Atlas
En este que apartado mencionamos a Hércules, no puede faltar Atlas como “forzudo”.
Atlas En la mitología griega, Atlas o Atlante (en griego antiguo Ἄτλας, ‘el portador’, de τλάω tláô, ‘portar’, ‘soportar’) era un joven titán al que Zeus condenó a cargar sobre sus hombros con los pilares que mantenían la Tierra (Gea) separada de los cielos (Urano). Era hijo de Jápeto y la ninfa Clímene (en otras versiones, de Asia) y hermano de Prometeo, Epimeteo y Menecio. Higino, sin embargo, lo hace hijo de Gea y Éter o Urano, aunque el texto del Prefacio, donde hace esta afirmación, está algo corrompido. Fue el padre de las Hespérides (con Hesperis), Mera, las Híades, Calipso y las Pléyades.
Atlas acaudilló a los Titanes en la Titanomaquia o guerra contra los olímpicos. Cuando los Titanes fueron derrotados, Zeus condenó a Atlas a cargar con los pilares que separan la tierra de los cielos, muy cerca del jardín de las Hespérides.
En un principio solo las ninfas Hespérides eran las encargadas de cuidar las manzanas de oro, pero Hera no confiaba en ellas así que envió a Ladón, juntos eran los encargados de vigilar las preciadas manzanas de oro; Atlas recordó la profecía de Temis,1 amenazó a Perseo y le aconsejó que se fuera. Entonces Perseo sostuvo la cabeza de Medusa ante los ojos del Titán, y así lo convirtió en una enorme piedra a la que se llamaría cordillera del Atlas. Se decía de estas montañas que eran tan altas que tocaban el cielo, aunque sus árboles eran tan densos que impedían subirlas.
Sin embargo, otras versiones cuentan que Heracles, descendiente de Perseo, engañó a Atlas para que recuperase algunas manzanas de oro del jardín de las Hespérides como parte de sus doce trabajos. Prometeo le había aconsejado que no fuese él mismo a buscarlas, sino que enviase a Atlas. Para lograrlo, Heracles se ofreció a sujetar el cielo mientras Atlas iba a buscarlas. Pero al volver, Atlas no quiso aceptar la devolución de los cielos, y dijo que él mismo llevaría las manzanas a Euristeo, el hombre que las había pedido. Heracles lo engañó de nuevo, pidiéndole que sujetase el cielo un momento para acomodarse su capa.
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