro, en todo caso, que las mayores aportaciones no las han desembolsado las grandes marcas. Basta con ver que 16 millones, más de la mitad, la puso el Fondo Humanitario de los Trabajadores del Metal, el mayor sindicato industrial de Norteamérica. El objetivo inicial del fondo era de 40 millones, aunque luego se rebajó a 30.

Según Clean Clothes Campaign, que ha elaborado un estudio sobre lo ocurrido en estos tres años, Sohel Rana, el dueño del maldito edificio derrumbado, y los propietarios de las cinco fábricas individuales en él (Ether Tex, New Wave Bottoms, New Wave Style, Phantom Apparels y Phantom Tac) no han hecho aportación alguna al fondo. De 41 personas acusadas, solo Rana y un inspector de edificios, Rajdhani Unnayan Kartripakkha, están entre rejas.

Pero además del dinero, a resultas de la tragedia hace tres años se firmó también un acuerdo sobre seguridad en la construcción y en materia de prevención de incendios en Bangladesh para evitar que una cosa similar volviera a ocurrir. H&M, uno de los gigantes mundiales de la distribución de moda, es la mayor compradora de ropa confeccionada en Bangladesh, donde cuenta con 229 fábricas que le proveen de ropa, y hace tres meses se declaró un incendio en una de ellas (Matrix Sweaters), por suerte antes del inicio de turnos del personal. Cada paso que da, pues, resulta crucial para evaluar los progresos en materia de seguridad y condiciones laborales que se han logrado desde 2013.

H&M fue la primera compañía que corrió a firmar este acuerdo, que es vinculante, y al que luego se sumaron 200 marcas, distribuidores e importadores. El objetivo del acuerdo era asegurar inspecciones independientes en las instalaciones de confección, arreglar lo que resultara negativo de las inspecciones, garantizar el derecho de un trabajador a rechazar trabajar en condiciones poco seguras y facilitar con transparencia toda la información al respecto. Fue un avance rompedor para perseguir la seguridad laboral en toda la cadena de la producción y distribución.

El problema ha sido la implementación de las cerca de 2.000 inspecciones que había que realizar, “la batalla real”, remarca Clean Clothes. Después de una ardua presión, en abril de 2016 se habían completado 1.453 inspecciones. Casi un centenar de fábricas aún no ha elaborado un plan para corregir las condiciones laborales inadecuadas. De los nada menos que 108.538 riesgos para la seguridad del trabajador detectados, los más comunes son la falta de salidas de emergencia en caso de incendio, problemas con la integridad estructural de los edificios e instalaciones eléctricas inseguras. Actualmente, un 43,7% de los problemas identificados por los inspectores en una primera fase aún no se ha corregido. Y de los nuevos problemas detectados en una segunda inspección, un 56,1% tampoco se han completado.

Una acaparadora mayoría de fábricas, 1.338 en total, llevan retraso en relación al calendario previsto en la rehabilitación y reparaciones previstas.

Protesta contra H&M

Pese a los avances que las ONG reconocen en la actitud de H&M en materia de transparencia, “un 70% de sus fábricas proveedoras estratégicas no disponen a día de hoy de puertas adecuadas a prueba de incendio”, apunta la entidad ONG Setem. En 2010, en una de las instalaciones, la de Garib&Garib, de la que es cliente el grupo sueco de moda, murieron por falta de salidas de incendio.

El 3 de mayo, el International Labour Rights Forum, United Students Against Sweatshops y Clean Clothes Campaign llamaron a la movilización coincidiendo con la celebración de junta de accionistas de H&M. Según Setem, que  coordinaba las protestas en Barcelona y Tarragona, las movilizaciones se programaron en 40 ciudades. “La idea es movilizar a la opinión pública, y entregamos firmas a distintas tiendas de H&M”, apunta una portavoz de la entidad.

Movilizarse no cuesta cuando uno escucha a Aleya Akter, secretaria general de la federación de trabajadores de la industria y la confección de Bangladesh (BGIWF, en sus siglas en inglés), que ha trabajado en el sector desde los nueve años. Akter explica su historia brutal en Our voices, our safety, un recopilatorio de opiniones del textil bangladeshí publicado por el International Labour Rights Forum que encoge el corazón, donde muchas trabajadoras denuncian abusos físicos y mentales y afirman “no tener valor” ni “alma”. “Tras un auge inicial del activismo sindical, estos avances aparentes se han ido erosionando, y la represión sindical vuelve a ser la norma”, concluye el informe de Clean Clothes. 44 de los nuevos sindicatos de los 300 que llegaron a crearse han sido forzados a cerrar, mediante despidos, renuncias forzadas y otras tácticas intimidatorias.

Aleya Akter mete el dedo en la llaga cuando explica que “todo depende de los compradores. Si el comprador dice que no dará trabajo al proveedor si no hay un sindicato, nadie podrá evitarlo”. Los compradores son, caro, las conocidas marcas que nos visten.

La Campaña Ropa Limpia conmemora el 24 de abril haciendo un llamado a todas las empresas para que firmen el Acuerdo Internacional para la Salud y la Seguridad en el Sector Textil y de la Confección. Varias marcas conocidas, como Levi’s, IKEA, Decathlon o Amazon se han negado a unirse al mecanismo de seguridad creado en respuesta al colapso.

Veremos qué podremos contar en el cuarto aniversario de la tragedia.

¿Qué es el Acuerdo de Bangladesh?

El Acuerdo de Bangladesh es un acuerdo histórico firmado en mayo de 2013 por sindicatos y organizaciones de trabajadores, marcas internacionales y minoristas, y el gobierno de Bangladés. Fue creado en respuesta al derrumbe del edificio Rana Plaza.

El objetivo principal del Acuerdo de Bangladés es mejorar la seguridad y las condiciones laborales en la industria textil de Bangladesh. Se compromete a realizar inspecciones de seguridad en las fábricas, la reparación de los edificios que no cumplen con los estándares de seguridad, y la capacitación de los trabajadores y gerentes de fábricas sobre la seguridad laboral.

Desde su creación, el Acuerdo de Bangladés ha logrado una serie de mejoras en la seguridad laboral, incluyendo la inspección de más de 1.600 fábricas textiles, la eliminación de peligros inmediatos en más de 80% de las fábricas inspeccionadas y la capacitación de más de 2,4 millones de trabajadores.

El Acuerdo de Bangladés ha sido renovado en varias ocasiones desde su creación inicial en 2013 y sigue siendo un acuerdo importante en la industria textil. Más de 190 marcas y minoristas han firmado el Acuerdo, incluyendo muchas de las marcas más grandes y conocidas del mundo, y su éxito ha llevado a la creación de acuerdos similares en otros países y sectores.