Desastre del Urquiola
Desastre del Urquiola
Coordenadas: 43°22′00″N 8°23′00″O
Localización
País: España
Datos generales
Tipo: petrolero
Histórico
El desastre del Urquiola fue un derrame de petróleo en Galicia provocado por el hundimiento del buque petrolero Urquiola en 1976.
El petrolero Urquiola fue protagonista, el 12 de mayo de 1976, de una de las peores catástrofes ecológicas acaecidas en España. Ese día, el buque petrolero, portando una carga de petróleo para la empresa Petrolíber, sufrió un accidente a la entrada de la ría del Burgo en Galicia, cuando quedó embarrancado al encallar contra una aguja rocosa existente a la entrada del mismo que estaba mal señalizada, según afirmó posteriormente un práctico del puerto. Aunque en ese accidente el buque no sufrió grandes daños y su capitán pidió la entrada a puerto, la Comandancia de Marina tomó la decisión de sacarlo a alta mar para alejarlo a 200 millas de la costa.
En las maniobras para su alejamiento el barco sufrió más daños y en el quinto intento de rescate se incendió y explotó. El capitán murió intoxicado al quedarse a bordo hasta el último momento. El vertido de unas 100.000 toneladas de crudo que portaba anegó las rías de Betanzos, Ferrol y Ares.
El 4 de mayo de 1982, el Parlamento aprobó una iniciativa para que la Junta de Galicia solicitara al Gobierno español el pago de indemnizaciones a los pescadores afectados por la catástrofe. Estos comenzaron a percibirlas en 1986 finalizando los últimos pagos en noviembre de 1992. En 1985 una Sentencia del Tribunal Supremo dictaminó que el costo total para las arcas públicas del desastre fue de más de 7000 millones de pesetas.1
El petrolero Urquiola
El Urquiola fue un buque petrolero de bandera española de 276,54 metros de eslora, 39,07 de manga y 15,19 de calado. Construido por Astilleros Españoles, en su factoría de Sestao (Vizcaya) fue botado en junio de 1973, tenía un peso muerto de 111.225 toneladas.2 Estando asegurado en 1.280 millones de las pesetas de entonces. La propulsión consistía en un motor principal de 25.000 BHP (Brake Horse Power, caballos efectivos de potencia al freno), cuatro generadores auxiliares para la potencia electrica del buque y tres calderas (una de generación de vapor a través de los gases de escape); podía alcanzar una velocidad máxima de 15 nudos. Llevaba tres turbo bombas que le permitían efectuar la descarga de crudo del buque en un plazo de 24 horas.
La tragedia
A las 08:20 horas del 12 de mayo de 1976 en la maniobra de entrada al Puerto de La Coruña, para efectuar la descarga en su refinería, toca unos bajos no señalados en las cartas. Ya con el barco detenido y una vez analizadas las averías, la Comandancia de Marina ordenó al Urquiola salir a la mar, lo que se produce a las 09:15 horas del mismo día. La maniobra se realiza por el mismo canal de la entrada, lo que sumado a que por la avería ocasionada en la maniobra de entrada, que le aumentaba el calado de proa en 2,5 metros, vuelve a tocar en la misma “aguja” causándole averías irreversibles que hacen que, tras una explosión registrada horas más tarde, arda por completo, consumiéndose con las llamas parte de su carga y vertiendo al mar otra parte causando una gran marea negra. Días más tarde con la ayuda del petrolero Camporraso, se trasiega al mismo el resto de la carga que todavía quedaba en su interior, en una operación bastante controvertida en su momento debido a su falta de seguridad.
Se hizo responsable de la tragedia al capitán del buque, Francisco Eduardo Rodríguez Castelo (único fallecido en la tragedia que murió de forma heroica tras las explosiones posteriores). Los tribunales lo exculparon, dando la razón a su familia, ya que ni la carta estaba actualizada y la Autoridad de Marina le obligó a ciabogar y salir por el mismo canal, con más calado por el agua embarcada tras la primera colisión, y con la marea más baja, por lo que la varada final fue inevitable.
Antecedentes de la tragedia
Entre los años 1953 y 1956 se levantó la carta n.º 9290, que se consideró la más idónea para acceder al puerto de La Coruña y fue la utilizada en la derrota del petrolero Urquiola veinte años más tarde.
Con la entrada en servicio de la refinería coruñesa (Petrolíber), en 1964, los petroleros que accedían al puerto de La Coruña fueron cada vez mayores, acentuando este hecho que, a partir del cierre del Canal de Suez en 1967, comenzaron a hacerse enormes. La Comandancia de Marina de La Coruña había sido notificada de la existencia de agujas por un buzo en 1967, y por una filial de Dragados y Construcciones en 1971. Según algunas fuentes, dos petroleros (se mencionan el Santiago y el Ildefonso Fierro) habían sufrido incidentes en ese mismo lugar aunque no tuvieron mayores consecuencias. En 1974 el capitán del Magdalena del Mar dio parte a la Comandancia sobre la existencia de la aguja rocosa que había detectado en el sonar de su barco.
Ante la posible existencia de agujas rocosas sin identificar se planteó, en 1976, realizar un nuevo levantamiento para hacer una nueva carta náutica aunque se mantiene el uso de la canal “N” para el acceso a la refinería. El Urquiola había usado, antes del accidente, este canal dieciséis veces para entrar cargado y sin novedad en “casi” todas las condiciones de marea.
Explosión y vertido
Tras el primer roce con el fondo a las 08:20 horas del 12 de mayo, y tras un primer informe de daños se detectó una entrada de crudo mezclado con agua en la cámara de bombas; se informó además que a la altura del 1E (contiguo al 1C) salía crudo al exterior, inundación en el cofferdam de proa, y a popa estribor, una pequeña pérdida de fuel al mar. Pasada una hora la situación estaba estabilizada con el petrolero adrizado y hocicado de proa unos 2,5 metros por la inundación del cofferdam y, por lo que se deduce, cuando menos del 1E. Con unos 18 metros de calado, desde el propio buque se informó a la Comandancia que era inconveniente (más bien imposible) acceder a la terminal, aunque con la sala de máquinas y la casi totalidad de los tanques de carga intactos, se podría de fondear, extender una barrera, trasegar a otro petrolero parte de la carga hasta reducir el calado y terminar el trabajo atracados al pantalán.
Hacia las 09:15 la Comandancia de Marina ordenó al Urquiola salir a la mar, con obligación de hacerlo “por el mismo canal por el que había entrado”. Semejante medida pretendía salvaguardar la ría de un desastre ecológico. Con su sobrecalado y habiendo bajado la marea 35 cm, a las 09:33, tras un choque, un enorme ruido y una fuerte vibración, el barco quedó súbitamente detenido en una situación muy próxima a donde había tocado fondo al entrar. Inmediatamente se ordenó “para” y se probó a dar avante y atrás, el buque estaban irremisiblemente trincados al fondo; días después los buceadores de la compañía de salvamento encontrarían un desgarrón en el casco de unos 60 metros de largo por 0,5 de ancho. Tras el impacto se produjo una escora de unos 10º a estribor y la proa se hundió hasta los escobenes, la brecha abierta afecto a algunos tanques de carga comenzando el vertido del crudo.
Tras evacuar a la tripulación, y tan sólo con el capitán Castelo y el práctico Sánchez Lebón a bordo, hacia las 13:53, se produjo una explosión, seguida de un pavoroso incendio. Ambos se arrojaron al mar sin poder ser rescatados por las embarcaciones. El práctico llegó a nado a la Cala del Canabal. El cadáver del capitán aparecería quemado y cubierto de petróleo dos días después.
Marea negra
Tras la explosión inicial se produjo un incendio de crudo que arrasó al petrolero durante dos días; afortunadamente, la ligereza de la carga permitió que casi sus tres cuartas partes ardieran en una descomunal hoguera o se evaporaran sin más. En su extinción definitiva tendrían una actuación destacada el CASI de Ferrol y el remolcador de la Armada RA-1.
Una vez estabilizada la situación, el petrolero Camporraso se amarró a boyas a cien metros escasos del casco del petrolero siniestrado y con la intervención del buque de salvamento holandés Smit Lloyd 106, se trasegó unas 7.700 toneladas de crudo que le quedaban a bordo. Esta operación fue criticada por falta de seguridad. Otras 4500 toneladas fueron recogidas a flote o en las playas, pero la carga restante se extendió por las rías de Ferrol, Ares y Betanzos arruinando la pesca durante una temporada; para desgracia de la fauna marina, entre 10.000 y 15.000 toneladas fueron tratadas en la mar con dispersantes y otras 2.000 quedaron pegadas a la costa reforzando el negro de los percebes.
El honor del capitán Castelo
Para el difunto capitán al principio todo fueron elogios: a los siete días de su muerte ya se le había concedido una Cruz del Mérito Naval a título póstumo y a los veinte la Medalla de Oro del Mérito Social Marítimo, pero posteriormente una sentencia de acuerdo con la Ley Penal y Disciplinaria de la Marina Mercante, hace “directamente responsable” del mismo al capitán, al jefe de máquinas y al 1º oficial, y subsidiariamente al 3º oficial y al 1º oficial de máquinas del Urquiola.
En 1979 el Ministerio de Defensa denegó por transcurso de plazo la indemnización solicitada por la viuda de Castelo y esta acudió a tribunales llegando el caso a la Sala Cuarta del Tribunal Supremo, que declaró probado que la muerte de Castelo se había producido a consecuencia de una sucesión de acontecimientos ocasionados por el mal funcionamiento de la Administración. En su Sentencia de 18 de julio de 1983 la Sala puntualizó que ello había acontecido
…sin que en esta serie encadenada de acontecimientos interviniera culpa o negligencia del citado capitán, que cumplió en todo momento con los deberes de su cargo de manera irreprochable y con tal dedicación y heroísmo que perdió su vida por su fidelidad a las tradicionales virtudes de los hombres de la mar y de su profesión de capitán de la Marina Mercante, a la cual honró en conducta ejemplar compartida por el práctico…
La sentencia sentó las bases para que las compañías aseguradoras ejercieran acción de regreso contra el Estado, que hubo de indemnizarlas en virtud de otra Sentencia del Supremo de fecha 6 de marzo de 1985. Posteriormente se erigió un monumento en un lugar de la ciudad de La Coruña, próximo al de la tragedia, dedicado al fallecido capitán Castelo.
El buque tras el accidente
Los restos del Urquiola, tras ser reflotados, fueron trasladados al puerto de Ferrol donde se desguazó la proa y se reutilizó la parte de popa, que tenía la sala de máquinas casi intacta, que fue usada en el buque bulkcarrier Argos botado en 1983.3 Esta nave pasó en 1988 a la Naviera Vizcaína con el nombre de Urduliz. El 29 de agosto de 1983 el Urduliz tuvo un incidente con el portaaviones nuclear de la armada de EE. UU. Dwight D. Eisenhower en el puerto de Hampton Roads cuando estaba esperando turno para cargar carbón en Norfolk.
En 1984 el Urduliz cambió de armador pasando a E.N. Elcano con el nombre de Castillo de Quermensó y pabellón de Bahamas estando en activo hasta el año 2002 que fue desguazado en Bangladés.
La confusión interesada
Desde el primer momento, las autoridades marítimas causantes de la desgracia se dedicaron a desviar y confundir a la opinión pública. Tres días después del accidente, el ministro de Obras Públicas afirmaba en La Voz de Galicia que el accidente del Urquiola es totalmente ajeno al puerto coruñés. Algo más tarde, el 26 de mayo, ahora en El Ideal Gallego, el contralmirante director del Instituto Hidrográfico de la Marina declaraba: Es improbable la existencia de una piedra desconocida en el canal. Al día siguiente, en el mismo diario, el contralmirante que ejercía de director general de Navegación apostillaba: Yo no creo demasiado en esa aguja misteriosa. Pudo haber acontecido una pequeña explosión interna que originase el boquete.
Con el fin de justificar la decisión de alejar el buque, que fue la verdadera causa de la catástrofe, se mintió y manipuló a una opinión pública inexperta repitiendo una y otra vez que, de otra forma, el buque podría haber explotado en la refinería de La Coruña causando decenas de muertos.
El informe del instructor del caso
Como el código de Justicia Militar aplicable entonces permitía juzgar a un muerto, se abrió consejo de guerra para determinar las responsabilidades del caso. La Armada nombró un juez instructor encargado de la Causa 106/76, instruida con motivo de la varada del petrolero Urquiola en la Bahía de la Coruña. El designado fue el capitán de navío (CN) Isidro Fontenla Roji, quien realizó un trabajo extenso y asombroso: 1052 folios por las dos caras, más 83 folios con el Resumen de los hechos, más un montón de documentos anexos. Las bochornosas conclusiones a que llega el informe, terminado dos años después del accidente, todavía despiertan indignación. Una a una fueron desmentidas por la sentencia del Tribunal Supremo de 18 de julio de 1983.
Isidro Fontenla no estuvo a la altura de las circunstancias. No supo ver que tenía en sus manos el accidente marítimo de la Transición y redactó un informe sesgado y parcial, de puro y duro estilo franquista, que seguramente (¿No había ocurrido siempre así en los cuarenta años de gobierno del general Franco?) él creyó incontestable e indiscutible. También ahí se equivocó. El informe era simplemente patético, hasta el punto de que la Administración ni siquiera lo tuvo en cuenta durante el proceso en el Tribunal Supremo.
Por un lado, el instructor consideró incompetente y errónea la navegación que el buque realizaba al entrar en puerto, así como las reacciones de la dotación ante el accidente. Tirando de diccionario de sinónimos, el informe arremete contra los oficiales y el capitán del buque y concluye que el accidente les produjo (repare el lector en el etcétera final):
Incoherencias, indecisiones, impresiones, titubeos, contradicciones, errores, desconocimientos, equivocaciones, confusiones, precipitaciones, desaciertos, dudas, incertidumbres, nervios, sustos y miedos, etc.
Por el contrario, las actuaciones de la Comandancia de Marina se presupusieron correctas o, más simplemente, ni siquiera se examinaron, como tampoco se tomaron en consideración los hechos que claramente demostraban su responsabilidad. Se ignoraron las denuncias previas al accidente acerca de la existencia de bajos no señalizados en el canal, a pesar de que constaban de forma fehaciente, y, sobre todo, no se analizó si la orden de salir a la mar de inmediato tenía algún sentido, qué se perseguía con ella, qué beneficios hubiera podido acarrear y por qué se adoptó sin oír previamente al capitán del buque. En realidad, se contempló sólo una parte del siniestro, la que tuvo lugar antes de tocar fondo, lo cual dejaba fuera a las autoridades y ponía el foco en el buque, el capitán y la tripulación. Lo demás, cuanto sucedió a partir de ese momento, se ignoró por completo. Algo similar se hizo años después cuando el AEGENA SEA embarrancó frente a la Torre de Hércules y lo mismo hicieron los redactores del informe de la Comisión Permanente de Investigación de Siniestros Marítimos en el naufragio del PRESTIGE.
Unos meses después del accidente del URQUIOLA, el Instituto Hidrográfico de la Marina oficialmente reconoció la existencia en el canal, no de una sino de nueve agujas como la que rajó el casco del Urquiola. Conociendo ese dato, el instructor incluyó en su informe una serie de comentarios bochornosos acerca del concepto de canal y enfilación y sobre el valor de las cartas náuticas.
Para rematar su informe, el instructor recomendó someter al capitán y oficiales del buque a un consejo de guerra:
… por infracción de medidas de seguridad, de acuerdo con el artículo 62 de la Ley Penal y Disciplinaria de la Marina Mercante, resultan directamente responsables el capitán del Urquiola, don Francisco Rodriguez Castelo, el Jefe de Máquinas, don Angel Urizar Aramburu y el Primer Oficial de Puente don Eugenio Tesouro Fernandez, así como subsidiariamente el Tercer Oficial de Puente don Miguel Angel Gomez Peña y el Primer Oficial de Máquinas don José Caamaño Dominguez.
No satisfecho con empapelar a tanta gente, el informe proponía también (folios 1120 a 1124) el enjuiciamiento, en aplicación de los artículos 315 y 317 del Código de Justicia Militar y de los artículos 453 y 457, 462 y 463 del Código Penal Común, de diversos periódicos («El Correo Español», «La Gaceta del Norte», la «Hoja del Lunes» de La Coruña), de algunos oficiales del URQUIOLA que habían realizado declaraciones en medios de comunicación comentando sus experiencias, de un profesor de la Escuela de Náutica de La Coruña por la misma razón, (declaraciones la mar de moderadas y cargadas de razón) y de los firmante del libro URQUIOLA, la verdad de una catástrofe, los tres marinos que dirigían entonces la organización de SLMM. Y ya puestos, afirma sobre la prensa toda que, de sus informaciones, incluso gráficas, se deduce en general una clara tendencia hostil a la administración en sus autoridades. Por ello se estima como conveniente la aplicación de lo dispuesto en el artículo 465 del Código Penal Común reclamando la oportuna satisfacción.
El URQUIOLA entraba perfectamente por el canal del Este o de Seixo Blanco y las agujas no señalizadas se encontraban en pleno canal. El CN Fontenla sabía perfectamente todo esto. Tan sólo su obcecación por no reconocer la culpabilidad de sus compañeros de armas y superiores le llevó a conclusiones tan disparatadas, ridículas y lesivas para los profesionales de la marina mercante.
La sentencia del Tribunal Supremo que selló el caso
Tras el indulto, la viuda del capitán solicitó al Tribunal Supremo una declaración expresa de que su marido había actuado con total profesionalidad, lo que permitió al más alto órgano judicial sentenciar que los hechos que se dejan probados acreditan que el fallecimiento del Capitán del Urquiola se produjo a consecuencia de una sucesión temporal de acontecimientos que se inició con el primer choque de la quilla de dicho barco ocasionada por el anormal funcionamiento del servicio público de cartografía marina y de información sobre el mar y litoral y culminó con dicho fallecimiento, que pudo haber sido evitado con el funcionamiento normal del servicio público de ordenación, seguridad y salvamento marítimos, sin que en esa serie encadenada de acontecimientos interviniera culpa o negligencia del citado Capitán. (TST de 18 de julio de 1983).
La misma sentencia califica duramente la decisión de la autoridad de marina de alejar el buque después de su primera tocada de fondos, una orden apresurada, incompetente, irrazonable y absurda.
Ello llevó a que, finalmente, el Estado español fuera condenado a indemnizar tanto al armador del buque por la pérdida de éste, como a los propietarios del crudo derramado.
Para entonces, los cargos responsables se habían jubilado y desde luego nadie dentro de la burocracia marítima tomó nota del mal que se había causado, a saber, adoptar una política de alejamiento del riesgo sin análisis ni reflexión ninguna. Veintiséis años después, ante una situación en esencia idéntica, la avería del PRESTIGE, la Administración demostraría que no había aprendido nada de la experiencia del URQUIOLA.
El día que llovió petróleo en A Coruña LA OPINIÓN
Primera explosión en el Urquiola frente al puerto de A Coruña. Imagen extraída de http://fotosdelpasado-jm.blogspot.com
El petrolero Urquiola recién construido en la ria de Bilbao. Imagen extraída de https://www.grijalvo.com
Humareda del Urquiola en A Coruña. Imagen extraída de http://fotosdelpasado-jm.blogspot.com
El capitán y el practico se arrojan al mar desde una altura de 15 metros, el capitán apareció muerto dos días después y el practico consiguió alcanzar la costa de Mera después de nadar la distancia de 2 kilómetros durante 3 horas.
Se produjo una pavoroso incendio que lleno de una negra humareda los cielos de A Coruña, Betanzos, Ares y Ferrol, arrojando al mar toneladas de crudo que tiñeron de negro nuestras costas por un largo periodo de tiempo.15 toneladas de crudo fueron tratadas con dispersantes y 2.000 toneladas pasaron a formar parte del paisaje costero gallego.
Imagen de la ciudad de La Coruña bajo el humo del Urquiola. Imagen extraída de http://fotosdelpasado-jm.blogspot.com
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.