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Dust Bowl (Cuenco de polvo)
Dust Bowl (Cuenco de polvo)
Mapa del cuenco de polvo compilado por los Servicios de Conservación de Recursos Naturales ( https://www.nrcs.usda.gov/wps/portal/nrcs/detail/national/about/history/?cid=stelprdb1049437 )Los condados más afectados están pintados en rojo oscuro.
En abril de 1935, un periodista del Washington Evening Star, Robert Geiger, acuñó el término dust belt, por analogía con los calificativos de las regiones agrícolas de EEUU (Corn Belt, Dairy Belt, etc.) para designar la zona geográfica afectada. por sequía; rápidamente fue reemplazada por la expresión tazón de polvo. La década también se conoce como los “Sucios años treinta“. Esta catástrofe ecológica, económica y social terminó con el retorno de mejores condiciones climáticas y una política proactiva implementada por la administración Roosevelt en el marco del New Deal . Un documental de Ken Burns, realizado en 2012, relata este episodio y ofrece lecciones para el presente ( https://kenburns.com/films/dust-bowl/ ).
El Dust Bowl (literalmente «cuenco de polvo» en inglés) fue un período de fuertes tormentas de polvo que dañaron enormemente la ecología y la agricultura de las llanuras y praderas que se extienden desde el golfo de México hasta Canadá, impactando principalmente en los Estados Unidos. Se prolongó al menos entre 1932 y 1939, y fue precedida por un largo periodo de precipitaciones por debajo de la media. El efecto Dust Bowl fue provocado por condiciones persistentes de sequía, favorecidas por años de prácticas de manejo del suelo que dejaron al mismo susceptible a la acción de las fuerzas del viento. El suelo, despojado de humedad, era levantado por el viento en grandes nubes de polvo y arena tan espesas que escondían el sol. Estos días recibían la denominación de «ventiscas negras» o «viento negro».
El Dust Bowl multiplicó los efectos de la Gran Depresión en la región y provocó el mayor desplazamiento de población habido en un corto espacio de tiempo en la historia de Estados Unidos. Tres millones de habitantes dejaron sus granjas durante la década de 1930, y más de medio millón emigró a otros estados, especialmente hacia el oeste. Diversas fuentes calculan 5 millones de muertos a causa de la hambruna. 1
Factores climáticos
Los periodos recurrentes de sequía son una característica común a las latitudes medias, y son modulados por el fenómeno ENSO (El Niño–Southern Oscillation). En Norteamérica, las condiciones de fuerte sequía ocurren en el sur de Estados Unidos cuando las temperaturas en la superficie del mar en el Pacífico tropical oriental son más bajas de lo normal (como corresponde a La Niña, una fase del ENSO). Esta sequía se ve reforzada cuando coinciden en el Atlántico norte temperaturas en la superficie del mar más altas de lo normal.
Las condiciones en las que se presentó el Dust Bowl en la década de 1930 resultan atípicas, pues la sequía se centró no en el sur sino en las áreas central y septentrional de las Grandes Llanuras. Los cambios provocados por la expansión de la agricultura en la década previa podrían ser la causa de esta anomalía.
Las gramíneas resistentes a la sequía del ecosistema original de las praderas fueron reemplazadas por los cultivos de trigo que, al fallar por la sequía, dejaron el suelo desnudo, originando tormentas de polvo de una magnitud sin precedentes.
Tormenta de polvo en Texas, 1935.
Utilizando un Modelo de Circulación General de la Atmósfera (MCG), un estudio reciente concluye que las anomalías tanto espaciales como de intensidad (en temperatura y precipitación) podrían haber sido debidas a esos cambios en la vegetación del suelo y en los aerosoles de polvo en la atmósfera. La reducida humedad del suelo provocada por la sequía, las deficientes prácticas agrícolas y la sustitución de los pastizales nativos por los cultivos de trigo sensibles a la sequía serían la causa del gran aumento experimentado por la tasa de erosión eólica.
Aunque son escasos los datos sobre la magnitud de la pérdida de cosechas o la carga de aerosoles inyectada en la atmósfera, el citado estudio estima en 369 millones de toneladas por año la emisión neta —emisión menos deposición— durante el Dust Bowl en las Grandes Llanuras.2
Antecedentes históricos
La extensión de la frontera agrícola
Qué hombre de bien preferiría un país cubierto por bosques y habitado por unos miles de salvajes a nuestra extensa república, sembrada de pueblos, ciudades y prósperas granjas, embellecida con todas las mejoras del arte o la industria, ocupada por más de 12 000 000 de gente feliz y dotada de todas las bendiciones de la libertad, la civilización y la religión. (Andrew Jackson, presidente de los Estados Unidos. Segundo mensaje anual al Congreso, 1830.3)
«La lluvia sigue al arado». La idea de que el clima de las Grandes Llanuras (Great Plains) estaba cambiando en respuesta a la actividad humana, haciéndose más favorable a los objetivos económicos de los colonos, se popularizó enormemente en la última mitad del siglo XIX coincidiendo con la ola colonizadora que asaltó el último gran ecosistema durante la conquista del Oeste.
Un siglo antes, el responsable de la corona española en los territorios patagónicos, Francisco de Viedma, argumentaba sobre los efectos benéficos de poblar la Patagonia: «Los climas desiertos varían por el concurso de gentes y ganados: con los fuegos, hálitos y calor de los vivientes poco a poco se va templando la atmósfera, y produce en la tierra vapores que le hacen más benigno y le traen otra fertilidad». (Disertación de Francisco de Viedma, 1 de mayo de 1784).4
El asentamiento de esta idea se tradujo en leyes como la Timber Culture Act de 1873, que mantenía la ilusión de que, si los colonos plantaban árboles en sus tierras, podrían aumentar las lluvias. Aunque los recurrentes periodos de sequía en las Grandes Llanuras eran reconocidos por los planificadores, la coincidencia de un largo periodo lluvioso contribuyó a mantener esa ilusión de que la «tarea civilizadora» era recompensada con lluvias.
Expansión y éxodo
Emerich de Vattel, teórico de Derecho Internacional, ideó la aplicación del término Terra nullius a aquellas tierras no cultivadas por los pobladores indígenas. Suponiendo que una tierra no cultivada carece de buen uso, cualquiera que se dedicara a cultivarla tendría derecho sobre ella. La conclusión fue declarar a los pueblos indígenas como salvajes en un estado previo a la civilización: sin ley, ni derechos de propiedad, ni soberanía.
A diferencia de Australia —donde la invención de la Terra nullius legitimó la colonización sin necesidad de una guerra de conquista o de acudir a un tratado—, en América el reconocimiento de la soberanía de las tribus indias posibilitó la firma de tratados con los Estados Unidos, que conllevaban la progresiva cesión de tierras a cambio de distintas sumas de dinero. A cambio de estas cesiones —conseguidas mediante engaño, presión o soborno—, cheroquis, chickasaws, choctaws y otras tribus del sudeste serían civilizadas y admitidas en la sociedad blanca.
Sin embargo, esta política civilizadora entró en crisis a partir de la década de 1820. Los cheroquis y otras tribus intentaron hacer valer esa soberanía para evitar las «cesiones» obligadas de tierra. Pero el racismo y la ideología productivista cementaron el consenso nacional y social en torno al derecho de expansión de la «república blanca», y los pueblos indígenas fueron empujados progresivamente hacia el oeste y aniquilados (véanse el Sendero de lágrimas o la Larga Marcha de los Navajos).
El Gran Desierto Americano
Durante la Guerra Civil Estadounidense los generales aprendieron que atacar los recursos del enemigo iba más allá de la simple destrucción de productos materiales, pues los sistemas sociales y económicos del enemigo también resultaban destruidos. Ejemplo de esta estrategia fueron las campañas en el Valle de Shenandoah, donde se hizo uso del concepto de guerra total empleando tácticas de tierra quemada para destruir las fuentes de aprovisionamiento del enemigo y la resistencia de la población.5
Convertido en jefe del ejército, el general W.T. Sherman propuso destruir las manadas de búfalos de las que dependían los indígenas de las llanuras. Derrotar a las naciones indias destruyendo sus medios de supervivencia era una opción muy accesible gracias al ferrocarril, que permitía a los cazadores llegar a sus objetivos y embarcar las pieles hacia los lucrativos mercados del este.6
Mapa del Gran Desierto Americano elaborado por Stephen S. Long en 1823.
El Tratado de Medicine Lodge, firmado en 1867 por el presidente de los Estados Unidos con las naciones comanche, kiowa, kiowa-apache y otras tribus, reconocía derechos de caza sobre la mayor parte del territorio conocido como «Gran Desierto Americano» (Great American Desert), los áridos pastizales del Oeste que nadie quería. El corazón de tal área era conocida como el Llano Estacado debido a las estacas que la gente clavaba para orientarse en la inmensidad de la planicie.
Pocos años después, los cazadores blancos invadieron las tierras del tratado y mataron bisontes por millones, apilando las pieles para venderlas con gran beneficio en el Este. «Siete millones de libras de lenguas de bisonte fueron embarcadas en Dodge City (Kansas) en 1872–1873, un periodo de dos años en el que agentes del gobierno calcularon la matanza en veinticinco millones de bisontes. Sus huesos, blanqueados por el sol, se apilaban en grandes pilas en las estaciones del ferrocarril para ser vendidas por hasta diez dólares la tonelada. Un cazador profesional llamado Tom Nixon decía haber matado 120 animales en cuarenta minutos».7
Una de las últimas batallas en las Grandes Llanuras, la Guerra del Río Rojo (1874), supuso la derrota de la nación comanche. El ejército dirigido por Philip Sheridan sacrificó más de mil caballos en la batalla de Palo Duro Canyon, dejando a los guerreros sin monturas. Los supervivientes fueron conducidos a campos del Territorio Indio, Oklahoma, y algunos líderes fueron encarcelados en Florida.
Lo que el viento se llevó
La Ley Homestead, aprobada por el Congreso en mayo de 1862, ofreció parcelas gratuitas a los colonos que se establecieran en las Grandes Llanuras un mínimo de cinco años, cultivaran la tierra y construyeran una casa. Las vacas sustituyeron al búfalo, y fueron reemplazadas más tarde por ovejas.
El gran desarrollo de las máquinas de cultivar y, en concreto, la introducción de la hoja de acero sustituyendo a los aperos de hierro que realiza John Deere a partir de 1837, facilitaron el cultivo del suelo de las Grandes Llanuras, difícil de arar por su potencia y carácter arcilloso.
Dallas, Dakota del Sur, 1936.
La labor del arado fue tan intensa que cuando los conservacionistas miraron hacia el territorio de las grandes praderas, el triángulo con base en Indiana y Texas que se proyecta hasta Manitoba por el norte, el ecosistema original de las praderas prácticamente había desaparecido. En el espacio de una vida humana un paisaje edénico fue tomado por el sistema productivista y liquidado.
La destrucción de las comunidades de gramíneas, que mantenían el suelo cohesionado y atrapaban humedad, dejó el suelo sin protección. La sequía redujo las capas superiores de suelo a polvo que fue desplazado hacia el sur y el este, formando nubes gigantescas que acabaron depositando gran parte del suelo en el Atlántico. Una interesante secuencia animada muestra el movimiento de las tormentas ocurridas en los meses de primavera y verano de 1934.8
Medidas administrativas
La administración Roosevelt estableció el Soil Erosion Service en 1933 y comenzó a popularizar las técnicas de conservación del suelo entre los agricultores: rotación de cultivos, bancales, técnicas de laboreo y otras medidas para combatir la erosión. La carne de seis millones de cerdos sacrificados para estabilizar los precios fue a parar al vertedero.
Granjero y sus dos hijos durante una tormenta de polvo en el condado de Cimarrón, Oklahoma, en 1936.
Las protestas condujeron a la creación del Federal Surplus Relief Corporation (FSRC), que canalizó productos agrícolas a las organizaciones de auxilio social.9 El programa de compra de reses del Drought Relief Service (DRS) permitió subvencionar a los granjeros, y una parte de la carne apta para el consumo fue distribuida por el FSRC.
La Soil Conservation and Domestic Allotment Act, aprobada en 1936, ofreció pagos a los agricultores por transformar las superficies agrícolas con pérdida de suelo hacia cultivos de leguminosas y gramíneas promotores de la conservación del suelo, y por implantar buenas prácticas agrícolas en pastizales. Medidas que habrían rendido más beneficios de haber sido adoptadas antes del inicio del ciclo de sequía. La plantación de más de 200 millones de árboles desde Canadá hasta Abilene (Texas) fue otra de las medidas adoptadas por la administración del New Deal.
Impacto cultural
El Dust Bowl afectó a 400.000 kilómetros cuadrados, y muchas familias de granjeros —conocidas como Okies porque Oklahoma fue de los estados más afectados— iniciaron el éxodo hacia California y otros estados. Artistas como la fotógrafa Dorothea Lange, el cantante Woody Guthrie o el escritor John Steinbeck —con sus novelas Las uvas de la ira y De ratones y hombres— retrataron las consecuencias de esta catástrofe humana y ecológica.
El arado que rompió las llanuras
The Plow that Broke the Plains, del cineasta Pare Lorentz (1905–1992), fue realizada para el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA). Lorentz no tenía oficio cinematográfico, aunque había sido crítico de cine y escrito The Roosevelt Year antes de ser contratado por la administración de Franklin Roosevelt para realizar la primera película financiada por el gobierno estadounidense para ser exhibida comercialmente.
Lorentz también había escrito Censored: The Private Life of the Movies, sobre la amenaza que algunos grandes estudios representaban para la libertad de expresión, y Hollywood respondió intentando que no encontrara vendedor para los metros de celuloide que necesitaba o negándose los estudios a distribuir comercialmente la película, tildada cínicamente como «pieza propagandística». Además, el Congreso de Estados Unidos era hostil al New Deal y a la idea de que el gobierno produjera la película. El escaso presupuesto (unos 6.000 dólares) hizo que Lorentz acabara poniendo su propio dinero para finalizarla.
Tres de los cuatro operadores de cámara que rodaron para Lorentz fueron despedidos, entre ellos el famoso Paul Strand, reflejando los múltiples problemas que se acumularon en el rodaje. Los 25 minutos de metraje fueron filmados en Montana, Wyoming, Colorado, Kansas y Texas, en las polvorientas Grandes Llanuras roturadas por la ignorancia y la codicia de un sistema depredador que arrastró a cientos de miles de familias en el gran desastre del Dust Bowl.
La música compuesta por Virgil Thompson —que se mostró dispuesto a trabajar con el escaso presupuesto disponible— fue grabada por la Filarmónica de Nueva York, trabajando los músicos gratis una parte del tiempo necesario para completar la grabación, que Thompson dividió en Preludio, Pastoral (Hierba), Ganado, Blues (Especulación), Sequía, y Devastación. Estrenada en la Casa Blanca en marzo de 1936, Lorentz logró convencer al propietario del teatro Rialto de Nueva York para que exhibiera la película.1011
The Dust Bowl (miniserie documental)
La miniserie documental The Dust Bowl (2012), de cuatro partes12, documenta el impacto que la sequía y las tormentas de polvo de los años 30 tuvieron sobre las Grandes Llanuras de los Estados Unidos durante la Gran Depresión. Incluye entrevistas con algunos de los afectados por esa catástrofe agrícola y muchas de las fotografías que el gobierno federal tomó para documentar el desastre.
Cuando 2.000 millones de toneladas de polvo enterraron Estados Unidos: el ‘Dust Bowl’, un cambio climático en miniatura
19 Mayo 2019Actualizado 20 Mayo 2019, 09:06
Sería marzo de 1936. Dorothea Lange llevaba un mes investigando para la Farm Security Administration sobre la penosa situación de los jornaleros californianos en los alrededores de Los Ángeles, pero ya volvía a casa. En aquella época, miles de trabajadores agrícolas recorrían las granjas del oeste de Estados Unidos buscando un trabajo que les permitiera llevarse algo a la boca.
La situación era terrible. Lange ya tenía una enorme cantidad de fotos y notas de campo. Ahora, solo le esperaban siete horas de viaje en coche antes de llegar a casa en la bahía de San Francisco. Al menos, hasta que llegó a Nipomo y se encontró con aquel gigantesco campamento improvisado donde se apiñaban más de 2.500 almas.
La madre migrante
Madre migrante, emblemática fotografía de Dorothea Lange tomada en Nipomo, California (1936).
Al principio, Lange pasó de largo. Demasiada miseria llevaba ya vista. Pero la imagen del campamento se le había atravesado y veinte minutos después dio la vuelta y volvió a Nipomo. Allí sacó la cámara y, en menos de diez minutos, hizo seis de las fotos más importantes de la historia de EEUU. Entre ellas, “la madre migrante” que está sobre estas líneas.
Langue se bajó del coche y fotografió lo que fue viendo sin preguntarle a nadie que es lo que pasaba. Más tarde, envió las fotos a la prensa y, por una de esas carambolas del destino, la fotografía de Florence Owens Thompson y sus hijos se convirtió en un símbolo de todo lo que se había destruido en aquella época, de los hasta tres millones de personas que huyeron de la región de las grandes praderas destruida por el Dust Bowl.
La historia de Owens no era exactamente la misma que la de esos tres millones. Ni siquiera era la misma que la del resto del campamento, de hecho. Pero poco importó, las grandes tormentas de polvo del Dust Bowl (y lo que vino después) había sido un golpe tan profundo en el alma estadounidense que se comió las sutilezas. Hoy vamos a hablar de eso.
«La lluvia sigue al arado»
En Estados Unidos han existido muchas ‘fiebres del oro’. Durante las últimas décadas del siglo XIX, por ejemplo, miles de personas llegaron a las grandes llanuras del interior del país. En lugar de oro, lo que buscaban eran las enormes parcelas de tierra que regalaba la administración a cambio de instalarse y permanecer en ellas cinco años.
La transformación fue increíble. Las grandes praderas dejaron de ser un ecosistema aclimatado a las largas sequías con plantas de largas raíces y millones de animales de gran tamaño que compactaban el terreno y se convirtieron en inmensas extensiones de trigo que consumían agua de forma compulsiva.
Pero nadie se dio cuenta porque las décadas finales del siglo XIX y las primeras de XX fueron buenísimas. Agua en abundancia, clima favorable, cosechas inmejorables… cada vez más gente se movía a las grandes praderas buscando una vida nueva con el convencimiento de que “la lluvia sigue al arado“; es decir, si trabajaban duro, la naturaleza les recompensaría.
Sin agua, sin poder fijar el terreno y con cosechas de miseria, el terreno arcilloso de las praderas se degradó rápidamente y se convirtió en eso, en un desierto. Según las estimaciones, más de 350 millones de toneladas de polvo pasaron a la atmósfera cada uno de esos años generando unas pantagruélicas tormentas de polvo que atravesaban Colorado, Texas, Kansas y Oklahoma recorriendo decenas de miles de kilómetros camino del Océano Atlántico.
Mientras toneladas de arena sepultaban granjas por todo el Medio Oeste, la Gran Depresión destruía millones de empleos poniendo las tasas de desempleo por encima del 25%. Eso fue lo que se encontraron los más de tres millones de personas abandonaron las praderas para buscar suerte en las ciudades: una tormenta perfecta (y no de polvo, precisamente). EEUU se desangraba.
Millones de personas se movieron buscando huir de la miseria para encontrarse solo con más miseria. Eso es lo que trataba de documentar Dorothea Lange cuando fotografió a la madre migrante. La crisis de los años 30 fue inmensa y no solo cambió Estados Unidos, sino que fue uno de los elementos que empujó el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Eso ha hecho que muchas veces se haya minusvalorado el impacto del Dust Bowl en el castillo de naipes que llevó el mundo al infierno de la guerra. Pero no es algo que se debería olvidar.
Cuando la sequía terminó en 1940 y el polvo se asentó, 400.000 personas habían emigrado de sus hogares.
Es una lección sobre cómo los seres humanos podemos hacer cambios significativos sobre el medio ambiente que nos exponen de una forma sin precedentes a fluctuaciones climáticas que, por otro lado, pueden llegar en cualquier momento. Esta es la historia, en miniatura, del cambio climático.
Tormenta de polvo acercándose a Spearman (Texas) – 14 de abril de 1935
Maquinaria enterrada por las tormentas | Dallas (Dakota del Sur), mayo de 1936
Joan Blaeu
Joan Blaeu
Joan Blaeu (La pronunciación holandesa: [-joún .blú]; 23 de septiembre de 1596, 21 de diciembre de 1673; también llamada Johannes Blaeu) fue un cartógrafo holandés nacido en Alkmaar, hijo del cartógrafo Willem Blaeu.
La vida
En 1620, Blaeu se convirtió en doctor en Derecho, pero se unió a la obra de su padre. En 1635 publicaron el Atlas Novus (título completo: Theatrum orbis terrarum, sive, Atlas novus) en dos volúmenes. Joan y su hermano Cornelius tomaron el estudio después de que su padre muriera en 1638. Blaeu se convirtió en el cartógrafo oficial de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales como su padre antes que él.
Blaeu murió en Ámsterdam el 21 de diciembre de[1]. Está enterrado en el Amsterdam Westerkerk.
Mapas
Americae Nova Tabula, 1614 Discusión de la adquisición y conservación de Archipelagus Orientalis por la Biblioteca Nacional de Australia (2013)
El mapa del mundo de Blaeu, Nova et Accuratissima Terrarum Orbis Tabula, incorporando los descubrimientos de Abel Tasman, fue publicado en 1648.[2] Este mapa fue revolucionario en el sentido de que “preciba el sistema solar según las teorías heliocéntricas de Nicolaus Copérnico, que muestran la tierra girando alrededor del sol…. Aunque el innovador libro de Copernicus sobre las revoluciones de las esferas había sido impreso por primera vez en 1543, poco más de un siglo antes, Blaeu fue el primer fabricante de mapas en incorporar esta teoría heliocéntrica revolucionaria en un mapa del mundo”.[3]
El mapa de Blaeu fue copiado para el mapa del mundo situado en el pavimento de la Groote Burger-Zaal del nuevo Ayuntamiento de Ámsterdam, diseñado por el arquitecto holandés Jacob van Campen (ahora el Palacio Real de Ámsterdam), en 1655.
La Hollandia Nova de Blaeu también fue representada en su Archipelagus Orientalis sive Asiaticus publicado en 1659 en el Atlas Kurfúrsten (Atlas of the Great Elector), y fue utilizado por Melchisédech Thévenot para producir su mapa, Hollandia Nova-Terre Australe (1664).[5] También publicó el 12-volumen de Le Grand Atlas, ou Cosmographie blaviane, en laquelle est exactement descritte la terre, la mer, et le ciEl esco. Una edición está fechada 1663, en folio 540 mm – 340 mm (21 en 13 pulgadas), que contenía 593 mapas y placas grabados.
Alrededor de 1649, Blaeu publicó una colección de mapas de la ciudad holandesa llamado Toonneel der Steeden (Vistas de Ciudades). En 1651, fue votado en el consejo de Amsterdam. En 1654, Blaeu publicó el primer atlas de Escocia, ideado por Timothy Pont.
Ferozmente competitivo con su contemporáneo Johannes Janssonius en cuanto a cuál de ellos podía hacer un atlas con una mayor cantidad de mapas, Blaeu en 1662 publicó el Atlas Maior, tenía 11 volúmenes e incluía 600 mapas. Este atlas se convirtió en un símbolo de estatus para los que lo poseían y era el libro más caro del siglo XVII.[6] Se planeó una cosmología como su próximo proyecto, pero un incendio destruyó el estudio por completo en 1672.[7]
Joan Blaeu, Mapa del Mundo, Siglo XVII
Mapa de Turín por Joan Blaeu, de Theatrum Sabaudiae
Atlas Maior
Portada de la edición en castellano.
El Atlas Maior (1662-1667) es un atlas del mundo, concebido por Willem Blaeu y compilado por su hijo Joan Blaeu, publicado por vez primera en 1662. La obra original se componía de 11 volúmenes, en latín, y contenía 594 mapas.
El Atlas Maior se basaba en gran parte en el Atlas Novus , publicado por los mismos editores entre 1635 y 1658. El título completo de esta obra, Theatrum Orbis Terrarum, sive Atlas Novus in quo Tabulæ et Descriptiones Omnium Regionum, denota que a su vez se basó en una obra anterior de Abraham Ortelius, el “Theatrum Orbis Terrarum” de 1570. En 1629 Willem Blaeu había ampliado sus fondos de mapas con la compra de las planchas utilizadas por Abraham Ortelius para el Theatrum Orbis Terrarum.
El Atlas Maior o Geographia Blaviana publicado por Joan Blaeu es una obra de gran interés por la perfección con que está realizada y el más bello atlas que jamás se ha publicado y, aún hoy día, continúa siendo uno de los libros más importantes de la historia de la cartografía. Su contenido sirvió de modelo a otros autores holandeses, alemanes, franceses e ingleses a lo largo del siglo XVIII.
El siglo XVII comienza bajo el signo de los grandes atlas decorativos cuyo auge había comenzado en el siglo anterior, en Amberes, en el momento de esplendor de la cartografía flamenca. Durante todo el siglo, la producción cartográfica seguirá monopolizada por los Países Bajos.
El autor del atlas Joan Blaeu es una de las figuras más relevantes de la cartografía holandesa que perteneció a una de las más populares firmas familiares productoras de cartografía. Su padre, Willem Janszoon Blaeu, fundó en 1599 el establecimiento cartográfico en Ámsterdam, especializado en obras geográficas y náuticas, mapas, atlas y en la construcción de globos terrestres e instrumentos científicos. A su muerte, su obra fue continuada por sus hijos y nieto: Joan, Willem y Cornelis. Especialmente su hijo Joan Blaeu llegó a ser una figura muy importante en el mundo de la edición cartográfica llevando el nombre de Blaeu a su mayor esplendor.
La primera edición en latín es de 1662 y consta de 11 volúmenes; posteriormente se publicaron ediciones en francés, holandés, español y alemán. La edición en castellano es un verdadero tesoro bibliográfico ya que las planchas de cobre se perdieron cuando la oficina tipográfica fue destruida por un incendio en 1672, precisamente cuando se estaba publicando la parte dedicada a España, quedando por ello incompleta.
«Atlas Maior» de Joan Blaeu: el despegue de la cartografía.
La familia Blaeu fue crucial para el desarrollo de la cartografía moderna. De origen holandés, la empresa Blaeu produjo algunos de los más renombrados mapas, globos terráqueos y atlas de Europa del siglo XVII.
La Biblioteca General Histórica de la Universidad de Salamanca puede presumir de una amplia colección de cartografía histórica en la que no faltan los bellos mapas de los Blaeu, como el Nuevo Atlas o Teatro del mundo o algunos de los Libros redondos y gordos que adornan la sala.
Principalmente en el siglo XVII, cuando Amsterdam ganó terreno a Amberes en el desarrollo del comercio marítimo, las exploraciones y la navegación, la imprenta de los Países Bajos experimentó un gran crecimiento y especialización en el ámbito de la cartografía. «Nadie hacía los mapas como ellos», subraya la directora de la Biblioteca Histórica, haciendo hincapié en el valioso trabajo llevado a cabo en las imprentas de Amsterdam.
Una curiosidad. Los mapas lucen con mucho colorido pero realmente se imprimían en blanco y negro y se coloreaban posteriormente, normalmente por encargo de los propios impresores y libreros, de una forma más o menos estándar, pero también había particulares que adquirían el ejemplar en blanco y negro y encargaban el coloreado a algún artesano o pintor de su confianza, para que personalizara los mapas.
El resultado eran obras de grandes dimensiones y unos precios desorbitados para aquella época. Comenta Oscar Lilao, jefe de Fondo Antiguo, que el «Atlas Maior» de Joan Blaeu, con entre diez y doce volúmenes tendría un precio de unos 20.000 euros de ahora, es decir, el sueldo de varios años de un artesano. Así que era un libro para los ricos de la época, lo que explica que, de forma paralela, se elaborasen libros de menor calidad y tamaño y con mapas en blanco y negro con el fin de responder a la demanda de los distintos estratos sociales.
El «Atlas maior» está considerada una de las obras más prodigiosas de la historia de la cartografía: «Son once volúmenes en un formato enorme (57 cm. de largo y 37 de ancho). Sumando los volúmenes, las ediciones en varios idiomas y teniendo en cuenta la tirada en cada uno de ellos, hablamos de 950.000 mapas y 5,5 millones de páginas de texto» destaca Lilao. Una gran inversión, años de trabajo que sólo podían hacer los grandes talleres del momento. «La imprenta más desarrollada en esos momentos era la de los Países Bajos, mucho más que la de los países del sur, sus obras son muy llamativas y nadie hace cartografía como ellos», reconoce la directora, Margarita Becedas. La Universidad de Salamanca cuenta con ediciones en latín, en español y en francés, pero también hubo en holandés y alemán.
Y es que no son mapas al uso. La cartografía del XVII destaca por el detalle de cada país o zona geográfica y, además, incluyen dibujos, por ejemplo de figuras humanas con los trajes típicos de cada región y completan los libros textos explicativos sobre cuestiones geopolíticas.
Orang Dalam
Orang Dalam
El Orang Dalam es un gigante de Malasia, según los informes 10-20 pies de altura (de 5 a 8 m) y cubierto de pelo de color negro o marrón. Las huellas son de 18 pulgadas y el paso es de 12 pies. Hubo avistamientos en 1871, 1953, 1954, 1959, 1966, 1969 y 1971. El avistamiento de 1966 fue en una finca de caucho cerca de Segamat, a 40 millas de Kuala Lumpur. Los aldeanos dijeron que los gigantes eran “simios tímidos pero inofensivos”. Hace 45 años, ya se encontraba bajo una fuerte retirada a las selvas debido a la presión de la población humana y la pérdida de áreas de alimentación. Existencia incierta o posiblemente extinta.
El 6 de agosto del 1966, la Associated Press y el Straits Times informaron que se encontraron huellas que medían de largo 18 pulgadas y con un paso de 12 pies, fueron descubiertas en una finca situada cerca Segamat, una pequeña ciudad a unos 80 kilómetros de Kuala Lumpur. Los aldeanos dijeron a los periodistas que creen que las huellas fueron hechas por un mono gigante.
Huellas halladas en 2013 en Malasia, miren su inmenso tamaño
Nueve días más tarde, el The Malay Mail dijo que en Segamat los aldeanos estaban hablando de una “criaturas tímidas, inocentes y gigantes con huellas de 18 pulgadas que viven en la selva, posiblemente bajo la presión del avance de la civilización y la pérdida de zonas de alimentación”. Los pobladores también afirmaban que la criatura poseía 25 metros de altura.
Hay otros informes de Malasia de 1954 (AP, 03 de enero 1954), 1969 (UPI, 07 de agosto 1969), y 1971 (AP, 01 de agosto 1971) de los avistamientos de “simios gigantes” durante diversas expediciones.
Harold Stephens escribió un artículo llamado “‘Los Hombre de las nieves de Malasia” (Argosy, agosto de 1971) conocido como Orang Dalam. El artículo abarca y analiza diversos avistamientos ocurridos a partir de 1871, 1953 y 1959, hasta el hallazgo de las grandes huellas en la parte baja del río Endau.
Mark A. Hall y Loren Coleman publicaron un Libro llamado “Los verdaderos gigantes: ¿El Gigantopithecus está vivo?”. En este libro se discuten las diversas tradiciones y encuentros recogidos durante años y que tienen que ver con este Gigante misterioso. En efecto, la cubierta retrata un avistamiento real, y dentro del libro se narra ese mismo incidente.
Fuente: [cryptozoonews]
Las supuestas criaturas han sido avistadas durante muchos años en toda el área, y episodios recientes incluyen un informe del 13 de enero de 1995, en el periódico malayo Deseret News:
Kuala Lumpur: mientras la caza de una enorme criatura peluda llamada ‘Bigfoot’ entró en su sexto día el jueves, los excursionistas malasios encontraron huellas recientes que indicaban que estaban cerca de su escondite, dijeron los investigadores. Unidades del ejército y la policía, expertos en vida salvaje y jungla tribus se unieron a la búsqueda apodada ‘Operasi Kaki Besar’ en malayo, o ‘Operación Bigfoot’. Peinaron varios miles de millas cuadradas de selva densa que rodea Tanjung Piai en Johore, el estado más meridional de la península de Malasia, donde los informes de avistamientos se recibieron por primera vez. TLa tensión aumentó cuando aldeanos supersticiosos y tribus de la jungla temieron que las nuevas ‘huellas’ pudieran pertenecer a otro ‘Bigfoot’, a pesar de los esfuerzos del gobierno para asegurarles que solo había un ‘Bigfoot’, no dos. Los miembros de las tribus quemaron ramitas y hojas secas, golpearon latas y gongs, ejecutaron danzas rituales y mantuvieron una vigilia de 24 horas con lanzas en un intento de ahuyentar a la criatura, que según dijeron había sido enviada a Malasia por bosques malvados. Las huellas frescas de la criatura de ocho pies de altura, que se encuentran en la maleza densa, miden alrededor de 1 1/2 pies de largo y muestran solo cuatro dedos de los pies, según los investigadores”.
Otro informe, este de la última semana de 1999, habla de un hombre de un pequeño pueblo en un área remota en el estado sureño de Negeri Sembilan. Liong Chong Shen, de 50 años, estaba trabajando en su huerto cuando de repente percibió un fuerte olor a animal y escuchó gruñidos cerca. Luego vio a dos Mawas, uno alto y otro de menor estatura, de pie junto a unos árboles de caucho. Temiendo un ataque, el aldeano se alejó, pero con una última mirada se dio cuenta de que las criaturas también estaban saliendo de la zona hacia el espeso crecimiento. Él describió a las bestias como de 6 y 5 pies de alto respectivamente, exhibiendo pelo largo y peludo, el espécimen más grande de color negro brillante y el más pequeño de color marrón.
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