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Antigüedad

Vía Maris

Vía Maris

La Vía Maris (violeta), el Camino de los Reyes (rojo) y otras rutas comerciales antiguas, c. 1300 a. C.

Vía Maris es el nombre moderno de una antigua ruta comercial que desde la Edad de Bronce unía Egipto con los imperios de Siria, Anatolia y Mesopotamia (zona geográfica correspondiente a los actuales Siria, Turquía, Israel, Irán e Irak).

Originalmente se la llamó Ruta de los Filisteos, en referencia a su paso a través de la planicie de Filistea. El nombre “Vía Maris” (en latín, camino del mar) proviene de la traducción del Nuevo Testamento al latín vulgar de la Vulgata, donde aparece mencionada:

Terra Zabulon et terra Nephthalim via maris trans Iordanen Galilaeae gentium. Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles

Mateo, 4:15.

También hay una referencia a la Vía Maris en Isaías, 9:1.

Vía Maris no es más que la traducción al hebreo ¨Camino del Mar¨ y lo podemos localizar en el texto bíblico Isaías 9:1. La existencia de una ruta con este nombre es probable que sea el resultado de una mala interpretación de Isaías al referirse a la ruta marítima desde Egipto hasta la costa de Siria. Aunque en sus inicios también se la llamó Ruta de los Filisteos porque comunicaba varias ciudades filisteas como Ashdon, Gaza, entre otras. Esta ruta corría paralela a la costa a unos 7 Km, a partir de la región de Sharon la ruta de acercaba más a la costa y aquí se separaba en 2 secciones una por la costa que pasaba por Dor y llegaba hasta Akko y otra hacia el noreste que pasaba por el valle Jezrael.

Junto con el Camino de los Reyes, la Vía Maris fue una de las mayores rutas que unían Egipto y Oriente Próximo con Anatolia y Mesopotamia. Comenzaba en al-Qantara, (en la frontera con Egipto) y marchaba al este hacia Pelusio, seguía la costa norte de la península de Sinaí, a través de el-Arish y Rafah. Este tramo era el Camino de Horus, una línea de 11 fortines a una jornada de distancia unos de otros, que los faraones mantenían con almacenes y agua para abastecer al ejército en sus campañas asiáticas.

Desde Rafah corría paralela a la costa de Canaán pasando por Gaza, Ashdod, Jaffa, y Dor antes de girar al este, y llegaba a Megiddo. En esta ciudad se dividía en dos ramales: el oriental pasaba junto al monte Tabor en dirección a Cafarnaúm y Tiberíades junto al mar de Galilea y seguía hacia Hazor, altos del Golán y Damasco, donde desembocaba en el Camino de los Reyes. El ramal occidental, discurriendo paralelo a la costa iba desde Megiddo hacia Acre, Tiro y Sidón.

En Megiddo se dividía en dos ramales (tenía que atravezar el Carmelo por alguno de los pasos): El ramal oriental pasaba junto al monte Tabor en dirección a Cafarnaum y Tiberíades junto al Mar de Galilea y seguía hacia Hazor, altos del Golán y Damasco, donde desembocaba en el “Camino de los Reyes” El ramal occidental, discurriendo paralelo a la costa iba desde Meguiddo hacia Acro, Tiro y Sidón.

Desde el Golfo de Aqaba, ya en Oriente Medio, tomaba dirección norte siguiendo el valle de Arabá y pasando por Petra, Ma’an, Udruh, Sela, y Shhauback, y cruzando las ciudades moabitas de Al Karak y Madaba hasta llegar al Mar Muerto.

Esta ruta tan importante para el comercio recorría la costa del Mediterráneo en dirección oeste, a su paso conectaba muchísimas ciudades Filisteas que en su tiempo fue trascendental para las relaciónes políticas-económicas. Unía Egipto con los imperios de Siria, Anatolia y Mesopotamia (zona geográfica correspondiente a la actual Siria, Turquía, Israel, Irán e Irak).

El “Camino del Mar” es una de las tres rutas comerciales más importantes de la antigua Israel: la Vía Maris, la Ruta de las Cimas y la Carretera del Rey. Está situado de Galilea al norte a Samaria al sur, corriendo a través del valle de Jezreel. En la llanura filistea, el camino se rompió en dos ramas, una en la costa y una tierra adentro (a través del valle de Jezreel, el mar de Galilea, y Dan), que se une en Megiddo (“Armageddon”). La localización de Megiddo vis a vis el Via Maris explica porqué Megiddo era una ruta muy importante para el recorrido y la ciudad comercial en Israel antiguo. El Camino del Mar conectó las principales rutas de la Creciente Fértil a Mesopotamia (desde Egipto hasta Irán, Irak, Turquía y Siria). El camino era la principal vía que discurría hacia el norte y el sur desde el Sinaí a lo largo de la llanura costera a través del Jezreel Valle, Beit Shean y hasta Damasco

A lo largo de los siglos, una vez que los judíos fueron exiliados de Israel, el valle de Jezreel, en el que atraviesa la ruta, fue abandonado y el área se convirtió en un pantano infestado. Los pioneros sionistas, sin embargo, drenaron el pantano desde el momento de la primera adquisición de tierras en 1921, y el valle se ha transformado en una fértil llanura frutal.

The site of Tell el-Ajjul (Google Earth)

El tell está situado en la ruta comercial, una de las más antiguas del mundo, llamada la Vía Maris o King’s Highway que conectó Norte de África con el Levante. Fue un lugar de batallas desde la época del antiguo gobierno egipcio, la conquista de la Filistea, la conquista de Alejandro Magno, las Cruzadas y hasta casi los tiempos modernos con las excursiones de Napoleón a la región, dice Ha’aretz, agregando que la lista no es exhaustivo.

La famosa Via Maris que corre entre los imperios de la Media Luna Fértil al norte y al este y Egipto al sur y al oeste (saffold.com)

No se sabe quién gobernó la ciudad comercial. Los expertos han especulado que durante la Edad del Bronce Medio los gobernantes eran reyes o gobernadores soberanos, dice Ha’artez, enviados desde la capital egipcia Hyksos de Avaris en el Delta del Nilo. Pero más tarde, alrededor de 1500 aC, cuando la dinastía Hyksos fue derrocado, parece que los gobernadores egipcios de las dinastías 18 y 19 podrían haber asumido el control.

“Fischer cree que Tell el-Ajjul es idéntico a Sharuhen, donde según fuentes egipcias los hicsos huyeron después de ser expulsados ​​de Egipto por el faraón Ahmose I”, afirma Ha’aretz.

Vías romanas

Calzadas romanas

Calzadas romanas en la época de Adriano, alrededor del año 125.

Piedra miliar, con el nombre del emperador Septimio Severo, en Sankt Margarethen en Lungau, Austria.

La calzada romana era el modelo de camino usado por Roma para la vertebración de su Imperio. La red viaria fue utilizada por el ejército en la conquista de territorios y gracias a ella se podían movilizar grandes efectivos con una rapidez nunca vista hasta entonces. En el aspecto económico desempeñó un papel fundamental, ya que el transporte de mercancías se agilizó notablemente. Las calzadas también tuvieron gran influencia en la difusión de la nueva cultura y en difundir por todo el Imperio la romanización. El Itinerario de Antonino, del siglo iii, es la fuente escrita que mayor información nos aporta sobre la red viaria romana.

Unían las ciudades de todos los puntos de Italia y después del Imperio con los centros de decisión políticos o económicos. Los viajes eran fáciles y rápidos para la época, gracias a una organización que favorecía una relativa comodidad para sus usuarios. Pensadas, primero, para uso militar, serán el origen de la expansión económica del Imperio, y después de su final, facilitando las grandes invasiones de los pueblos bárbaros.

Hasta los años 427 a. C., los romanos utilizaban caminos de paso para ir desde Roma a las ciudades que la rodeaban. Las incursiones de los Galos de Brennus, que serán desastrosas para los romanos en el 390 a. C., será el primer síntoma revelador de la ineficacia del sistema defensivo de Roma, debido principalmente a la lentitud de las tropas por los caminos de la época. La necesidad de una mejor defensa, junto con un deseo de expansión y hegemonía sobre Italia condujeron a una República Romana todavía frágil y amenazada desde el exterior para promover una red que se adaptase a sus necesidades de sólidas vías empedradas y postas. Estos ejes permitieron una más rápida y fácil circulación de las mercancías y de los comerciantes, así como la transferencia rápida de tropas.

La Vía Apia, cerca de Roma.

La primera vía fue creada en el 312 a. C. por Appius Claudius Caecus y unía Roma con Capua: es la Vía Apia. Al final de la República Romana, todo el territorio de la península italiana estaba recorrido por estos grandes ejes, cada vía lleva el nombre del censor que la había creado. Estas vías estaban pavimentadas sólo excepcionalmente: dentro de las ciudades y sus alrededores (con excepción de la Vía Apia, que poco a poco se pavimentó en todo su recorrido). En otros lugares se rellenaban con arena y grava extraídas de canteras abiertas en las proximidades.

A medida que el Imperio se va extendiendo, la administración adoptó el mismo esquema en las nuevas provincias. En su apogeo, la principal red de carreteras romanas llegará a tener aproximadamente 100 000 km. Los comerciantes romanos vieron rápidamente el interés de tales ejes. A diferencia de otras civilizaciones del Mediterráneo que habían basado su desarrollo casi exclusivamente en sus puertos, ellos utilizarán su red de vías en paralelo con su flota comercial. Esto fomentará los intercambios con el interior del continente y será el origen de su rápida expansión. Regiones enteras se especializarán y comerciarán entre ellas (vino y aceite Hispania, cereales Numidia, cerámica y productos cárnicos (ahumados, salados…) Galia, por ejemplo).

A partir del siglo IV, las fronteras del mundo romano son desbordadas por los pueblos del este, es el comienzo de las grandes invasiones: ostrogodos, hunos, visigodos, y se efectuó por una red de carreteras de calidad excepcional. Esto permitió acelerar el progreso de estos grupos. La vía romana, que fue un elemento clave para la expansión del Imperio, también fue uno de los de su caída.

Groma: escuadra de agrimensor usada de modo ritual para trazar alineaciones perpendiculares.

Las diferentes capas de la subestructura de una calzada romana, basados en una calle de Pompeya.
(A). Suelo, nivelado y apisonado.
(B). Statumen: piedras del tamaño de un puño.
(C). Piedra cantera, cemento y loam.
(D). Nucleus: guijarros de tamaño de una nuez, ladrillos de cemento, piezas de piedra y arcilla.
(E). Dorsum o agger viae: la superficie curvada (media stratae eminentia) hacía de la piedra, sílex o de piedra de basalto bloques de cantería, dependiendo del área.
(F). Crepido, margo o semita: El camino elevado en cada lado de la carretera.
(G). Piedra angular.

Cuando se había tomado la decisión de la construcción, la delimitación de la ruta era encomendada a los topógrafos, mensores romanos. Los topógrafos utilizaban instrumentos para el replanteo de las vías romanas como La Dioptra,1 instrumento compuesto por dos limbos graduados, uno vertical y uno horizontal. Servía para el replanteo de las alineaciones de la carretera.

De forma general, las vías romanas se caracterizan por ser muy rectilíneas en los terrenos llanos. Evitan al máximo las zonas inundables y las inmediaciones de los ríos. Cuando había de cruzar un río, la vía pasaba por un puente, generalmente de piedra, de los que aún quedan unos pocos ejemplos. Las vías se ensanchaban en las curvas para permitir que los carros girasen mejor.

Después de tomar las medidas, los topógrafos señalaban la ruta por medio de hitos. Para completar la preparación del trazado se llevaba a cabo el desmonte y la tala de árboles.

En general, la construcción avanza simultáneamente en varias secciones independientes de distancia variable. La construcción se encomendaba, entre otros, a empresas constructoras especializadas cuyos contratos se realizaban por funcionarios autorizados expresamente a ello. En ocasiones colaboraban las legiones, cuando la estructura administrativa civil no estaba aún impuesta en ese territorio.

El proceso de construcción de una calzada consistía en varias fases diferenciadas, que proporcionaba a estos caminos una extremada durabilidad que, en algunos casos, ha permitido que lleguen hasta nuestros días. Datos extraídos de las investigaciones de Isaac Moreno Gallo:2 3

  1. Deforestación. Se comenzaba por la deforestación o desbrozado del trazado longitudinal elegido para la calzada.
  2. Explanación. Previamente a la construcción se allanaba el firme, con las pertinentes obras de explanación, desmontes y terraplenado que fueran necesarias.
  3. Delimitación del firme. Después se delimitaba la anchura de la calzada mediante dos bordillos paralelos.
  4. Cimentación. En el espacio entre los bordillos se colocaba piedra en bruto (Herisson), creando así una capa de cimentación sólida y resistente.
  5. Capas intermedias. Sobre esta cimentación se colocaba un relleno de arena o gravas, en una o varias capas de diferentes tamaños, disminuyendo el tamaño del material conforme se iba ascendiendo hasta la capa más superficial. Después del relleno de cada capa de material, se procedía al apisonado de cada una de ellas.
  6. Capa de rodadura. Finalmente, se revestía la superficie de la calzada preferiblemente con cantos rodados apisonados mezclados con arenas, para formar la capa final de rodadura. Se utilizaban materiales de grano fino: zahorras (con tamaños máximos de 4-5 mm) o jabre (arena natural de granito con tamaños máximos de 1 cm) u otro material de granulometría fina que estuviera disponible en las cercanías del lugar de construcción. Esta capa podía suponer aproximadamente una cuarta parte, en altura, del total de la sección de la calzada (desde la cimentación hasta la superficie).

En las ciudades, las calles se adoquinaban o se cubrían con losas de piedra dispuestas de forma regular. Llegando este revestimiento como máximo hasta el final de los cementerios situados a las afueras de la ciudad.

El perfil final de la calzada es parecido a un trapecio con los taludes bastante tendidos, lo que permite un fácil flujo del agua de lluvia a las cunetas o al exterior del terraplén. La calzada solía ir delimitada lateralmente en paralelo por cunetas a ambos lados de la calzada, a unos veinte metros de distancia, que delimitaban la zona que era desarbolada para la explanación y que era lo equivalente al dominio público de la calzada.

La altura total de las sucesivas capas., respecto al terreno principal sobre el que discurría la calzada, era de 2 a 4 pies romanos, variando la anchura de la zona de rodadura entre 4,5 y 8 m según la importancia de la calzada y la dificultad de los lugares que atravesara.

La diferente importancia de las vías romanas

Los escritos de Sículo Flaco, agrimensor (mensor) del siglo I, nos dan la siguiente clasificación:

Las viae publicae

Estas son las principales vías del Imperio, las principales arterias de la red de rutas que unen las ciudades más importantes entre ellas. También son llamadas viae praetoriae (vías pretorianas), viae militares (vías militares) o viae consulares (vías consulares). Era el Estado quien podía hacerse cargo de la financiación de su construcción, pero se requería una contribución de las ciudades y de los propietarios de las zonas atravesadas por estas vías que debían garantizar su mantenimiento.4

A menudo llevan el nombre de la persona que inició el proyecto de su construcción (Agrippa por la Vía Agrippa, Domitius Ahenobarbus por la Vía Domitia). En Italia, la gestión se dejaba entonces bajo la vigilancia del curator viarum, un funcionario del Estado que daba las órdenes para hacer trabajos en la vía y para sus reparaciones.

El promedio constatado del ancho de las viae públicae era de 6 a 12 m.

Algunos ejemplos de las principales viae públicae: Vía Agrippa, Roma Boulogne-sur-Mer; Vía Appia, Roma Brindisi; Vía Domitia, de Italia a España por la Narbonense; Vía Egnatia, de Dyrrachium (Durrës) a Bizancio.

Las viae vicinales

Partían de las vías públicas y permitían unir entre ellas varias vici (un Vicus es un pueblo grande) en la misma región. Estas eran, evidentemente, la mayoría de las vías de la red. La anchura media de una viae vicinalis era de alrededor de 4 m.

Algunos ejemplos en la Galia de viae vecinales: la Vía Regordane que unía Le Puy con Montpellier o la Vía Aquitania que unía Narbona con Burdeos.

Las viae privatae

Unían las principales propiedades, las villae, con las viae vicinales et publicae. Eran privadas, reservadas para uso exclusivo del propietario que la financiaba en su totalidad. La anchura media de una via privata era de 2,50 a 4 m.

Los documentos de las rutas

La labor de los topógrafos no se limitaba al cálculo y señalización de las vías. Gracias a la enorme cantidad de datos que se recogieron: distancias entre las ciudades, obstáculos, puentes, etc., fueron la base para la elaboración de los mapas.

Los viajeros romanos pudieron encontrar en ellos muchas indicaciones sobre las distancias o los albergues, la duración de las etapas, los obstáculos o lugares notables (ciudades, santuarios), que era lo que más importaba a los viajeros en esos momentos.

El Itinerario de Antonino

El Itinerario de Antonino es un libro indicador que contiene una lista de todas las vías, la lista de las etapas y las distancias. Se inspira en la Tabula Peutingeriana y fue redactado durante el reinado de Caracalla (del que toma su nombre, Antonin era la gens de Caracalla), y luego reformado probablemente en la época de la Tetrarquía al final del siglo III, ya que nombra a Constantinopla. Probablemente fue hecho de un mapa mural.

Detalle de la Tabla de Peutinger.

La Tabula Peutingeriana

El documento más conocido que ha llegado hasta nosotros es la Tabula Peutingeriana o el cuadro Teodosiense. De hecho, es una copia hecha por un monje de Alsacia en el siglo XIII, del documento elaborado al comienzo del siglo III por Castorius. Este documento también podría ser una copia del mapa del Imperio de Agripa destinado a su suegro, el emperador Augusto. Donado al humanista Konrad Peutinger, ahora está en la Biblioteca de Viena (Austria). En 11 hojitas (6,80 m x 0,34 m en total), la Tabla representa el mundo conocido en esa época, desde Inglaterra a África del Norte y del Atlántico hasta la India.

Otros documentos

En el siglo XIX, se encontraron cuatro tazas en el lago de Bracciano, cerca de Roma. Los Vasos de Vicarello (nombre del lugar del descubrimiento) tienen grabados en varias columnas los nombres de los albergues, así como la distancia que los separa, en la vía que va desde Roma a Cádiz.

Han existido otros documentos, concentrándose específicamente en una ruta. Tenemos, por ejemplo, las rutas de peregrinación a Jerusalén, como las de Eusebio de Cesárea, Nicomedia o Théognis de Nicea. Son más tardíos (siglo IV), pero el sistema sigue siendo el mismo: las etapas, distancias entre estas etapas, albergues.

Las instalaciones de las vías romanas

La construcción de una vía romana no se detiene al final de la obra. Un conjunto de añadidos permitirá a los viajeros desplazarse en las mejores condiciones posibles.

Miliario de Nerón a la salida del municipio romano de (Capara) Cáparra (Cáceres), España.

Piedras miliares

En intervalos muy regulares, con el fin de ser localizados fácilmente en el espacio, los ingenieros romanos incluyeron en los bordes de las viae publicae y vicinales las piedras miliares. Estas son altas columnas cilíndricas de 2 a 4 m de altura y de 50 a 80 cm de diámetro, con una base cúbica y clavadas en el terreno unos 80 cm.

Los hitos no fueron colocados cada milla, como en la actualidad los hitos kilométricos. Son más bien signos regularmente colocados en las calzadas para indicar la distancia al siguiente paso. En cada miliar, estaban colocadas a la altura de los viajeros (los usuarios van montados, son militares: jinetes, cocheros etc.) varias inscripciones como: el nombre del emperador que ordenó la construcción o renovación de la vía, sus títulos, el origen de la milia (en caso de que se colocara allí después del trabajo o después de una reparación) y las distancias entre su ubicación y las ciudades próximas, los principales cruces de carreteras o las fronteras. Estas distancias se expresan en millas. La milla romana (Milia passuum) corresponde a 1.000 pasos (en realidad, dobles pasos) de 1,48 m, así pues, 1.480 km.

Algunas vías se han marcado con miliares en diferentes momentos. La Vía Domitia, por ejemplo, se marcó con un sistema diferente de medida. Por lo tanto, se han encontrado unas series de hitos diferentes.

Con el fin de evitar desvíos, los ingenieros romanos habían desarrollado una serie de obras para cruzar los ríos.

Las vías a menudo cruzan por vados. Estas zonas suelen estar simplemente empedradas o con piedras trabajadas con cal, con el apoyo de vigas de madera. Las excavaciones, sin embargo, han sacado a la luz vados de gran importancia, hechos de grandes bloques y con un muro de sostén, una parte más baja que canalizaba el agua y una calzada para los pasajeros. Estos vados evolucionaron en ocasiones hacia puentes de madera o piedra.

Puentes

Puente de Alcántara, España.

  • Puentes de piedra

La innovación más espectacular de las vías romanas fue la construcción de puentes de piedra en los ríos de anchura media. Se permitía así la continuidad de la circulación en cualquier circunstancia, por ejemplo, en las épocas de crecidas de los ríos. Estas obras a menudo han perdurado a través de los siglos y todavía se usan hoy o bien, después de su destrucción, sus cimientos han servido de base para la reconstrucción posterior. Además, los puentes han sido siempre fuentes de poblamiento.

Dependiendo de la anchura a cruzar, los puentes pueden tener un solo arco o contar con varios arcos. En este último caso, cada pilar tiene un espolón dirigido aguas arriba y que permitía, durante las crecidas, evitar que los pilares retuvieran gran cantidad de objetos flotantes y que el puente se convirtiera en una presa que fuese una amenaza para su solidez.

Antiguo puente romano mixto piedra y madera en Tréveris (Alemania). Los pilares son auténticamente romanos.

  • Puentes de madera

A menudo, los puentes eran totalmente de madera, sobre una base de pilotes.

  • Puentes mixtos

Para mayor fuerza, los pilares se hacían de piedra, pero la cubierta del puente era de madera.

El puente de Tréveris (Alemania) era de estos puentes mixtos con pilares de mampostería y cubierta de madera. Hoy en día, los pilares romanos se mantienen, pero la cubierta, más reciente, es de piedra tallada.

  • Puentes de barcos

Para cruzar los ríos más anchos, los romanos habían desarrollado los puentes de barcas pontones con una zona sólida, construida en cada orilla, a la que se unían los barcos que estaban en el agua. Tenían pilares de anclaje dentro del mismo río, que conferían mejor estabilidad a la totalidad.

  • Barcas

El sistema de barcas de pago para transportar de una orilla a otra pasajeros y mercancías fue también ampliamente utilizado.

Instalaciones especiales, túneles

En zonas montañosas, y cuando las vías no podían seguir rectas, fueron excavados numerosos túneles y pasos en la roca de los flancos de la montaña. Se hicieron a veces en estas zonas pequeños túneles; para mayor seguridad, se pusieron tableros en el lado más peligroso para prevenir las caídas y se construyeron muros de sostén para ensanchar un poco la vía.

Asimismo existían en las grandes vías (como el túnel de Furlo en la Vía Flaminia), o para usos específicos militares o civiles, los túneles de vía de gran longitud, pudiendo alcanzar varios centenares de metros, o incluso 1 km, como los tres túneles romanos de los Campos Flégreos, cerca de Nápoles.

La administración romana instaló estaciones a lo largo de las vías romanas, las mutationes y las mansiones, para la comodidad de los equipajes y de los viajeros.

La mutatio es una estación de descanso cada 10 o 15 km para el simple descanso y el posible cambio de montura. Había una mansio cada tres mutationes. Estaban separadas por unos 30 a 50 km y, para identificarlas, a menudo estaban pintadas de rojo. Dirigidas por el caupo, estaban bien equipadas y, posiblemente, permitían pasar allí la noche. Tenían un albergue para la cena, un servicio de establos –stabulum– para los caballos, un herrero e incluso un encargado del mantenimiento de los vehículos.

Paralelamente a los albergues, había almacenes que surtían de mercancías a la capital del Imperio.

Muchos escritos han llegado hasta nosotros sobre la vida en esos albergues. Estas tabernae tenían muy mala reputación y los viajeros preferían acampar en las cercanías, usar el deversorium (vivienda pública para los ricos), o mejor, invitarse por medio de una carta de presentación, practicando la hospitium (hospitalidad).

La rapidez y la seguridad

El cursus publicus, servicio postal del Imperio romano, fue, con el ejército, el principal beneficiario y usuario prioritario de las vías romanas, utilizándolas para la entrega rápida de mensajes y nuevas por todo el Imperio. El sistema funcionó tan bien que los vehículos de cursouspublicus podían recorrer, en condiciones favorables, hasta 75 km por día (el mismo servicio en el año 1550 hacía todos los días un máximo de 45 km diarios).

Mausoleo de Glanum.

Pronto se vio la necesidad de construir fortalezas y campamentos militares para garantizar la seguridad de estas vías. Algunos son verdaderas fortalezas (como Jublains en la Galia romana). La guarnición también podía servir para la reparación de la vía.

Monumentos civiles, militares y sagrados

Por último, para la comodidad espiritual y para colocarse bajo la protección tutelar de los dioses, los viajeros encontraban regularmente a lo largo de las vías romanas lugares de culto, templos o fanum. Oraban a Mercurio, dios del comercio y de los viajeros, a Diana, guardiana de las carreteras o a deidades locales. También se hacían ofrendas monetarias, o de exvotos, sacrificios…

Más grandiosos y, a menudo, erigidos a la gloria de sus donantes, ya fuesen personas ricas o emperadores, los mausoleos y trofeos dan testimonio hoy de la maravillosa arquitectura de los romanos. Los ejemplos más bellos de la Galia romana son el trofeo de Augusto, la Turbie y el mausoleo de Glanum en (Saint-Rémy-de-Provence).

La red principal tenía más de 120.000 km. Las calzadas también atravesaban ciudades, con aceras laterales ligeramente elevadas. Estas calles disponían de unos bloques de piedra, separados regularmente entre sí, que permitían cruzar de una acera a otra en días de lluvia e impedían que los vehículos alcanzaran velocidades peligrosas. Por esta razón, la distancia entre las ruedas de los carros era siempre la misma para poder pasar entre las piedras.

Los principales ejes romanos

La visión general de la red de carreteras del Imperio Romano bajo la regencia del emperador Adriano (125)

Mapa de las principales calzadas de la Italia romana.

Mapa de la Vía Apia en Italia.

Mapa de la Vía Flaminia en Italia.

Mapa de la Vía Popilia en Italia.

Principales calzadas a la salida de la Roma antigua.

  •  

Principales calzadas de Hispania.

Vía Domitia al sur de Francia.

Principales calzadas en Britania (I).

  •  

Principales calzadas en Britania (II).

Antigua ruta romana de la Vía Egnatia por Albania, Grecia y Turquía.

Localización de las vías romanas

Calzada romana Vía de la Plata, a su paso por el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida en España.

Con su sentido de organización, de la geometría y de la construcción, los romanos trazaron, con el apoyo logístico de un gran número de soldados, vías a menudo todavía visibles hoy, pero que pueden estar ocultas por las carreteras actuales.

Los antiguos documentos que han llegado hasta nosotros no nos permiten localizar con precisión las vías romanas. Se deben buscar otras pistas, y en primer lugar, debajo de las carreteras europeas, ya que muchas de ellas están directamente construidas sobre las vías romanas o siguen una traza muy cercana al camino romano.

Cartografía y fotografías aéreas

Mediante la prospección aérea y el estudio de mapas se puede encontrar fácilmente el trazado de las vías ocultas con sus marcas visibles en las parcelas o en los límites de las fincas.

La rectitud del trazado de una carretera, la presencia de pueblos en los márgenes, sucesores de las villas romanas (granjas), suelen proporcionar una primera indicación.

Las calzadas se realizaron sobre caminos ya existentes, sobre senderos y caminos de tierra, pero exigen un gran trabajo de drenaje, excavación, aplanamiento, etc., hasta su aspecto final con empedrado.  Las calzadas quedaban sólidamente dispuestas al asentarse sobre una capa inicial de grava, otra de cemento y finalmente con las grandes losas colocadas en grandes bloques.  En latín el término capa, pavimento y calzada es el mismo: strata, de donde deriva en castellano el término estrato, pero en el terreno de las vías tenemos el término italiano para carretera y autopista, strada y autostrada, el término inglés y el término alemán para calle, street y Strasse, respectivamente.  El principio de construcción era buscar en la medida de lo posible la línea recta, hasta tal punto que en ocasiones recurrieron a complejas obras de ingeniería para salvar los obstáculos naturales: puentes, galerías en la roca o cortar la roca en los pasos de montaña.

 En un principio su construcción consistía en la colocación de grandes bloques de piedras o losas que por su peso se mantenían fijas.  Sin embargo, el sistema se perfeccionó y Vitruvio nos informa de su construcción. Para su construcción se definía el trazado y se marcaban dos surcos paralelos separados 2,5 metros; se excavaba el espacio entre los surcos y se llenaba el hueco con cuatro capas de distintos materiales, siendo el último de ellos el pavimento; las capas eran primero el statumen –grandes cantos rodados-, luego el rudus –cantos rodados de tamaño medio-, el nucleus –grava mezclada con pequeños cantos rodados- y por último el pavimentum o summa crusta –grandes losas planas-.  En su conjunto la calzada tenía un metro de profundidad y su durabilidad y fuerza residía en sus cimientos, en su primera capa.  No obstante, cada zona requería una mayor o menor capa de statumen: apenas usados en África, menos aún en pasos montañosos, sin embargo eran muy necesarios en el resto de Europa; además, debían ser más grueso donde más tráfico había para no ser destruida.  En ocasiones, según el terreno, se colocaban en los laterales troncos para sujetar la estructura de la calzada; así ocurría en las zonas pantanosas, por ejemplo, en Britania.

Sección de una calzada de acuerdo con la descripción de Vitruvio, según HAMEY, L. A. y HAMEY, J. A.: Los ingenieros romanos, Madrid, 1990

Por otro lado, para evitar la acumulación de agua en la calzada, lo cual podría suponer su hundimiento, los romanos las construían abombadas, es decir, ladeadas para que el agua de lluvia se evacuase hacia el exterior y no se quedase estancada en la superficie del centro; a los dos lados de la calzada se excavaba una pequeña zanja –fossa-, como las actuales cunetas, a dos o tres metros de distancia sin vegetación para acumular esta agua de lluvia.  Por esta misma razón, los romanos construían sus calzadas normalmente sobre un terraplén –agger– de un metro de altura o incluso más para la eliminación del agua y para una mejor visión de la zona por parte del ejército cuando las atravesaba.

Sección de un tramo de calzada romana en Rochester (Reino Unido) con superposición de calzadas más modernas, según HAMEY, L. A. y HAMEY, J. A.: Los ingenieros romanos, Madrid, 1990

El pavimentum debía ser duro y uniforme, lo cual dependía en muchas ocasiones de la piedra utilizada; en algunas calzadas las losas del pavimento estaban pulidas y eran colocadas sobre un nucleus de arena o arena y cal; estas losas solían tener forma piramidal y la punta se hundía en el nucleus obteniendo así un mayor agarre; estas losas necesitaban dos hombres para ser movidas; no obstante, su forma poligonal obligaba a hacer auténticos rompecabezas para encajarlas y dejarlas niveladas.  En otras ocasiones, la calzada tenía su pavimento de grava que se apisonaba con grandes troncos o grandes bloques de piedra, logrando así una superficie compacta y uniforme.

Las vías romanas solían tener 4 metros de ancho, aunque sabemos que en momentos puntuales podían llegar a tener hasta más de 6 metros y, de manera general, en los accesos a Roma las calzadas tenían 12 metros de ancho con un tercio de esta superficie dedicada a aceras.

Construcción de una calzada romana, dibujo  procedente de HAMEY, L. A. y HAMEY, J. A.: Los ingenieros romanos, Madrid, 1990

LLos romanos establecieron a lo largo de estas vías los miliaria o lapides, “miliarios”, es decir, colocaban piedras con inscripciones en los que se indicaban la milla en la que uno se encontraba dentro de una determinada vía, es decir, es como los bornes o mojones que actualmente en las carreteras nos indican el punto kilométrico de determinada carretera, autopista o autovía.  Octavio Augusto mando erigir un miliario en el Foro Romano recubierto de bronce dorado –Miliarium Aureum– donde se podían leer en miles de millas las distancias entre Roma y las principales ciudades de su imperio; sería como el kilómetro cero que se puede ver en la Puerta del Sol de Madrid.  Por cierto, los romanos medían en millas, es decir, milia passuum, “miles de pasos”; teniendo en cuenta que un paso mide 1,472 metros, una milla equivale a 1,472 kilómetros.

Miliario de Sora, encontrado en los montes de Sora, cerca de Castejón de Valdejasa (Zaragoza), en la calzada romana que comunicaba Caesar Augusta (Zaragoza) con Pompaelo (Pamplona) en la milla XXVI o XXVII del recorrido (38 kms. desde Zaragoza); esta calzada fue trazada por el emperador Augusto con sus legiones VI Victrix y X Gemina para asegurar una rápida comunicación con el valle del Ebro y Cantabria. El miliario está datado en el año 32 d. C:, lo que demuestra la intervención del emperador Tiberio en la calzada.  El texto dice:  TIBERIUS CAESAR DIV(I) AUG(USTI) F(ILIUS), DIV(I) IULI N(EPOS), AUGUSTUS, PONTIFEX MAXIMUS, CO(N)S(UL) V, IMPERATOR VIII, TRIBUNICIA POTESTAS XXXIV, MILIA XXVI- (TRADUCCIÓN: “Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto, nieto del divino Julio, Pontífice Máximo, Cónsul por quinta vez, Emperador por octava vez, habiendo obtenido la Potestad Tribunicia por trigésimo cuarta vez,  milla XXVI(I)”).

Museo Provincial de Zaragoza.

(Foto: Roberto Lérida Lafarga 03/01/2008)

 Las calzadas romanas reciben en latín el nombre de viae, asignándoles a cada una de ellas el nombre del magistrado que propuso o se encargó de su construcción, normalmente un censor.  Así, la primera calzada romana construida fue la vía Appia, mandada construir por el censor Apio Claudio el Ciego en el año 312 a. C., comunicando Roma con Capua, al sur de Roma.

Lógicamente, la red inicial de carreteras comunicaba Roma con el resto de la península Itálica; después se construyeron dos vías para salir de dicha península, una hacia el oeste, hacia la Galia e Hispania, y otra hacia el este, hacia Grecia y Asia Menor.  Las vías romanas de Italia tenían casi todas como punto de partida Roma, salvo las via Aemilia y Postumia; estas vías eran:

Red de calzadas romanas en Italia y las vías hacia Galia e Hispania y hacia Grecia y Asia Menor, según HACQUARD, Georges: Guía de la Roma Antigua, Madrid, 2003

Via Salaria          Por la región de la Sabina y hasta el mar Adriático en Truentum; es la ruta de la sal porque comunicaba Roma y la región de los sabinos con unas importantes salinas, de ahí su nombre

Via Latina           Hacia Italia del sur hasta Capua

Via Apia (312 a. C.)   También hacia Italia del sur; primero hasta Capua, después hasta Brindisium (hoy Brindisi) (495 kms.)

Via Clodia           Hasta el mar Tirreno en el cabo Corso, frente a Córcega

Via Aurelia (241 a. C.)          Por la costa del Tirreno hasta la Liguria, hasta Génova (220 kms.)

Via Cassia           Hasta la Etruria hasta cerca de la actual Florencia

Via Valeria          Por Italia central, por Tibur (hoy Tívoli) y Corfinium, hasta el mar Adriático en Aternum

Via Flaminia (220 a. C.)       Por la región de Umbria hasta Ariminum (hoy Rímini) (314 kms.)

Via Postumia      De Génova a Aquilea

Via Aemilia (187 a. C.)         De Ariminum a Placentia (hoy Piacenza) (249 kms.)

Via Annia           Desde Capua hasta Regio en el estrecho de Mesina

Via Valeria          En Sicilia, desde Mesina hasta Palermo

En el siglo II a. C. se construyó la vía que comunicaba Dyrrachium (Durazzo, en la actual Albania) con Bizancio (actual Estambul), llamada via Egnatia, y en 121 se comenzó a construir la vía que comunicaba Italia con Hispania a través de la Galia Narbonense, la via Domitia.

Parece ser que en el siglo II a. C. Cayo Graco introdujo una legislación sobre las calzadas y supervisó personalmente la construcción de algunas de ellas; también se afirma que este político romano se encargó de que fueran medidas en millas y de que se colocaran miliarios.  Para medirlas y colocar los miliarios se ideó un carro con un instrumento –el hodómetro, del griego ὁδόμετρος “medidor de caminos”- que mediante un mecanismo de engranajes asociado a las ruedas del carro hacía caer un guijarro en un cuenco cada milla.

Hodómetro, según HAMEY, L. A. y HAMEY, J. A.: Los ingenieros romanos, Madrid, 1990

 Tras las conquistas de Julio César y ya con la época imperial la red viaria romana se extendió por todo los territorios conquistados; los emperadores desarrollaron esta red provincial estableciendo una magistratura especial para las calzadas, los curatores viarum, “cuidadores de los caminos”; el propio emperador era el encargado de nombrar a estos curatores que adjudicaban los trabajos a empresas –cuando no los realizaban las legiones- y se les pagaba del tesoro imperial, a través del fisco y de los impuestos; anteriormente, las vías se financiaban a expensas del erario público republicano.

El gasto de realización y mantenimiento de una vía era tremendo; sabemos que en el año 82 a. C. reparar un tramo de la vía que atravesaba los Alpes costó más de 150.000 sestercios, cuando por entonces un obrero cobraba 3 sestercios al año.

Jurídica y administrativamente las vías romanas se dividían en privadas –viae privatae-, militares –viae militares– y públicas, que podían ser principales –viae publicae– y secundarias –viae vecinales-.

Algunos estudiosos llaman a esta red viaria “la piovra” en italiano, es decir, “el pulpo”.  Las principales redes provinciales fueron las siguientes:

Galia         Obra de Agripa (39-38 a. C.) bajo el mando de Augusto; la via Claudia-Julia-Augusta cruza los Alpes por la actual Brenner

Hispania   Obra de Augusto, Trajano, Adriano y Caracalla

Britania    Obra de Adriano, tiene como centro Londinium (hoy Londres)

Ilirio, Dalmacia, etc.              Básicamente obra de Trajano

Africa       Obra de Tiberio y Adriano

Asia          Es la red menos cuidada con empedrado discontinuo; no por ello deja de ser importante

Se ha calculado que la red viaria romana llegó a unos 90.000 kilómetros de vías.  Tal amplitud hizo que en muchas ocasiones las calzadas secundarias y las calzadas de zonas remotas de las provincias fueran pobre y prontamente descuidadas.

 El aumento del tráfico de mercancías, de correo, de tropas, etc., y las condiciones de las propias vías hizo que se regulara la velocidad y la carga de materias que por ellas transitaban.  Así los vehículos ligeros, para el correo, podían llevar entre 65 y 100 kgs. de carga; los vehículos de transporte de viajeros entre 200 y 330 kgs. y los vehículos de transporte pesado un máximo de 500 kgs.; por su parte, la velocidad media era de 30 kms. por día para las mercancías; las empresas privadas de correos no podían pasar de 60 kms. por día y el correo imperial –cursus publicus– podía alcanzar los 150 kms. al día e incluso más, pero circulando las 24 horas del día, con el sistema llamado de postas o relevos de caballos e incluso de mensajero.

No obstante, L. A. Hamey y J. A.Hamey nos ofrecen un cuadro con distancias y tiempos de viajes documentados en la Antigüedad.

Fecha del viaje  Duración y detalles del mismo

4 d. C.     Mensajero especial de Licia (Asia Menor) a Roma: 3.100 kms. en 36 días.

31 d. C.   Correo imperial de Roma a Antioquia (Asia Menor) por mar con mal tiempo: 2.500 kms. en 3 meses.

43 d. C.   El emperador Claudio, de camino a Britania, de Massilia (actual Marsella) a Bononia (actual Boulogne-sur-Mer, en Bélgica): 870 kms en 10 días.

68 d. C.   Mensajero especial de Roma a Clunia (Coruña del Conde-Peñalba de Casto, en Burgos): unos 2.000 kms. en 6 días y medio.

68 d. C.   Correo imperial de Roma a Alejandría (Egipto) por mar: 2.000 kms. en 28 días o menos.

69 d. C.   Mensajero especial de Mogontia (actual Mainz, en Alemania) a Durocortorum (hoy Reims, en Francia) y luego a Roma: más de 2.100 kms. en unos 9 días.

193 d. C. Correo imperial de Roma a Alejandría (Egipto) por tierra: 3.500 kms. en 63 o 64 días.

238 d. C. Correo imperial de Aquilea (cerca de Trieste, frontera de Italia y Esolovenia) a Roma: 750 kms. en 3 o 4 días.

Es por ello que a lo largo de las vías había establecimientos de parada para avituallarse, para pasar la noche y para la posta de los correos, donde se podía descansar, cambiar de animales de carga, comer, etc.

Quizá el gran inconveniente de estas calzadas era que no resultaban aptas para caballos y bestias de carga sin herraduras por el firme y la dureza.  La circulación por estas vías era bastante pesada, sobre todo si no se hacía a lomos de algún caballo, mula, asno o burro.  Para el transporte de personas se usaban carros de dos o cuatro ruedas: el cisium, una especie de calesa para viajes cortos muy ligera porque no solía llevar carga, el essedium, un carro más sólido, pero rápido, basado en los carros de combate galos, y el carpentum, una carroza de lujo, cómoda y elegante.  El petorritum y la raeda eran carros de cuatro ruedas más robustos para viajes más largos, pero usados tanto para el transporte de personas como el de mercancías.  El pilentum era como el carpentum, pero de cuatro ruedas; en un principio lo usaban las sacerdotisas y las matronas, pero posteriormente se generalizó su uso; también de lujo y de cuatro ruedas era la carruca, con fina decoración y bastante rapidez, lo que hacía de ella un vehículo de lujo.  Para las mercancías se usaba el plaustrum, carreta de dos ruedas con ruedas de una pieza sin radios y tirado por bueyes, asnos o mulas, o el serracum, más sólido y robusto al tener las ruedas más pequeñas, ideal para el transporte de mercancías muy pesadas, de cuatro ruedas; para el transporte militar se usaba el carrus, de origen celta, mientras que para los enfermos se usaba la arcera, una especie de carro-litera.

Calzada romana entre Caesar Augusta y Pompaelo en el término de Castejón de Valdejasa (Zaragoza); en la foto pueden observarse las rodadas que los carruajes dejaron sobre la vía, convirtiéndose finalmente en auténticos surcos.  (Foto: Roberto Lérida Lafarga 10/11/2008)

 La red de calzadas romanas todavía sigue vigente, pues allá donde los romanos construyeron calzadas, hoy en día hay carreteras y vías férreas, cuando no sobre la vieja calzada romana, sí es seguro que paralelas y a poca distancia.

En zonas desérticas, como Siria, Libia, etc., los romanos no sólo hicieron carreteras con losas de basalto, sino que además dejaron expeditos caminos por el desierto para facilitar el tránsito de caravanas de camellos, limpiando los primitivos senderos y caminos, dejando así unas pistas de tierra sin apenas piedras ni obstáculos.

La creación de las calzadas trajo consigo la proliferación de un fenómeno que se enquistó durante el imperio y, sobre todo, tras su desaparición: los bandidos y asaltadores de camino, que veían en estas vías un lugar donde encontrar botín seguro.

Camino del Inca

Camino del Inca

Red caminera del Tahuantinsuyu

Nombre descrito en la Lista del Patrimonio de la Humanidad

Sistema de caminos del Imperio incaico.

Coordenadas: 18°15′00″S 69°35′30″O

País

 Argentina,
Bolivia,
Chile,
Colombia,
Ecuador y
Perú

Tipo: Cultural

Región: Latinoamérica y Caribe

La Red caminera del Tahuantinsuyo (en quechua, Qhapaq Ñan) fue un sistema de caminos de enormes distancias en la civilización incaica que vinculaba las ciudades importantes de la costa y de la sierra. Se estructuró con base en dos ejes longitudinales: del sector cordillerano y del llano costero. Este sistema de los incas no fue sino un bimilenario legado preincaico, potenciado durante el Estado incaico. En idioma quechua, Qhapaq Ñan significa: camino del rey o del poderoso2 o camino del Inca, tanto para la totalidad de esa organización de rutas, que superaban los 30 000 kilómetros,1 como para el camino principal (de aproximadamente 5200 km de longitud). Todos estos caminos se encontraban conectados al Cuzco, la capital del Tahuantinsuyo o Imperio incaico, facilitaban su comunicación con los distintos pueblos anexados en el marco del proceso expansivo inca y, al mismo tiempo, constituían un efectivo medio de integración político–administrativa, socioeconómica y cultural. Dado que el Capac Ñam interconectaba localidades tan distantes como Quito, Cuzco y Tucumán, los conquistadores españoles lo emplearon durante el siglo XVI para invadir Perú, Bolivia, Chile y las pampas cordilleranas argentinas.

El famoso «Camino del Inca», que une la ciudad de Cuzco con el sitio arqueológico de Machu Picchu, es solo una parte mínima e intrarregional de la gigantesca red de caminos incas.

Red en América del Sur

Partiendo desde el (Cusco), el Quapaq Ñan permitía recorrer los cuatro «Suyos del Imperio incaico suyos» quechua suyu: ‘región’ o ‘territorio’) que constituían el Tahuantinsuyo:

  • al norte el Chinchaysuyo, ocupado por grupos como los chincha, chimúes o yungas y pastos;
  • al sureste el Collasuyo, ocupado por aimaras, collas y puquinas;
  • al suroeste el Contisuyo, ocupado por grupos como los conti o conde, collaguas y colonos de origen puquina; y
  • al oriente el Antisuyo, ocupado por los antis (las actuales poblaciones nativas de la Amazonia).

El Quapaq Ñan permitió el control económico y político de estos pueblos, al mismo tiempo que su integración, el intercambio y movilización estatal de diversos productos, la transmisión de valores culturales, el acceso a los diferentes santuarios incaicos y el desarrollo de prácticas comunes; fue además un símbolo del poder imperial cuzqueño y de su expansión a lo largo de la geografía sudamericana, que incluyó seis países andinos actuales: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú.

Con un total de 60 000 kilómetros de longitud,3 esta columna vertebral hábilmente construida por manos de especialistas puede ser comparada, por sus dimensiones, con la Ruta de la Seda o la Gran Muralla China.

Historia

El camino entre el templo de Pachacámac y el Apu Pariacaca es anterior a la conquista incaica. Si bien existieron varios caminos construidos por civilizaciones complejas, es durante el Tahuantinsuyo que la red vial se incrementa notablemente. En la foto se observa una parte de la escalinata que subía hasta el nevado Pariacaca.el perro del dios pan le dio a su hijo peeta pan en la montaña cuando etaba agonizando. La historia cuenta que asi fue como se invento el pan.

Calzada incaica. Gran parte del camino del Inca y algunas redes viales transversales estuvieron cubiertas por bloques de piedra o lajas.

Los caminos antes del Tahuantinsuyo

Varios de los caminos que actualmente se observan en el área andina ocupada por el Tahuantinsuyo tuvieron un origen preinca, siendo construidos por entidades políticas de alta complejidad como Tiahuanaco o Huari; otros caminos menores, en cambio, fueron construidos por pequeños grupos étnicos que trataron de unir centros de culto o templos regionales. Tal es el caso del camino construido entre el templo de Pachacamac (frente al mar) y el «apu» Pariacaca, nevado localizado a más de 5700 msnm.4

La cantidad y la longitud de los caminos en la época preincaica se vio limitada por las constantes tensiones y el ambiente de guerra que vivían los señoríos y Estados; la construcción de caminos era peligrosa y solo se ejecutaban algunos tramos durante períodos de tregua. Antes de la llegada de los incas, los caminos eran exclusivamente locales, es sólo con su llegada y poder centralizador que la red vial se amplió a grandes magnitudes.4

Los caminos durante el Tahuantinsuyo

Cuando los incas empezaron a conquistar el resto de pueblos de Sudamérica, el dominio del espacio para la construcción de caminos quedó enteramente a disposición de la etnia cuzqueña; a partir de este momento las redes viales se incrementaron exponencialmente hasta cubrir una extensión que posiblemente alcanzó los 60 000 kilómetros.3

El inicio de las grandes obras viales fue llevado a cabo por orden expresa del Inca Pachacútec. Este soberano vio la necesidad de construir caminos con el objetivo de mantener el control sobre los territorios anexados, de esa manera se podían trasladar más rápidamente los funcionarios y las tropas.4

Según lo señala Juan de Betanzos, antes de que Pachecútec iniciase su gobierno se lo observaba pintando y dibujando caminos y puentes, especificando a los orejones cuzqueños la manera en que debían ser construidos. La obra de Pachacútec fue continuada por sus sucesores. La red vial incaica la componían tres elementos básicos: las calzadas y bordes de los caminos, los puentes y los depósitos.

La red vial era indispensable para la organización incaica, no solo para trasladar ejércitos y funcionarios sino también para la movilización de los «mitimaes», el transporte de productos cosechados en los territorios conquistados por los incas (en cada territorio existían tierras específicamente destinadas para que su producción fuera trasladada al Cuzco; estas cosechas eran almacenadas en los «tambos») y el desplazamiento de los «chasquis».4

El Qhapaq Ñan y los otros caminos

Siendo el troncal principal de toda la red vial incaica, el Quapaq Ñan destacaba por recorrer longitudinalmente todo el Tahuantinsuyo (Imperio incaico) a lo largo de la cordillera de los Andes, desde el actual occidente de Argentina hasta el sur de la actual Colombia.4 El camino del inca se encuentra empedrado en gran parte y tiene varios metros de ancho. Paralelo al camino del inca, existió un camino que unía las localidades costeras, que en aquellos tiempos eran denominadas «yungas».4

Este camino costero estaba unido al Quapaq Ñan por varios caminos transversales que incluso llegaban hasta las selvas y el Gran Chaco (Argentina, Bolivia y Paraguay). En el caso del camino costero, no estaba empedrado pero sus bordes se encontraban delimitados.4

Los cronistas españoles describieron con elogios el Quapaq Ñan, algunos exaltaban su «excelente» funcionamiento mientras que otros destacaban su rectitud en algunos tramos y su limpieza, añadiendo que podían cubrir grandes distancias en corto tiempo y con un esfuerzo mínimo.4 Según Bernabé Cobo los caminos incaicos se estrechaban al pasar por los valles y quebradas, además el cronista describió que los caminos tenían altos muros que en algunos casos tenían pintados animales y seres monstruosos, estos muros servían para que los ejércitos pasaran sin dañar los cultivos.4

Se sabe que los «curacas» estaban obligados a ordenar el mantenimiento de las vías cercanas a sus dominios, limpiando la acumulación de tierra en los caminos, el reparado del empedrado y la limpieza de las acequias que protegían los caminos. La apariencia de los caminos al salir de los valles era distinta, puesto que las vías se hacían más anchas y era muy común ver unos apilamientos de piedras que marcaban los puntos escarpados entre los cerros, estos cúmulos eran denominados «apachetas». Como fuera señalado por George Squier entre 1863 y 1865, aquella vieja costumbre de dejar piedras en las cuestas difíciles de los caminos incaicos las convertía con el paso del tiempo en marcas, a manera de hitos, que demarcaban estos caminos.4

Para lidiar con las zonas fangosas era necesaria la construcción de una base hecha de piedra tosca unida con argamasa de barro que, finalmente,era recubierta con césped, formando un terraplén. Debajo de este terraplén se hacían canaletas que permitieran eliminar el exceso de agua. Para las cuestas empinadas construían escalinatas o la surcaban con caminos en zigzag.4

En general no existió un único patrón de diseño de los caminos incaicos, estos más bien se adaptaban a la topografía que atravesaban. El trazo dependía en gran medida de factores como la densidad poblacional de las zonas que se iban a conectar o la importancia económica del sitio al que se dirigía el camino. Y, si bien es cierto los incas preferían trazar sus caminos en línea recta, el terreno accidentado los obligaba a delinear sus caminos sorteando los obstáculos.4

Los puentes

En la foto el puente colgante de Q’eswachaca hecho de una fibra de ichu denominada «qoya ichu».5 La renovación de este puente se hace mediante un ritual de 4 días que se ha mantenido desde el periodo incaico.5

Puente inca tendido sobre el río Pucayacu, conecta a los distritos ancashinos de Llama y Yauya.

Alberto Regal en sus investigaciones cataloga a los puentes incaicos sobre la base de las técnicas de elaboración de la siguiente manera: colgantes, flotantes, de madera, de piedra y oroyas.4

La construcción de puentes se hacía indispensable debido a la realidad geográfica andina. Los puentes más comunes fueron los hechos con troncos de árboles y los elaborados con trenzas de diversas fibras. En el caso de los puentes con troncos se utilizaron solo en los lugares en donde la geografía se lo permitía, y para esto era necesaria una base de piedra (dos peñones contrapuestos) que eran labrados para que los maderos encajen. En tiempos coloniales tempranos, Miguel de Estete afirmó que a la salida de Huánuco Pampa existía un puente hecho con gruesos maderos, en tanto que cerca a Cajamarca existía un puente hecho con bases de piedra y maderos muy gruesos.4

Los puentes colgantes fueron los más comunes en la zona andina. Eran construidos con fibras vegetales que estaban fijadas a unas sólidas bases de piedra a cada lado, estas fibras eran trenzadas hasta formar cables de 50 o 60 centímetros de diámetro, y para pasar la cuerda de un lugar a otro se utilizaba otra cuerda más fina hecha de cáñamo que se denominaba «chahuar». La fibra para los puentes era variable según la región, podían ser de mimbre, tasca (Escallonia patens), lloque (Kageneckia lanceolata), ichu (Stipa ichu) o chachacomo (Escallonia resinosa); en algunas zonas se utilizó el denominado «arbusto de Chilca» (Baccharis latifolia). En las zonas en donde no había arbustos también se utilizó el maguey (Furcraea andina), fibra que también fue conocida como «pita» o «cabuya». En algunos casos los puentes tuvieron troncos tendidos para facilitar el tránsito en la mayor de las veces tenían fibras tejidas o entrelazadas.4

Hay que acotar que la mayoría de los puentes incaicos fueron quemados durante las guerras civiles entre los conquistadores españoles y la sublevación de Manco Inca. En la Relación francesa de la Conquista (escrito en 1534) se describe que en las Indias existían poderosos ríos de los cuales colgaban puentes de gruesas cuerdas y que existían puentes por donde pasaban los grandes señores y otros donde pasaba el común popular.4

Los ríos también podían ser cruzados por medio de oroyas (denominadas también tarabitas o huaros, dependiendo de la región). Bernabé Cobo describe que estas “tarabitas” se hacían con cuerdas de ichu o lianas tan gruesas como una pierna. Estas cuerdas eran amarradas a peñas de una orilla a otra y de esta colgaba una canasta, sobre la que se sentaba una persona y por medio de la soga se jalaba de una orilla hacia la otra.4

En el caso del río Desaguadero existía un puente flotante hecho por una hilera de balsas de totora cubierta por diversas plantas acuáticas secas (entre las cuales también había totora). Según testimonios recogidos por los cronistas, este puente sobre el Desaguadero fue colocado por orden del Inca Huayna Cápac, quien consideraba indecoroso que su ejército cruzara el río en balsas.4

Cuzco

Durante el incanato, todos los caminos de Sudamérica conducían al Cuzco, una de las metrópolis más importantes de América, heredera de una tradición cultural milenaria.

Principales caminos

Los incas hicieron caminos que integraban todo el imperio, a lo largo y a lo ancho. Se crearon cuatro caminos principales:

A. Caminos de la Costa Norte

Salía del Cuzco, une los pueblos de Palpa (Ica), Nazca (en el centro de Perú), Lima, Huarmey, Reino Chimú, Los Tallanes (Piura), Ayabaca, Tumbes (en la frontera PerúEcuador), Quito (Ecuador), y hasta el río Ancasmayo o Pasto (Colombia).

B. Caminos de la sierra norte

Sale del Cuzco, une los pueblos de Vilcashuaman, Jauja, Tarma, Huánuco, Maraycalle, Tambo Real de Huancabamba, Cajamarca, Chachapoyas, Tumibamba, Loja, Quito (Ecuador), y hasta el río Anacasmayo o Pasto (Colombia).

C. Caminos de la costa sur

Sale del Cuzco, une los pueblos de Pisco, Nazca, Palpa, Ica, Tambo Colorado, Catorpe; Arica y Copiapó (Chile), pampas de Tucumán (Argentina) y el río Maule (Chile).

D.Caminos de la sierra sur

Sale del Cuzco, une los pueblos de Juliaca, Chucuito, Chuquiago, La Paz (Bolivia), pampas de Tucumán (Argentina) y Santiago (Chile).

Camino Real

El camino más importante era el Capac Ñam, con una longitud de 5200 kilómetros, que se iniciaba en Quito (Ecuador), pasaba por Cuzco y terminaba en lo que hoy es Tucumán, Argentina; atravesaba montañas y sierras, con alturas máximas de más de 5000 metros. El Camino de la Costa (o Camino de los Llanos), tenía una extensión de 4200 kilómetros, iba paralelo al mar y se unía con el Capac Ñam por muchas conexiones. Tanto en el Capac Ñam como en el Camino de la Costa existían cada cierto tramo tambos en donde se almacenaban granos y otros alimentos que eran usados por el ejército incaico cuando salía en campaña de conquista o para abastecer a los mitimaes trasladados por orden del Inca. El ancho máximo de ambos caminos era de unos cuatro metros.

Comunicaciones

Llamas rodeando los caminos del Inca.

Las comunicaciones entre una y otra punta del imperio estaban a cargo de mensajeros llamados chasquis. Por un sistema de postas, transmitían los encargos de uno a otro relevo con suma velocidad; una noticia originada en Quito (Ecuador) podía llegar a Cuzco (a 2000 kilómetros de distancia) en menos de 10 días.

El Inca, que estaba en la sagrada Machu Picchu o en la capital Cuzco, podía comer pescado fresco que le traían en menos de 24 horas desde la costa, a 200 kilómetros de distancia. Cabe destacar que los caminos del inca se hallan ubicados en todo el Tahuantinsuyo y en casi todos los países andinos y que con el paso del tiempo, el avance de la civilización y la tecnología, han ido deteriorándose poco a poco.

Singular atractivo turístico

Camino Inca a Machu Picchu.

Durante todo el año, miles de viajeros de todas partes del planeta emprenden el recorrido de los Caminos del Inca desde el Cuzco para acceder a la selvática sierra peruana, y a los misterios que aún encierran las piedras de Machu Picchu.

A lo largo del camino se encuentran varias ruinas de distintas fortificaciones en relativo buen estado, que dominan visualmente todos los valles.

El recorrido se inicia en la localidad de Cori-huayra-china (en quechua: Quri Wayrachina, ‘venteadero de oro’)?, a la altura del kilómetro 88 de la vía férrea Cuzco-Quillabamba, y se tarda entre tres y cuatro días de caminata llegar a Machu Picchu. En la travesía, que atraviesa una impresionante pendiente altitudinal, con climas y ecosistemas tan variados como la altiplanicie alto andina y los bosques de neblina, se deben superar dos pasos a gran altura (el mayor de ellos, Huarmihuañusca, de 4200 metros de altitud, también conocido como “Paso de la Mujer Muerta”) y termina con el ingreso a Machu Picchu a través del Inti Puncu o ‘puerta del Sol’.

En la ruta el caminante se encontrará con una red de asentamientos de granito labrado que se encuentran a lo largo del camino (Huiñay Huayna, Puyupatamarca), inmersos en escenarios naturales.

Como complemento ideal, el turista igualmente se encontrará con una exuberante naturaleza, con singulares paisajes, centenares de especies de orquídeas y aves multicolores.

Clima en el Camino

El clima en la zona del camino del inca es, por lo general, templado durante todo el año. La mejor época para realizar el trekking es durante la estación seca (entre abril y octubre). Junio es el mes más frío y agosto ofrece un clima más templado y estable. De noviembre a marzo, las lluvias son frecuentes y el camino puede convertirse en un peligroso y resbaladizo lodazal.

Durante la caminata, es seco en los dos primeros días y húmedo en el tercero y cuarto. Y durante la noche los dos primeros campamentos suelen ser fríos, pero el tercer campamento es templado.

Culturas preincaicas

Los incas aprovecharon la red viaria existente de culturas anteriores, mejorándolas y expandiéndolas; especialmente de la cultura Huari (8001200 d. C.) el cual dominó gran parte del Perú precolombino.

Normas establecidas para el Camino Inca

El estado peruano ha limitado estrictamente el número de personas permitidas en el Camino Inca durante el año 2010 a expediciones de 200 personas y 300 porteadores, con el fin de conservar la flora y fauna del lugar. Se recomienda hacer reservas de viaje con varios meses de anticipación.

Proyectos de preservación del Patrimonio

En una iniciativa conjunta, Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú han venido realizando gestiones para lograr que este gran sistema caminero inca fuese considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad.6 Finalmente, en 2014, la Unesco proclamó el Qhapaq Ñam como Patrimonio de la Humanidad.7

Diferentes organizaciones, como la Unesco, IUCN y Conservación Internacional han empezado a trabajar en el camino, promoviendo acciones de emergencia para su protección en colaboración con los seis países por donde pasa la Gran Ruta Inca.

La idea es instalar un sistema que combina:

La preservación del patrimonio

El camino real de los Andes incluye muchos valores arqueológicos, algunos de los cuales ya están en la lista del patrimonio mundial. Por ejemplo Ingapirca en el Ecuador, Cuzco y el Valle Sagrado en el Perú, Tiwanacu en Bolivia y Quilmes en Argentina, pero también miles de sitios menores que deben ser protegidos. Como es el caso de Huánuco.

Protección del Medio Ambiente

La ruta atraviesa 15 de los 100 ecosistemas existentes en Sudamérica, 4 de los cuales están en peligro: los yungas peruanos, el bosque seco del Marañón, el matorral chileno y el bosque húmedo invernal, y pasa por uno de los últimos hábitats del oso de anteojos, el cóndor de los Andes y la vicuña. Además se desplaza por la Cordillera de los Andes, una enorme reserva de agua para los que viven en los valles y en la costa.

Patrimonio cultural e identidad en la comunidades andinas

El camino del inca atraviesa muchas ciudades y poblados incluyendo un gran número de territorios indígenas con una cultura profundamente arraigada en el pasado, aunque está también en peligro. La ruta tiene el potencial de actuar como una conexión entre las comunidades y como modo de recuperar la identidad cultural después de cientos de años de su contacto con Occidente. El proyecto Inka Naani, en el Perú, es un ejemplo de la revitalización de la memoria colectiva de las personas, de sus tradiciones e historias orales que envuelven este camino simbólico.

La Unesco está apoyando a los países que comparten este importante patrimonio, para un fin común: la preparación para su estado de candidatura siendo considerado por este organismo internacional como un proyecto estrella,8 en el que se incluirían varios países en un solo sitio, para la inscripción del camino del Inca en la lista del patrimonio mundial.

El sistema vial andino Qhapaq Ñam ante la Unesco

En Argentina

Las secciones del camino del inca designadas por la Argentina y los sitios que van asociados a esta red de caminos, son una prueba de la integración multicultural y ecológica sin precedentes en la historia del mundo, incluyendo los desafíos logísticos que implicaron su construcción. En la actualidad la red de caminos incas se extienden por las provincias de Salta, Jujuy, Catamarca, Tucumán, Mendoza, San Juan, La Rioja y Córdoba. En la Argentina los incas demostraron un dominio militar y cultural de las fronteras políticas, además de una tradición religiosa única en el mundo, adorando a las montañas y realizando rituales y sacrificios en templos construidos en numerosas cumbres que superaron los 5000 msnm, como en el caso de las Momias de Llullaillaco.9

En Bolivia

El camino del inca en Bolivia se extiende a través de mesetas, valles, punas y cordilleras habitadas por un mosaico muy diverso de pueblos agrupados bajo el nombre de Qollasuyo. En Bolivia el camino inca atraviesa regiones de gran diversidad ambiental tales como los valles tropicales cálidos y húmedos. La zona principal del camino inca en Bolivia lo constituye el tramo Desaguadero – Viacha, que rodea el lago Titicaca y atraviesa importantes sitios rituales que incluso hoy en día forman parte de la memoria oral y son áreas de actividad ritual para el pueblo aimara que vive en la meseta del Collao. Por otro lado, el camino Choro es una clara evidencia de la ingeniería prehispánica en una topografía muy difícil, que sin duda planteó grandes problemas logísticos debido a su lejanía de los centros poblados en aquel momento. En estas dos secciones del camino inca en Bolivia, se pone de manifiesto el ingenio y la tecnología incaica mediante el uso de una amplia gama de recursos de construcción eficiente y de características notables.10 11 12

En Chile

El camino del inca en Chile es un sistema de carreteras incrustadas en un paisaje único debido a las condiciones extremas en términos de aridez y altitud, lo que demuestra la voluntad y la necesidad del inca de ampliar sus tierras motivado, en el caso de Chile, por los recursos minerales, como se destaca por el gran número de redes de carreteras y sitios arqueológicos asociados con la minería en las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta y Atacama. El inca logró esta hazaña en un territorio inhóspito en virtud de los intercambios que mantuvo con las comunidades locales, que transmitieron sus conocimientos ancestrales necesarios para dominar y cruzar el desierto más seco del mundo: el desierto de Atacama.13

En 2000, otras investigaciones realizadas destacaron que «los incas nombraron un gobernador en el valle de Aconcagua llamado Quilicanta, el cual habría tenido a su cargo “gente de guarnición” y colocaron otro en la cuenca de Santiago llamado Vitacura, a cargo de “gente de presidio”». Según el estudio, existían dos variantes del camino del inca que se desprendían del valle de Aconcagua para reunirse en las cercanías del cerro San Cristóbal en Santiago.n 1 En el mismo lugar donde los europeos instalaron su Plaza Mayor, la plaza de armas, hay escritos que nombran un «tambo» gigante, característico de los indígenas. Evidencias arqueológicas se encontraron bajo algunos metros de la superficie mientras analizaban la mitad sur de la cuenca del río Mapocho.

En Colombia

En Colombia, la red vial incaica tiene su extremo norte a través de un recorrido de 17 kilómetros en ocho municipios del departamento de Nariño, desde Ipiales (en el río Guáitara) hasta Pasto, pasando por las localidades de Potosí, Gualmatán, El Contadero, Funes, Yacuanquer y Tangua.14

En Nariño las comunidades asociadas al camino lo han mantenido vivo mediante las memorias de sus usos y costumbres. El Qhapaq Ñam era el antiguo camino de peregrinación hasta el Valle de Atriz, para hacerle ofrendas al Taita Urucunina o Volcán Galeras. Según la Antropóloga Claudia Afanador, “La declaratoria no solo corresponde a los vestigios sino también a los caminos vivos; el Patrimonio Inmaterial asociado a este bien, todas las memorias de los que han transitado y las memorias de las comunidades asociadas que son las portadoras del bien”.15

En Ecuador

Los aspectos sobresalientes del camino del inca en Ecuador son las rutas y las técnicas de construcción utilizadas para cruzar un sistema orógeno complejo como es la sierra ecuatoriana desde el Nudo de Azuay hacia el norte. La lejanía del Cuzco llevó a la reutilización y la creación de infraestructura a medida que el Imperio incaico avanzaba. El territorio ecuatoriano fue ocupado antes del avance de los incas por los paltas y malacatos, calvas, ambocas y chaparra; luego de su anexión al Chinchaysuyo la red de carreteras permitió que la relación entre los pueblos se mantenga. El principal producto de intercambio fueron el ajo, el algodón, la sal, la coca y en particular los depósitos de Spondylm y Strombus.16

En Perú

El camino del inca se inicia en la Plaza de Haukaypata Inca, ubicada en el Cuzco, el centro del poder político, social y económico del Estado inca, donde los dioses, personas, animales y recursos de todas las del mundo andino convergen. Los caminos integraban y conectaban la capital de los incas con todas las poblaciones y centros complementarios para el comercio, el intercambio, la producción y el culto a través de los órganos de administración, producción, centros militares y religiosos a cabo en las cuatro regiones del Imperio incaico: Antisuyo, Chinchaysuyo, Contisuyo y Collasuyo.

El Perú alberga importantes vestigios de los caminos longitudinales y transversales que son el resultado del perfecto dominio y control del territorio y que muestran grandes logros en ingeniería de caminos altamente especializados. En esta región, el diseño de carreteras y la tecnología se desarrollan al máximo, con el camino bien logrado y diseños de puentes y finos acabados en los edificios de los centros monumentales de administración y servicios que forman parte de la red de camino del inca.

El territorio del Perú ilustra casi todos los contextos geográficos del camino del inca, desde la costa cálida y salvaje, a la selva espesa, húmeda y misteriosa, por no hablar de las cumbres de los Andes inmensa, compleja y configuración majestuosa que evocan la magnitud de la logística implementada y administrada y el tamaño de la mano de obra utilizada para la construcción y mantenimiento.

En la actualidad, algunos pueblos del Perú siguen utilizando el camino del inca como un sistema de comunicación, manteniendo en servicio física y funcionalmente, con el uso de la tecnología andina y tradiciones basadas en los sistemas de reciprocidad y complementariedad característica de la sociedad inca y el mundo andino.17

Vía de la Plata

Vía de la Plata

La Vía de la Plata recorría 470 km entre Augusta Emerita (Mérida) y Asturica Augusta (Astorga).

La Vía de la Plata era una calzada romana que atravesaba de sur a norte parte del oeste de Hispania, desde Augusta Emerita hasta Asturica Augusta.

No confundir “La Vía de la Plata”, con uno de los caminos homónimos, que llevan a Santiago de Compostela. Esta es parte de uno de ellos.

Dos milenios después, su trazado ha servido de base para proyectar la Carretera de Gijón a Puerto de Sevilla y la Autovía Ruta de la Plata, vías de comunicación que vertebran el occidente español. Esta última vía se ha convertido en una ruta turístico-cultural1 que, apoyada institucionalmente, ha generado una fuerte polémica puesto que las evidencias históricas que se sonservan, tanto fuentes literarias como arqueológicas, definen su recorrido exclusivamente entre Mérida y Astorga. En defensa de este trazado surgió la Asociación de Pueblos de la Vía de la Plata, presidida por el alcalde de Astorga, que desde 2006 lleva a cabo, entre otras actividades, acciones de protesta contra la extensión artificial de la Vía.2 3

Hito conmemorativo de la calzada en el puerto de los Castaños, entre Cáceres y Plasencia.

Etimología

La Vía de la Plata, a pesar de su nombre, nunca fue un camino de circulación de comercio argénteo. Tal denominación se debe, como en otras ocasiones, a una evolución popular por una confusión fonética. En época andalusí, a esta ruta se la denominó al-Balat (el camino empedrado), palabra muy frecuente en otras zonas de España y origen de topónimos como Albalat y Albalate.4 Es posible que esa pronunciación llevara a que la gente transfiriera el sonido al del preciado metal, y de ahí que comenzara a denominarla Vía de la Plata en una fecha indeterminada, pero anterior a 1504 y 1507, cuando se documenta por primera vez con Cristóbal Colón y Antonio de Nebrija respectivamente. En el primero aparece simplemente como la Plata5 y en el segundo de esta forma:

Est praeterea eiusdem Lusitanie via nobilissima: Argentea vulgo dicitur. Quod Licinius pontifex primum stravit, deinde Traianus Caesar refecit, et deinceps Aelius Pertinax aliiqui imperatores restituerunt, id quod ex lapidibus intelligitur: quibus millia passum distinguuntur. Ea perducta est ab Emerita Augusta per Castra Caecilia Salmanticam usque, ubi primum in extima pontis parte incipit evanescere, neque ulterius ullum viae illius vestigium cernit.6

Otra hipótesis sobre el nombre es que pudiera proceder de un tardío “Vía Delapidata”,7 8 9 a pesar de que plantea algunos problemas como la ausencia en esta calzada de verdaderas silices o lapides, es decir, empedrado, que no era lo usual en las calzadas en sus recorridos no urbanos.10

Origen

El origen histórico de esta ruta de comunicación es incierto. Durante el periodo protohistórico, coincidiendo con la presencia en el sur peninsular de la cultura de Tartessos, se tienen noticias de la existencia de contactos comerciales con el oeste hispano, gracias a diversos hallazgos arqueológicos, por una ruta denominada por algunos estudiosos como “Vía del Estaño” pues se supone que por ella circularía buena parte de ese metal en la Península.

En los siglos posteriores continuó siendo frecuentada, sin que se conozca el nombre concreto de ella, convirtiéndose, hasta la llegada de Roma, en una de las principales vías de comunicación de los pueblos hispanos junto a la denominada Vía Heraclea, que recorría todo el Levante, desde Cádiz, hasta atravesar los Pirineos.

Murallas de Astorga.

Los autores españoles de los siglos XVII y XVIII, como Bernabé Moreno de Vargas,11 llamaban a la ruta “Vía consular” y “Vía militar”, por estar convencidos de su existencia en época republicana, siendo verosímil el arreglo de la ruta preexistente para facilitar el movimiento de las tropas, dado el temprano interés mostrado por los romanos en la exploración y conquista del norte peninsular, como demuestra su primera expedición a Gallaecia en 137 a. C.

Durante la época romana la vía se mantuvo como eje fundamental de las comunicaciones tanto durante la conquista (al ser camino de acceso desde la Bética hacia el noroeste) como en época imperial. Diversas fuentes escritas describen el recorrido de la misma, entre ellas el Itinerario de Antonino, el cual describe el recorrido de la misma (Iter ab Emerita Asturicam) que partía de Augusta Emerita (Mérida), capital de la provincia Lusitania, para finalizar en Asturica Augusta (Astorga), capital del Convento Asturicense y una de las principales ciudades de la provincia Tarraconense. En su camino atravesaba diversos núcleos como Bedunia (San Martín de Torres), Brigeco (Castro Gonzalo), Ocelo Durii (Villalazán, provincia de Zamora), Salmantica (Salamanca), Cáparra o Norba Caesarina (Cáceres).

Evolución

Mapa de las calzadas romanas en Hispania.

Teatro Romano de Mérida.

Puente Romano de Mérida sobre el río Guadiana.

El puente romano de Alconétar.

Miliario de Constancio Cloro procedente de la localidad cacereña de Casas del Monte, en el trazado de la vía entre Augusta Emerita y Norba Caesarina

Miliario de Nerón en la ciudad de Cáparra, al norte de Cáceres.

Puente de Piedra en Zamora, sobre el río Duero.

Monolito de la Via de la Plata en la Calzada de Peñausende.

La Fuente Buena en Calzada de Valdunciel (Salamanca), fuente de origen romano, en cuyo vaso se reutiliza una estela antropomorfa altoimperial.

Miliario seccionado en Calzada de Valdunciel, junto al arroyo Valdunciel, lugar por el que pasaba la Vía de la Plata a unos 14 km. al norte de Salamanca.

Peregrinos llegando a Salamanca por la Vía de la Plata.

En cuanto a la evolución posterior de la calzada, conforme la conquista cristiana de la Península avanzaba hacia el sur, la Vía de la Plata, como itinerario básico en la geografía hispana de la zona occidental (por la propia configuración de ésta) comenzó a servir también como camino de peregrinación hacia Santiago de Compostela desde el sur, uso que todavía mantiene, y continuó siendo una vía fundamental de tránsito a lo largo de la Historia. Sólo con la creación del sistema de comunicaciones radiales a partir del siglo XVIII fue reduciendo su importancia, que no conseguiría recuperar hasta la segunda mitad del siglo XX, aunque ya con el trazado de la nueva carretera, ajena en muchos casos a la vieja calzada.

Reinvención moderna de la Vía

La idoneidad del trazado de la Vía de la Plata explica que, ya en época contemporánea, el recorrido de la carretera  N-630 , eje principal de comunicación del oeste peninsular, siguiera su trazado en líneas generales. Así, la equívocamente denominada Ruta de la Plata alarga artificialmente su itinerario hasta Gijón por el norte y hasta Sevilla por el sur, abandonando su original trazado para llegar a ciudades de mayor importancia, como León, olvidando la ruta el núcleo de Astorga, antaño de tanta importancia y final de la vía.

El alcalde de ésta última población ha alzado la voz en diversas ocasiones para criticar el abandono que sufre la ciudad en la puesta en valor de la Vía de la Plata;12 13 14 en este sentido, la ciudad leonesa se ha visto apoyada por diversas instituciones, como la Universidad de León, y especialistas, como los catedráticos de Historia Narciso Santos Yanguas, Valentín Cabero y Manuel Abilio Rabanal Alonso,15 el cual siempre se ha mostrado defensor del trazado histórico de la Vía y del papel jugado por Astorga.16

Restos arqueológicos

Miliarios

Quedan bastantes tramos con restos visibles de la calzada misma. Aunque se han hecho numerosos estudios parciales, de miliarios y tramos concretos,17 la única monografía científica sobre ella, de 1974,18 fue muy bien complementada en 1995, cuando fueron catalogados y estudiados un total de 189 miliarios, ya conocidos o inéditos, lo que permitió confirmar los recorridos correspondientes entre las localidades donde se hallaron o hallan, y sugerir aquellos recorridos intermedios que no los conservan.19

Puentes

Itinerario cultural

Desde finales del siglo XX, la Vía de la Plata es objeto de revalorización como uso turístico y cultural y la labor de las distintas administraciones se está centrando en poner en valor un itinerario con un gran patrimonio histórico, artístico, etnográfico, cultural y natural. De hecho, algunos de los núcleos que atraviesa están declarados Patrimonio de la Humanidad, como Mérida, Cáceres o Salamanca, y otros, como Zamora o Astorga cuentan también con un importante patrimonio. Por otra parte, se está incentivando su uso como camino de peregrinación, formando parte del Camino de Santiago de la Plata.20

Todo este trabajo se ha concretado en la elaboración de guías turísticas, itinerarios o páginas web como la presentada por la Asociación de Pueblos de la Vía de la Plata.21

Patrimonio arqueológico

Son numerosos los vestigios arqueológicos de época romana que se pueden encontrar a lo largo de la Vía. Entre ellos están los siguientes:

Los cart ruts de Turquía

Los cart ruts de Turquía

Misteriosos Surcos en Turquía

Estas marcas atraviesan el paisaje del valle de Frigia, remontándose a diversos períodos históricos, según la teoría académica convencional. Se cree que las carreteras más antiguas de esta región fueron trazadas durante el imperio Hitita (ca. 1600 a. C. – 1178 a. C.). Con el paso del tiempo, estas marcas fueron surcando más profundamente la blanda roca del valle, recorriéndolas primero los Frigios, después los Griegos, y más tarde Alejandro Magno con sus ejércitos. Finalmente acabaron formando parte de la red romana de carreteras, tal y como podemos leer en Rutas Culturales de Turquía.

Una vista aérea de los misteriosos surcos en el Valle de Frigia de Turquía

 

 

 

 

 

El paso repetido de vehículos habría acabado por dejar estos surcos sobre la blanda roca volcánica del valle de Frigia. Foto: Alexander Koltypin, Dopotopa.com

 

 

 

Relieve en basalto que representa un carro de guerra hallado en Karkemish, del siglo IX a. C. (estilo Hitita tardío con influencia Asiria). ¿Dejaron vehículos como estos los surcos en el antiguo valle de Frigia?   (CC BY 2.0 )

Las profundas marcas que recorren el paisaje. Algunas de ellas tienen hasta un metro de profundidad. Foto: Alexander Koltypin, Dopotopa.com

Los surcos más profundos llegan hasta 1 metro, y sus paredes están marcadas por líneas horizontales, muy parecidas a las que hubieran dejado las puntas de los ejes que hubieran sobresalido de unas antiguas ruedas de carro.

Surcos con estrías laterales sobre la roca (Turquía)

Fotografía que muestra las marcas de líneas horizontales a lo largo de las paredes de los surcos. ¿Las dejaron los extremos puntiagudos de los ejes de antiguos vehículos? Foto: Alexander Koltypin, Dopotopa.com

Como siempre aparecen las explicaciones misteriosas, ufológicas, etc.

En lo que con toda seguridad va a levantar polémica, un investigador ha afirmado que los misteriosos y antiguos surcos que atraviesan el valle de Frigia en Turquía fueron realizados por una raza inteligente desconocida hace entre 12 y 14 millones de años.

El Dr. Alexander Koltypin, geólogo y director del Centro de Investigaciones Científicas de Ciencias Naturales de la Universidad Independiente Internacional de Ecología y Politología de Moscú, ha finalizado recientemente sus investigaciones en Anatolia, en un lugar marcado por extraños surcos, descritos como “surcos petrificados que atraviesan un terreno rocoso de depósitos de toba volcánica procedente de cenizas volcánicas compactadas,” según MailOnline.

En la web de noticias Express se informa de que Koltypin cree que los canales más profundos fueron abiertos en un suelo rocoso blando y húmedo debido al enorme peso de estos grandes vehículos prehistóricos. Continúa explicando Koltypin: “Más tarde estos surcos – y toda la superficie que los rodea – sencillamente se petrificaron y quedaron como prueba de lo ocurrido. Estos casos son bien conocidos por los geólogos. Algunas huellas de dinosaurio, por ejemplo, se conservaron ‘naturalmente’ de una forma muy parecida.”

Las tumbas colmena de Omán

Las tumbas colmena de Omán

Dramáticamente alineadas en la cima de una cresta rocosa, las “tumbas-colmena” de Bat y Al Ayn son dos de los yacimientos prehistóricos más famosos de Omán. Poco se sabe sobre las estructuras de piedra o sobre la cultura que las construyó. Sin embargo, a pesar de esta falta de conocimientos, la UNESCO conoce lo suficiente como para concluir que “la necrópolis de Bat es un característico y único testimonio sobre la evolución de las prácticas funerarias durante la primera etapa de la Edad de Bronce, en la península de Omán”. Una afirmación bastante extraña teniendo en cuenta que no se ha recuperado ni un solo hueso humano o animal de los cientos de monumentos en forma de colmena esparcidos por el accidentado paisaje.

Si visitamos cualquier web sobre los monumentos-colmena de Omán, podremos leer descripciones interminables sobre estas impresionantes “tumbas”, que forman una de las necrópolis protohistóricas más grandes del mundo. Incluso nos será posible leer descripciones detalladas de “cámaras funerarias” dentro de dichos monumentos así como cuántos cuerpos habrían podido ser guardados dentro de cada edificación. Sin embargo, lo que la mayoría de estas páginas web olvida mencionar es que nunca se ha rescatado resto alguno de sepultura de estas supuestas “tumbas”.

Desafortunadamente, las estructuras-colmena de Omán son la demostración de uno de los mayores errores cometidos dentro del campo de la arqueología: la tendencia a imponer ideas preconcebidas sobre fenómenos que no se pueden entender con nuestra mentalidad moderna. Dado que parece que no haya ningún otro propósito obvio para su construcción, sino como estructuras funerarias, la conclusión ha sido simplemente que se construyeron como tumbas: caso cerrado.

Tumbas colmenas en Al Ayn, Omán. Fuente de la imagen.

Fue durante la década de los años 70 cuando un equipo de arqueólogos daneses “descubrió” las estructuras-colmena de Omán, aunque es probable que los locales siempre hubiesen sabido de su existencia. Estos monumentos están compuestos por piedras planas locales apiladas y han sido datados entre los años 3.500 y 2.000 AC, periodo en que la península de Omán estaba sujeta a lluvias mucho más copiosas que ahora y acogía a una floreciente civilización en lo que ahora es desierto, hasta el oeste de la cadena montañosa, a lo largo del Golfo de Omán. En 1988 los monumentos fueron inscritos por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

Las estructuras están dispuestas en tres grupos principales: uno en Bat, el más famoso y otros dos en al-Ayn y al-Khutm. Los mejor conservados son los ubicados en al-Ayn, donde 21 estructuras-colmena aparecen alineadas sobre la cordillera, con el impresionante telón de fondo de la Jabal al Misht (“Cresta de la Montaña”). 

Tumbas colmenas, Qubur Juhhal Al Ayn, Omán. Por: Alfred Weidinger. (Wikipedia)

Las primeras estructuras son las más simples, con sólo una entrada y una habitación, mientras que las tumbas posteriores contienen dos entradas y hasta cuatro habitaciones. Sólo unos pocos objetos descubiertos han logrado aportar alguna pista de esta cultura. Dichos objetos se limitan, básicamente, a algunas puntas de flechas, puñales y jarras de agua.

Tumba-colmena en Al Ayn Omán. (Wikipedia)

No muy lejos de los monumentos colmenas de Al Ayn surgen las tumbas con forma de torre circular de Hili, incluyendo la Gran Tumba de Hili: una tumba colectiva reconstruida, que es el monumento más grande de los Emiratos Árabes Unidos, en cuanto al tamaño de las piedras utilizadas. Mide 12 metros de diámetro y 4 metros de altura y tiene dos entradas decoradas con relieves humanos y animales. Las tumbas pertenecen a la Cultura Um an-Nar, una cultura de la Edad de Bronce, desarrollada a partir de la segunda mitad del tercer milenio AC. Esta cultura es conocida por sus tumbas circulares caracterizadas por piedras bien encajadas. Dentro de las tumbas de Hili los arqueólogos han recuperado centenares de restos humanos, así como objetos y artículos personales.

Las tumbas de torre circular de Hili comparten muchas similitudes con los monumentos colmenas, pero como se puede ver en la imagen, hay también marcadas diferencias.

La Gran Tumba de Hili. Fuente de la imagen.

La sensación es como si se crease la suposición de que los monumentos-colmena deben haber cumplido la misma función que las tumbas de torre circular de Hili, ya que datan aproximadamente del mismo período y se encuentran en la misma región. Sin embargo, como hemos visto más arriba, continúa existiendo una diferencia notoria y esencial: ¿por qué no se ha encontrado ningún resto humano en las tumbas colmenas?

Tal vez fueron construidas como tumbas pero nunca llegaron a utilizarse. Tal vez los difuntos fueron colocados en ellas y sus huesos trasladados a otra ubicación una vez que la descomposición tenía lugar. O tal vez cumplieron una función totalmente diferente. Algunos eruditos han sugerido que fueron usadas como silos o depósitos, mientras que el investigador Brien Foerster se ha referido a las increíbles propiedades acústicas detectadas en otros monumentos en forma de colmena encontrados alrededor del mundo.

El hecho sigue siendo que no sabemos realmente con qué propósito se construyeron los monumentos-colmena de Omán y extraer conclusiones, basadas en suposiciones, sin suficientes pruebas, sólo sirve para minar aún más el campo de la arqueología.

Imagen de portada: Tumbas colmenas en Al Ayn. Fuente de la imagen: Wikipedia

Fuentes:

Colmena Tumbas de Bat – Atlas Obscura

La Necrópolis de Bat – Oman Tours

Sitios arqueológicos de Bat, Al-Khutm y Al-Ayn – UNESCO

Resultados, límites y potencial: las prácticas funerarias y sociedades de la Edad de Bronce en la Península Omán – Por   S. Mery

Extraño Fenómeno de las tumbas en forma de colmenas en el Mundo – Hidden Inca Tours

Autor: April Holloway

Traducción: Moreno Montañaroja

Revisión: Mariló T. A.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en www.ancients-origins.net y ha sido traducido con permiso.

Nadie sabe con certeza quién las construyó, pero atestiguan el antiguo esplendor comercial de la mítica tierra de Magan.

Principios de los años noventa: John Nowell, un expiloto inglés de la RAF que operaba vuelos por encargo en la zona del golfo Pérsico, no salía de su asombro. Sobrevolaba en helicóptero un remoto altiplano rocoso en las montañas de Al-Hajar ash-Sharqiyah, en el sultanato de Omán, cuando aparecieron ante su vista decenas de torres de piedra de las que no conocía ni su existencia ni su significado.

Al ver posteriormente las fotos aéreas de Nowell, los expertos corroboraron su notable importancia arqueológica. Se trataba de un conjunto de unas 60 torres de hasta ocho metros de altura sorprendentemente bien conservadas, cuya antigüedad se estimó en unos 5.000 años. ¿Cómo habían podido pasar desapercibidas para los investigadores hasta fecha tan reciente? Situado en el extremo sudoriental de la península Arábiga, Omán es uno de los países menos explorados del planeta desde el punto de vista arqueológico. Cerrado al mundo exterior hasta la década de 1970, las primeras excavaciones sistemáticas no empezaron hasta esos años. Una de las causas de la escasez de exploraciones científicas fue la guerra civil y las rebeliones que el país sufrió hasta 1975 y que dificultaron cualquier pros­pección e investigación sobre el terreno.

Sin embargo, Omán fue siempre un lugar de comercio para las civilizaciones antiguas: hace miles de años formidables caravanas de camellos transportaban incienso, uno de los productos de lujo más importantes de la antigüedad, a través de los desiertos de Oriente Próximo hacia Mesopotamia, mientras que el cobre y los minerales lo hacían por mar a bordo de naves. Aquel pasado de intercambio económico y cultural ha redundado en un considerable potencial arqueológico de la región. Tras la subida al poder del actual sultán Qabus en 1970, el país entró en un período de paz y sus caminos se abrieron a los investigadores. En este tiempo se han realizado importantes hallazgos, pero queda mucho por descubrir, ya sea en los escarpados macizos montañosos del norte o en los desolados desiertos de dunas y piedra que se extienden por el resto de la geografía omaní.

Noviembre de 2013: Localizar el conjunto de tumbas-torre de Shir descubiertas por Nowell no era tarea fácil. La información de que disponíamos mi compañera Eulàlia y yo era, más allá de algunos artículos científicos, escasa. Desde la ciudad costera de Sur, debíamos recorrer el complejo entramado de pistas pedregosas que atraviesa el macizo de Al-Hajar ash-Sharqiyah, en el nordeste del país, cuya cima más elevada supera los 2.220 metros de altitud. Son pistas de vértigo no aptas para temerosos, solo transitables con un 4×4 y experiencia en su conducción.

Dejamos atrás la luminosa costa del golfo de Omán armados con un mapa general, los artículos publicados en 1998 por los arqueólogos Paul Yule y Gerd Weisgerber y un GPS. Acompañados del vuelo de alimoches y buitres orejudos, nuestro vehículo superó unos vertiginosos zigzags que en pocos kilómetros nos elevaron del nivel del mar hasta un altiplano de más de 1.000 metros de altitud. Allí empezó la aventura de recorrer las abruptas montañas en busca de las torres cónicas de Shir. En nuestro camino solo encontramos algunos pequeños enclaves habitados, con viviendas que aprovechaban el refugio de cuevas naturales. Debido a la escasez de agua, la agricultura no tiene cabida en este territorio eminentemente pétreo. De hecho, la primera pista se abrió en 1985, precisamente para proveer de agua a los pueblos de montaña y poder llevar a los niños a la escuela.

Tras varias horas de conducción, una buena cantidad de baches y muchos sudores fríos, divisamos por fin la primera de las torres, erguida en la cumbre de un altozano de piedra calcárea de 1.800 metros de altitud arropado por nubes bajas. Ascendimos a pie hasta ella. Su estado de conservación era extraordinario. Alrededor de 5.000 años habían transcurrido desde que los habitantes de la tierra de Magan apilaran piedra sobre piedra hasta crear la imponente construcción en forma de cono truncado de más de 6 metros de altura y 5,75 de diámetro en honor a no sabemos quién. ¡Su origen, al parecer, es anterior a la más antigua de las pirámides de Egipto!

Después de otra hora infernal al volante entre piedras y hoyos, al atardecer alcanzamos el núcleo principal de la necrópolis: decenas de torres de alturas diversas se divisaban dispersas entre las colinas y los riscos circundantes, bañadas en la luz dorada que ahora se filtraba a través de las nubes. El altímetro indicaba 1.750 metros. Habíamos llegado a nuestro destino.

El escritor y fotógrafo Jordi Esteva, experto en temas orientales y africanos, narra sus impresiones al visitar las torres en Los árabes del mar: «Aquél bien podía haber sido el escenario donde Yahvé detuvo en el aire el brazo de Abraham en el momento en que se disponía a sacrificar, puñal en alto, a su propio hijo. Por nada en el mundo, me dije, me quedaría solo en aquel lugar. Y no debí de ser el único porque justo cuando se levantaba un repentino viento fresco que, al penetrar en las torres cónicas, producía un ulular disonante, todos se dirigieron hacia los coches para iniciar el lento descenso».

Yo quería inspeccionar y fotografiar estos in­­quietantes monumentos del pasado, así que bus­camos un rellano donde acampar. Por la tarde, de noche y de madrugada, entre la niebla gélida, fotografié las intrigantes torres. A veces, lo reconozco, con el corazón en un puño, tal era la im­­presión que las antiguas tumbas ejercían sobre mí en medio de aquella desolación absoluta.

Esteva recoge en su libro la leyenda local de que las torres fueron construidas por un gigante llamado Estemsah que tenía atemorizada a la gente del valle porque devoraba sus rebaños y, a veces, algún que otro hombre. Al final sería un joven pastor quien lograría acabar con él gracias a la ayuda de una vieja yinn (genio o ser fantástico de la mitología semítica). La historia real es, por supuesto, distinta, pero tan intrigante como la quimera popular.

III milenio a.c.: Las florecientes ciudades-estado de Mesopotamia, que se desarrollaron en las fértiles tierras entre los ríos Tigris y Éufrates, en el actual Iraq, contaban con materias primas tales como arcilla, betún, cereales, lana o lino, pero carecían de minerales y de piedra. Desde la protohistoria estos materiales fueron importados de otros países.

Los textos cuneiformes de las tablillas sumerias de hacia 2300 a.C. hablan del intenso comercio existente con la tierra de Magan, de donde importaban cobre y también diorita negra, una roca oscura y extraordinariamente dura utilizada en escultura. Hablan de barcos cargueros que transportaban hasta 20 toneladas de mercancía y atravesaban el golfo Pérsico para alcanzar Mesopotamia; y de las altas montañas de Magan de las que se extraían estas materias primas. Según diversas investigaciones, el momento ál­­gido de la extracción del metal se produjo entre los años 2200 y 1900 a.C., en lo que históricamente se conoce como el período Umm an-Nar. Hay pruebas evidentes de que solo en las montañas de Al-Hajar se extrajeron entre 48.000 y 60.000 toneladas de cobre negro (así llamado a causa de sus impurezas). Con el paso del tiempo, la extracción conllevaría la destrucción de los bosques autóctonos y terminaría de forma re­­pentina en el siglo X de nuestra era. La historia de aquel lugar se perdió en el polvo de los siglos.

En 1974 unos geólogos canadienses encontraron en Omán numerosos indicios de la minería de cobre y de su procesado en épocas antiguas. Tras el hallazgo, el Museo Alemán de la Minería de Bochum inició en 1977 un proyecto de investigación para demostrar que Omán era el mítico país de Magan.

Con anterioridad, en 1950, un equipo de ar­­queólogos daneses hallaron unas tumbas en la isla de Umm an-Nar, unos kilómetros al norte de Abu Dhabi, que sirvieron para establecer un período en la historia de aquella región y dar nombre a la cultura de la Edad del Bronce desarrollada allí entre 2600-2000 a.C.

Dos décadas más tarde se descubrieron en el norte de Omán otras tumbas en forma de torres cónicas: en 1972 se produjeron los hallazgos de Bat y Al-Khutm, y en 1974 el de Al-Ayn. Según la Unesco, los tres sitios arqueológicos constituyen el conjunto más completo del mundo de asentamientos y necrópolis del III milenio a.C. Tras las excavaciones llevadas a cabo en los años ochenta, en 1988 los tres fueron incluidos conjuntamente en la Lista del Patrimonio Mundial.

Sin embargo, el descubrimiento más extraordinario aún estaba por llegar. En 1990, durante el congreso «Arabia Antiqua» celebrado en Roma, Paolo M. Costa, del Instituto Italiano para el Medio y Extremo Oriente y experto en historia y arte de la región, mostró unas fotografías aéreas tomadas en 1977 por un tal Alan Shuttleworth en las que aparecían otras torres-tumba cuya localización era desconocida. Dos años después del congreso se publicó el libro A day above Oman del piloto John Nowell, y una de sus fotografías con las torres de Shir llamó la atención de la misión alemana que seguía trabajando en sus investigaciones sobre Magan. En la imagen de Nowell aparecía una espléndida torre desconocida para los arqueólogos: la que luego sería bautizada como Shi10. El autor acabó acompañando al profesor Paul Yule hasta aquel lugar donde unas 60 torres se alzaban hacia el cielo. La foto acabaría siendo portada de The Times.

Y aquí estábamos nosotros ahora. En esos remotos riscos pedregosos, en un inquietante paraje de desolación y soledad absolutas rodeados de torres construidas en la Edad del Bronce. Aunque algunas de ellas estaban semiderruidas, otras presentaban un estado de conservación sorprendente dada su venerable edad.

A la pregunta de qué es exactamente una torre-tumba, Paul Yule responde: «Eran edificios funerarios para una, dos o posiblemente más personas prominentes fallecidas. Estaban destinados a ser hitos visibles desde lejos y por ello fueron construidos en las crestas y bordes de mesetas, colinas o montañas. Difieren en tamaño, altura y forma de construcción. Pueden constar de una pared simple o doble, finamente revestida o rematada con losas de piedra sin trabajar». El mal estado de preservación de la mayor parte de las tumbas de Umm an-Nar oculta a los observadores su aspecto original. No obstante, se supone que la mayoría de las pequeñas tumbas de esta localización de Abu Dhabi deben ser datadas en la segunda mitad del III milenio a.C. «La importancia de las torres-tumba de Shir es precisamente su estado de con­servación, inusualmente bueno», añade Yule.

Paseando entre las torres de Shir apreciamos que las más imponentes, pertenecientes al período Umm an-Nar, constan de una estructura in­­terior circular en forma de colmena que termina en una cúpula y están forradas exteriormente por la torre cónica. En algunas de ellas la pared exterior se ha derrumbado, mostrando esta doble estructura. Otras más antiguas, pertenecientes a un período anterior llamado Hafit, son de apariencia más simple y recuerdan a las que también visitamos en Al-Ayn. Allí, un total de 21 torres se alinean en una cresta rocosa con el imponente telón de fondo del Jebel Misht.

A la mayoría de las tumbas de Shir se accede por una pequeña abertura, normalmente orientada al sol naciente. Casi todos los hallazgos que se excavaron en su interior eran fragmentos de cerámica, ya que por desgracia los esqueletos humanos no se han preservado.

Desde nuestro emplazamiento divisábamos otros grupos de torres en la lejanía. Según Yule y Weisgerber, en Shir hay cuatro agrupamientos, a cierta distancia unos de otros. Todos ellos están presididos por una o dos tumbas de construcción más elaborada en lo que no parece una distribución accidental. El debate es si estos grupos, cada uno de ellos con una torre que se impone sobre sus vecinas, pudiera corresponder a algún tipo de agrupamiento social, como familias o clanes.

Al parecer existen centenares de torres que están diseminadas por el macizo de Al-Hajar. La historia sigue esperando ser desenterrada en las montañas de Omán. Hoy el petróleo sustituye al cobre, la diorita y el incienso como fuente de riqueza del país. La modernización del sultanato ha llevado a la destrucción de muchos lugares históricos antes de que pudieran ser excavados o identificados. Ojalá los arqueólogos puedan salvar el patrimonio que todavía sigue en pie antes de que sea devorado por el desarrollo de forma irreversible.

Ebla

Ebla

Ebla (árabe: عبيل، إيبلا) es una ciudad antigua localizada en el norte de Siria, a unos 55 km al sureste de Alepo. Fue una importante ciudad-estado en dos periodos, primero en el 3000 a. C. y especialmente entre los años 2400 y 2250 a. C., cuando se conocen de ella diversos reyes, varias bibliotecas e importantes documentos epigráficos. Continúa su existencia entre el 1800 a. C. y el 1650 a. C., pero ya perdida su independencia y relieve.

Unos 60 kilómetros al suroeste de Alepo, en Siria, se alza una imponente colina llamada Tell Mardikh. Se trata de un típico tell, un montículo artificial resultado de una antigua ocupación humana. El lugar sufrió numerosos saqueos, pero los arqueólogos, por su parte, lo ignoraron durante largo tiempo. Hasta que, a finales de la década de 1950, unos aldeanos que realizaban labores agrícolas descubrieron allí una magnífica pileta ritual decorada con relieves. Alertado, el Servicio de Antigüedades de Alepo llamó a Sabino Moscati, catedrático de la Universidad de La Sapienza, en Roma, para proponerle la excavación del lugar. Moscati envió allí al joven arqueólogo Paolo Matthiae, quien entonces no podía imaginar que había encontrado trabajo para los siguientes cuarenta años.

El sitio es conocido hoy como Tell Mardikh, y es sobre todo famoso por los archivos con más de 20 000 tablillas cuneiformes, datadas alrededor de 2250 a. C., en sumerio y en eblaíta, una variante lingüística del idioma semítico oriental. Buena parte de los materiales epigráficos se encuentran en el vecino museo regional de Idlib (Siria).

Tablillas: Textos de Ebla

En 1964, arqueólogos italianos de la Universidad de Roma La Sapienza, dirigidos por Paolo Matthiae comenzaron a excavar en Tell Mardikh. En 1968 recobraron una estatua dedicada a la diosa Ishtar portando el nombre de Ibbit-Lim, un rey de Ebla. Esto identificó la ciudad, largo tiempo conocida por las inscripciones egipcias y acadias.

En la siguiente década el equipo descubrió un palacio de aproximadamente del 25002000 a. C. Unas 20 000 bien preservadas tablillas cuneiformes (denominadas “textos de Ebla”) fueron descubiertas en las ruinas. Las tablillas estaban escritas en la escritura sumeria del período dinástico arcaico IIIA, si bien inicialmente no parecía sencillo traducirlas. Tras meses de investigación pudo aclararse que estaban escritas en un dialecto semítico llamado desde entonces “eblaíta”, además del sumerio, manifestando las estrechas relaciones de Ebla con el sur de Mesopotamia, donde fue desarrollada la escritura. Una lista de vocabulario fue hallada con las tabillas, permitiendo traducirlo.

No era la biblioteca del palacio, la cual no ha sido descubierta, sino un archivo de provisiones y tributos, casos legales y diplomáticos y contactos comerciales, y un scriptorium con textos copiados por aprendices. Las tablillas fueron originalmente almacenadas en estantes, pero cayeron al suelo cuando el palacio fue destruido. La ubicación donde las tabillas fueron descubiertas permitieron a los excavadores reconstruir su posición original en los estantes: fueron colocadas en los estantes según el tema.

Ebla en el tercer milenio a. C.

El término ebla significa ‘roca blanca’, y se refiere al afloramiento de piedra caliza en que la ciudad estaba construida. Aunque el sitio muestra signos de una ocupación continuada desde el 3000 a. C., su poder creció y alcanzó su apogeo en la segunda mitad del siguiente milenio. Llegó a la cúspide su poder hacia 2350 a. C.2250 a. C. La mayoría de las tabillas del palacio de Ebla, que datan de este periodo, son sobre materias económicas; ellas proporcionaron un buen aspecto a la vida diaria de los habitantes, además de muy importantes ideas sobre la vida cultural, económica, y política del norte de Siria y del Oriente Próximo hacia la mitad del tercer milenio a. C. Los textos son las cuentas de los ingresos del estado, pero también incluyen cartas reales, diccionarios sumerio-eblaíta, textos escolares y documentos diplomáticos, como tratados entre Ebla y otras ciudades de la región.

Ebla fue un reino de Siria centrado en la ciudad de Ebla, la cual ya existía al comienzo del tercer milenio, momento en el que llegó a ser un verdadero centro urbano amorreo, que se desarrolló por el comercio con Mari, ciudad de la que fue tributaria hacia 2500 a. C., pero dicho tributo fue desapareciendo hasta que hacia 2400 a. C. la situación se invirtió, y Mari pasó a pagar tributos a Ebla, cuyo rey designaba al jefe de estado de Mari.

Se enfrentó a Sargón I de Acad, que aunque ocupó Mari no pudo hacerse con Ebla, que finalmente sería conquistada por su nieto Naram-Sin hacia 2250 a. C. y fue entonces cuando fue abandonada por sus habitantes durante algunos años, al final del siglo volvería a estar habitada y tendría un rey, aunque menos poderoso que antes. Pero dicho rey fue expulsado por el rey de Ur. Al final de esta segunda época, el dominio de la ciudad pasó a Yamkhad, que la convirtió en un principado vasallo.

Economía

Ebla estaba ubicada en un paraje predominantemente árido en la actualidad. Su economía se basaba en una agricultura de secano y en una poderosa ganadería de ovejas y cabras, además de obviamente su extensa red comercial. La exigencia del medio ambiente propició la dispersión del poblamiento, estando los centros de población principales bastante separados y rodeados de aldeas aledañas. La ciudad de Ebla se extendía sobre 50 hectáreas, similar a las ciudades de Mari y Aššur. Su población habría oscilado entre 15 mil y 20 mil habitantes.

En aquella época, Ebla fue el principal centro comercial. Su principal rival comercial rival era Mari, y Ebla es sospechosa de tomar parte en la primera destrucción de Mari. Las tablillas revelan que los habitantes de la ciudad poseían unas 200 000 cabezas de ganado variado (ovejas, cabras y vacas) y habrían sido las necesidades de cereal las que habrían llevado a ampliar el reino. Los principales artículos comerciales de Ebla eran probablemente madera de las cercanas montañas (y quizás del Líbano), y textiles (mencionados en los textos sumerios de la ciudad-estado de Lagash). La mayoría de su comercio parece que iba dirigido hacia Mesopotamia (principalmente Kish), y contactos con el Antiguo Egipto están atestiguados por regalos de los faraones Kefrén (Jafra) y Pepy I, que organizó campañas a Ebla. La artesanía pudo haber sido también una exportación importante: exquisitos artefactos han sido recuperados de las ruinas, incluyendo muebles de madera incrustada con madreperlas y estatuas creadas con diferentes piedras de colores. El estilo artístico de Ebla pudo haber influenciado la calidad de los trabajos del siguiente imperio acadio (ca. 23502150 a. C.).

Gobierno

La forma de gobierno no es bien conocida, aunque la ciudad parece haber sido gobernada por una aristocracia de comerciantes que elegían un rey y confiaban la defensa de la ciudad a mercenarios. A través de las tablillas se han conocido los nombres de varios reyes como Igrish-Halam, Irkab-Damu, Ar-Ennum, Ibrium e Ibbi-Sipish. Ibrium rompió con la tradición e introdujo una monarquía absoluta. Le sucedió su hijo Ibbi-Sipish.

El tratamiento que se da a muchos de los primeros reyes es peculiar, ya que frente a la tradición mesopotámica del culto reverencial al rey y su representación heroica, el monarca de Ebla es representado de manera más modesta. No se encuentran textos celebrativos para la mayor parte de monarcas, no posee títulos especiales y cuando aparece en los textos aparece como responsable de la actividad comercial, así como las tareas de organizar, defender y extender las rutas comerciales. Parece haberse tratado inicialmente de una monarquía electiva y no hereditaria, donde priman los intereses económicos antes que los dinásticos. Entre la aristocracia gobernante no parecía haber una línea clara entre los asuntos comerciales privados y los públicos. El rey controlaba el sistema de redistribución de las riquezas generadas en el comercio, derivando al palacio, templos y grupos familiares los recursos. Posiblemente el poder del rey estaba limitado por poderes locales autónomos ligados a las aristocracias locales.

El reino habría estado dividido en 14 distritos de los cuales a la capital corresponden dos. El rey tiene el título de en, mientras que sus gobernadores son denominados lugal (título empleado también por embajadores y gobernantes de ciudades importantes), como último eslabón de la cadena burocrática estaban los ugula que parecen ser representantes del gobierno de Ebla, encargados de gestionar sus intereses en terrenos remotos, como la región de Canaán. Además se mencionan consejos de accionos o abba con funciones que superan el de un órgano consultivo. La reina posee un carácter especial, limitando en poder del rey en asuntos religiosos, fenómeno similar al encontrado entre los hititas. Las reina mantiene su título de “reina madre” incluso en caso de fallecimiento del soberano.

Religión

Algunas de las bien conocidas deidades semíticas aparecen en Ebla (Dagan, Ishtar, Resheph, Kanish, Hadad), y algunas otras, por el contrario, desconocidas como Kura, Nidakul, unos pocos dioses sumerios como Enki y Ninki y dioses hurritas como Ashtapi, Hapat e Ishara. El dios principal parece haber sido Kura, que junto a su pareja la diosa Hadda y el Sol forman la tríada principal.

La destrucción de Ebla

Sargón de Acad y su nieto Naram-Sin, los conquistadores de gran parte de Mesopotamia, reclamó cada uno el haber destruido Ebla; la fecha exacta de la destrucción es el tema de un continuo debate, pero el 2240 a. C. es una candidata probable. Durante los siguientes tres siglos, Ebla alcanzó una vez más una relevante posición económica, con posiblemente la vecina ciudad de Urshu, como está documentado por textos económicos de Drehem (un suburbio de Nippur), y por los hallazgos en Kultepe/Kanesh.

Ebla en el segundo milenio a. C.

Varios siglos después de su destrucción por los acadios, Ebla consiguió recobrar algo de su importancia, y tuvo su segundo apogeo del 1850 al 1600 a. C. Su pueblo fue entonces conocido como amorreos; Ibbit-Lim fue el primer rey.

Ebla es mencionada en textos de Alalaḫ alrededor de 1750 a. C. La ciudad fue destruida de nuevo en el turbulento periodo entre el 1650 y el 1600 a. C., por el rey hitita Mursili I o Hattusili I.

Ebla nunca se recuperó de su segunda destrucción. Sobrevivió como un pequeño pueblo hasta el siglo VII, después estuvo desierta y olvidada hasta su redescubrimiento arqueológico.

La primera campaña, en 1964, sacó a la luz cerámica del III milenio a.C., mientras que en las siguientes se descubrieron templos, palacios y una puerta monumental. Tell Mardikh se revelaba así como un importante centro económico y religioso, y la misma Siria, considerada antes un lugar de paso y patria de nómadas analfabetos, aparecía como un nuevo polo de poder, comparable con los de Mesopotamia y Egipto.

En 1968, el equipo descubrió un busto de basalto mutilado con una inscripción grabada. Matthiae encargó la traducción del texto, escrito en cuneiforme y en un dialecto del acadio, al nuevo epigrafista de la expedición, Giovanni Pettinato, profesor de Sumerología de la Universidad de Heidelberg.

La ciudad olvidada

Pettinato tradujo la inscripción rápidamente: hacía referencia a un personaje llamado Ibbit-Lim, que resultó ser un rey de la ciudad de Ebla. Tal era, pues, el nombre del yacimiento en la antigüedad. La existencia de Ebla era conocida desde finales del siglo XIX, cuando Ernest de Sarzec descubrió en la ciudad sumeria de Tello una inscripción en la que se mencionaba a Ebla como lugar de procedencia de la madera para la construcción del templo de Eninnu. La inscripción especificaba también que Ebla se hallaba en algún lugar más allá de la ciudad de Urshu, tras el altiplano sirio, lo que coincidía con el hallazgo de Matthiae y Pettinato. Sin embargo, parte de la comunidad científica se resistió a aceptar la equivalencia de Tell Mardikh con Ebla, arguyendo que la Siria de ese período no podía albergar una cultura propia y tan evolucionada.

El gran hallazgo

La gran sensación de Ebla llegó, sin embargo, en 1974, cuando Matthiae halló en las estancias de un palacio del III milenio a.C. un conjunto de 42 tablillas escritas en cuneiforme, ennegrecidas por el fuego. El arqueólogo envió un telegrama a Pettinato, que entonces estaba en Roma, para notificarle el hallazgo. El epigrafista, presa de la excitación, voló enseguida hasta Damasco y llegó a la excavación a las dos de la madrugada. Ante la mirada expectante de los presentes, Pettinato estudió las tablillas. Al cabo de un rato, exasperado, levantó la vista exclamando: «No comprendo ni una palabra». Las tablillas no estaban en acadio, sino en una nueva lengua que Pettinato bautizó como eblaíta. Tras meses de profundo estudio en Roma, Pettinato logró descifrar el lenguaje y leer las tablillas. Los resultados eran contundentes: la ciudad en cuestión era la Ebla mencionada en los textos sumerios y acadios.

Las investigaciones siguientes mostraron que esas 42 tablillas formaban parte de uno de los más grandes archivos hallados en el Próximo Oriente. Bajo las ruinas del palacio real se descubrió una cámara repleta de miles y miles de tablillas, más de 20.000. Pettinato recuerda el hallazgo: «Descendí hasta una profundidad de ocho metros y agachándome empecé a examinar la primera tablilla que recogí, cubierta por la arena de siglos». Esta vez la pudo leer con claridad: era una lista de ciudades y en ella aparecían las palabras En-Ebla (rey de Ebla). El equipo había descubierto los archivos reales de la ciudad.

Una gran biblioteca

Las tablillas contenían textos  muy variados: administrativos, religiosos y épicos, listas reales, tratados internacionales, diccionarios bilingües… Sin duda, completaban de modo inesperado la visión que se tenía del mundo oriental a mediados del III milenio a.C., y situaban a Siria en el plano de los grandes centros de Mesopotamia y Egipto.

Las tablillas aparecieron amontonadas como consecuencia de la destrucción de los estantes donde estaban cuando la ciudad fue incendiada por el rey acadio Naram-Sin; al quemarse, las tablillas cayeron unas sobre otras, pero los arqueólogos lograron restituir su colocación original y el sistema de archivo empleado. Estaban dispuestas en ángulo recto, con el reverso hacia fuera, ya que era aquí donde en los textos administrativos se escribían las sumas y una especie de título para identificarlas. Otro sistema de localización era su forma: las redondas indicaban el registro de entrada y las cuadradas el de salida. En el suelo, en cestos de mimbre, se guardaban las que eran de consulta más frecuente.

Desde entonces, el análisis de esta enorme cantidad de textos ha sacado a la luz nuevas y sorprendentes informaciones que iluminan la civilización del Próximo Oriente en el III milenio a.C.

Vista aérea de Tell Mardikh, en el norte de Siria, identificada con la antigua Ebla por los arqueólogos Matthiae y Pettinato en la década de 1970.

 

 

 

 

 

Toros de Guisando

Toros de Guisando: Ubicación

Cerro de Guisando
El Tiemblo Ávila Castilla y León España

Construcción: Edad de Hierro: Hacia el siglo II a.C.

Autor: Pueblo vetón

Características

Tipo: Conjunto escultórico vetón

Los Toros de Guisando son un conjunto escultórico vetón que se ubica en el cerro de Guisando, en el término municipal de El Tiemblo, en la provincia de Ávila (España).

Se datan entre los siglos II y I antes de Cristo, con preferencia a la creación en el siglo II a. C., durante la Edad del Hierro.

Se trata de cuatro esculturas realizadas en granito que representan cuadrúpedos, identificados como toros o verracos (cerdos sementales), con preferencia a la suposición de que se trata de toros, ya que algunas de las piezas presentan, en la cabeza, oquedades consideradas para la inserción de cuernos.

Las cuatro esculturas se encuentran costado contra costado, formando una línea en dirección norte-sur y todas ellas mirando hacia el oeste, a la loma del cerro de Guisando, del que reciben su nombre, dejando a sus espaldas el arroyo Tórtolas, frontera natural que separa las comunidades de Castilla y León y Madrid.

La importancia de la ganadería para la subsistencia del pueblo vetón hace suponer que estas estatuas eran protectoras del ganado, aunque ésta es solamente una de las muchas teorías planteadas en torno a la función de estas esculturas. Localizados en el término municipal de El Tiemblo, en Ávila, los cuatro Toros de Guisando son una de las mejores manifestaciones artísticas de la España pre-romana. Estas figuras fueron realizadas entre los siglos IV y I antes de Cristo, en plena Edad del Hierro. Durante esta etapa, el pueblo de los vetones está asentado en las provincias actuales de Badajoz, Cáceres, Salamanca y Ávila. Pueblo fundamentalmente ganadero, los vetones se establecían en lugares en los que abundaba el agua y el pasto para sus rebaños. El ganado -vacas, toros, cerdos- y la caza -jabalíes-, les procuraba carne, leche, cuero y estiércol, productos de importancia vital. De ahí que erigiesen toscas representaciones, llamadas verracos, de cerdos, jabalíes y toros, como éstas de Guisando. Realizadas en bloques de granito, las cuatro figuras, de más de dos metros y medio de largo, miran alineadas hacia el atardecer y al cerro del que toman nombre, estando situadas en la margen izquierda del arroyo Tórtolas. Aunque poco elaboradas, algunas de ellas dan muestra de un incipiente realismo, pues poseen agujeros para insertar los cuernos y unos suaves surcos paralelos que indican los pliegues del cuello del animal. La gran duda que nos queda acerca de estos cuatro enigmáticos verracos es su función, pues pudo tratarse de esculturas con fines religiosos o funerarios, o bien ser protectoras de los rebaños, dotadas de una finalidad mágica o bien como simples hitos en las cañadas o marcadores territoriales.

Los Toros de guisando son cuatro esculturas de toros, tallados en piedra granítica, de 2 metros y medio de longitud, cuyo origen se desconoce ¿Vetones?

Su datación nos lleva al siglo II ó III a.C. Su origen todavía está en discusión. Se encuentran en un paso de la Cañada Real, paso estratégico de la Meseta Norte a la Meseta Sur por el ganado de la época, hoy en día en desuso. Cerca se encuentra una calzada prerromana y una necrópolis visigoda.

Su significado se asocia a un templo dedicado al dios Tauro, animal de gran fuerza, nobleza y virilidad, que se ha venerado a lo largo de la Historia en muchas Culturas; al mirar los cuatro toros al oeste, podrían indicar el cambio de estación por donde se oculta el sol en invierno; o podrían formar parte de la entrada de un centro de culto o centro sagrado. Hay quien los interpreta como símbolos protectores de los ganados.

En la península Ibérica el toro se ha representado desde tiempos paleolíticos, por lo que no es de extrañar que esculturas de estos animales sirvan de veneración.

Algunos autores sostienen que su autoría se debe a los vetones, pueblo ganadero asentado en la provincia de Ávila, que asumieron la cultura tartésica. O porqué no, los propios tartesos podían haber tallado los toros. El toro era un animal muy popular en la Cultura Tartesa, además su relación con los fenicios podría haber afianzado la importancia del toro como animal a venerar. Otro pueblo que influyó mucho en la cultura tartésica es la de los cartagineses, sacrificaban vidas humanas en adoración al toro.

Tartessia vive su esplendor entre los siglos VIII y V a.C. y es gracias a la obtención del bronce, así como la extracción de oro y plata, lo que les hace importantes, pues dichos metales y su calidad son muy codiciados por los pueblos de las orillas del Oriente Próximo, concretamente Fenicia y Grecia. Por tanto cualquiera de estos pueblos podrían haber sido los autores de los toros de Guisando.

Referencias literarias

Los Toros de Guisando han estado presentes en obras literarias españolas de todos los tiempos. Miguel de Cervantes los cita varias veces en Don Quijote de la Mancha, en tanto que Federico García Lorca recurre a su valor emblemático en su obra Llanto por Ignacio Sánchez Mejías:

…y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.

Tratado de los Toros de Guisando

El paraje da nombre al Tratado de los Toros de Guisando que allí se firmó en el siglo XV entre el rey Enrique IV de Castilla y su hermana Isabel (la futura reina Isabel I de Castilla, más conocida como Isabel la Católica), por el que aquel reconocía la proclamación de ésta como Princesa de Asturias y, con ello, heredera al trono de Castilla.

Ruinas en el Lago Titicaca

Ruinas en el Lago Titicaca

Hallan vestigios de antigua civilización sumergida en el lago Titicaca

Para los incas, el lago Titicaca -cuya superficie de 900 km2 es compartida por Perú y Bolivia- representaba la cuna de la civilización humana. Incluso otros pueblos altiplánicos anteriores al Imperio Inca creían que el Sol y su divinidad suprema, Viracocha, habían nacido de las entrañas del mismísimo lago. Además, en torno al Titicaca, existe una leyenda que habla de una fabulosa ciudad atrapada en sus aguas: Wanakú.

Motivados por la gran riqueza arqueológica del Titicaca -ubicado a 150 kilómetros al noroeste de la Paz, Bolivia-, un grupo internacional de 18 científicos de Italia, Brasil y Bolivia ha realizado por cuatro años una serie investigaciones en el lugar. Su último hallazgo fue el descubrimiento de restos de una antigua civilización en las profundidades del lago.

Cultura Tiwanaku

La expedición, llamada Tiwanaku 2004, llevada a cabo por la organización científica Akakor, logró fotografiar con la ayuda de un sofisticado equipo robótico un ídolo de oro (que pesa más de 30 kilos?) y varias vasijas a 70 metros de profundidad. Los objetos fueron encontrados bajo el agua, a la altura de la Isla el Sol que se ubica en el lago. Esta última, junto con la Isla de la Luna, son lugares sagrados para los pueblos andinos.

Aunque no se ha determinado la verdadera antigüedad de los vestigios encontrados, los expertos creen que existe una relación con la cultura Tiwanaku que habitó en la zona entre el 1500 a.C. y 1172 d.C. Esta civilización es considerada la precursora del Imperio Inca.

Los científicos anunciaron, además, el descubrimiento de una isla sumergida llamada Wilakota (Lago de Sangre). Se presume que en el lugar se realizaban sacrificios humanos y que la isla quedó sumergida al aumentar el nivel del lago más de 100 metros durante el último siglo.

Antigua civilización

La misión, que contó con el apoyo de la Fuerza Naval y del Instituto Nacional de Arqueología, de Bolivia, duró 20 días y tenía como misión reforzar la teoría del instituto Akakor, que sostiene que hace cinco mil años la isla del Sol era una península pegada a tierra. Según Lorenzo Epis, jefe de la expedición, este terreno se podría haber desprendido y, por lo tanto, debajo de las aguas que la rodean podrían existir restos de grandes civilizaciones.

Esta hipótesis sedujo al grupo de científicos para iniciar una investigación en el año 2000 conocida como Atahualpa. Entonces fueron encontrados a 13 metros de profundidad restos de una construcción preincaica, terrazas de cultivo, restos de lo que habría sido un muro de contención de un camino de piedra, tramos de un centro ceremonial, urnas rituales y piedras talladas.

Una segunda fase del proyecto fue realizada en el 2002. Los científicos lograron descubrir rastros pertenecientes al periodo preincaico. “Aunque seguramente recibiremos críticas, como las que recibimos hace dos años, creo que se tienen que empezar a revisar teorías antiguas y tomar en cuenta lo que dijimos antes: el nivel de las aguas del lago era mucho más bajo y en lo que es ahora su lecho hubo vida humana”, dijo Epis.

Pre-Inca ruinas encontradas en el lago Titicaca The Guardian – el 23 de de agosto de, el año 2000

Las ruinas de lo que se piensa que es un enorme templo antiguo han sido descubiertas por los arqueólogos de buceo bajo el Lago Titicaca en los Andes entre Bolivia y Perú. Un equipo internacional de científicos anunció el hallazgo esta semana después de hacer más de 200 inmersiones en el Titicaca, el cual, a 3.800 metros sobre el nivel del mar, es el lago navegable más alto del mundo

Templo antiguo encontrado en el lago Titicaca BBC – el 23 de de agosto de, el año 2000

Los buzos fueron tan profundo como 30 metros en su exploración Las ruinas de un antiguo templo han sido encontrados por los arqueólogos internacionales bajo el Lago Titicaca, el lago más alto del mundo. Una terraza para los cultivos, un largo camino y de 800 metros (2.600 pies) de largo de la pared también se encuentran en las aguas del lago, situado en las montañas de los Andes entre Bolivia y Perú. Se remonta hace 1.000 a 1.500 años las ruinas son pre-inca. Ellos se han atribuido a los indígenas de Tiwanaku o Tiahuanaco, dijo Lorenzo Epis, el científico italiano que lleva la expedición científica Atahuallpa 2000. El templo tiene medidas de 200 m por 50 m (660 pies por 160 pies), casi el doble del tamaño de una cancha de fútbol promedio. Más de 200 inmersiones se realizaron en el lago, a profundidades de hasta el 30 m (100 pies), para registrar las ruinas en la película.

El templo sumergido del Lago Titicaca

Izq: Cabeza del muro interno del Templete Semisubterráneo, Tiahuanaco. Der: Figura de cabeza sumergida en las aguas del lago Titicaca.

El hallazgo se produjo cuando los exploradores decidieron seguir un camino que divisaron bajo las aguas del lago. Al seguirlo, dieron con el templo sumergido en algún punto cercano al pueblo de Copacabana, entre la Isla del Sol y la Isla de la Luna (Bolivia).

Imagen satelital del lugar del lago Titicaca donde se encontraría sumergido un templo pre-inca de grandes proporciones.

El resultado de las investigaciones justificaba el esfuerzo: se encontraron siete edificaciones de unos cinco metros de ancho y diez de largo cada una, veintidós muros paralelos y finalmente la calle empedrada, todo esto unos ocho metros debajo del espejo del lago Titicaca.

Para la investigación de Tiahuanaco este hallazgo es de fundamental importancia porque señala que alguna vez el nivel del agua debió ser, cuando menos, ocho metros menor que en la actualidad, o acaso aún mucho más”.

Según Simone Waisbard, en “Tiahuanaco: diez mil años de enigmas incas”, “en Francia, algunos meses después, Ramón Avellaneda mostró su película y el informe detallado de sus buceos al comandante Cousteau que preparaba una nueva odisea marina a través de los océanos.

Una expedición científica de mayor importancia que la “Fer Lance”, que disponía de los medios más modernos, permitiría el estudio profundo de las reglas aún inexactas de la fisiología de buceo a gran altura.

Además, quizá sería posible averiguar algunos de los misterios arqueológicos escondidos en el fondo del lago más “alto” del mundo.

Thimlich

Thimlich, Kenia

 Thimlich Ohinga es un complejo de ruinas de piedra en el condado Migori, el oeste de Kenia, en el este de África.[1] Es uno de los 138 sitios que contienen 521 estructuras de piedra que fueron construidos alrededor del Lago Victoria región en Kenia.[Cita requerida] El principal recinto de Thimlich Ohinga tiene paredes que varían de 1,0 a 3 metros de espesor, y de 1 a 4,2 metros de altura.[2] Las estructuras fueron construidas a partir de bloques sin labrar, rocas y stonesset en su lugar sin mortero.[2] Los densamente poblados piedras de enclavamiento. El sitio se cree que tiene más de 550 años de edad.[3] El área está ocupada los Luo. ‘Thimlich’ significa “bosque denso aterrador” en Dholuo, en el lenguaje de los Luo[2] [3], plural significa “Ohingni ” Ohinga ‘” una gran fortaleza “en (Dholuo)

Habitantes y estilo arquitectónico

Las personas que hablaban una lengua bantú posiblemente proto Luhya / gusii habitaron la zona durante un tiempo antes de que misteriosamente libres antes en algún momento justo antes, durante o después de la expansión de los Luo en el área. El Kisii (que viven cerca de Thimlich Ohinga) y el Maragoli, Bunyore (dos ramas de las personas Luhya) descienden de tres hombres llamados gusii, Mulogoli y Anyore respectivamente. Estos tres hombres fueron los hijos de un hombre llamado Andimi. Los Maragoli, Kisii y BaNyore la gente se asentó esta parte del sur-oeste de Kenia en algún momento del siglo 13 o el 14 antes de la llegada de los Luo hace 300 años.[2] Después de la expansión de los Luo en el área, que eran más numerosos en ese momento, los tres grupos étnicos se separaron formalmente en tres, con la dirección sur Kisii y el Maragoli (o Valogooli / Balogooli) y el Banyore (o Vanyole) en dirección hacia el norte.

Los migrantes de Uganda, Ruanda, Sudán y Burundi se cree que tienen también hizo su camino a través de la zona, algunos de los cuales terminó yendo hacia el sur en Tanzania. Fue desalojada por última vez durante la primera mitad del siglo XX.[4]

El estilo arquitectónico de la Thimlich Ohinga refleja el estilo de construcción de la Gran Zimbabwe Imperio, 1.900 millas/3.600 kilómetros al sur de Zimbabwe, aunque de menor tamaño. Otra diferencia es que la arquitectura Gran Zimbabwe fue construida con piedras de forma, sin embargo, al igual que Thimlich Ohinga, la utilidad de mortero parece haber sido evitado. Thimlich Ohinga es un ejemplo de la arquitectura defensiva de la sabana, que con el tiempo se convirtió en un estilo tradicional en varias partes del Este y Sur de África. Retrata prácticas homesteads de piedra y un sistema comunal, centralizado de control, que se ha difundido en la región del Lago Victoria. Formas posteriores de esta arquitectura de paredes de piedra se pueden ver en algunas casas tradicionales en el oeste y el sur-oeste de Kenia.[5]

Las historias orales sugieren que Thimlich Ohinga fue construido por los entonces habitantes, y que servia como protección contra los extranjeros en Kadem, áreas Kanyamwa, así como de los vecinos grupos étnicos de lo que hoy es Tanzania – pero como los nombres sugieren, (Kadem es un ejemplo de un nombre Luo) los nombres actuales se produjo después de los Luo comenzó a habitar la zona. Por razones aún desconocidas, Thimlich Ohinga fue abandonado por los constructores originales. Con el tiempo, otras comunidades se trasladaron a la zona en el período entre los siglos 15 y 19. y los que vivían dentro de los complejos de ellas mantiene mediante la reparación y modificación de las estructuras. La re-ocupación y la reparación no interfirieron con la preservación de las estructuras. Aparte de ser una fortaleza defensiva, Thimlich Ohinga era también un centro económico, religioso y social.[Cita requerida] La investigación arqueológica llevada por los Museos Nacionales de Kenia ha dado a conocer la fabricación de productos como la cerámica, y también contenían huesos humanos y animales.[cita requerida]

Dentro de las estructuras, son particiones de diversos tipos, como pasillos, recintos y depresiones más pequeñas. Algunos de los compartimentos incluyen secciones de juegos donde los hombres juegan a juegos como ‘Ajua’, y piedras de moler, donde las mujeres muelen el grano.[Cita requerida] corrales para ganado vacuno, ovejas, cabras, pollos, patos, gallinas de Guinea y muros de contención para los jardines eran también construida.[cita requerida]

Las entradas se realizan a propósito pequeño, por lo que los posibles intrusos serían rápidamente sometidos por los guardias en una torre de reloj cerca de la entrada. Es fácil de escanear todo el complejo de la torre de vigilancia construida a partir de rocas levantadas.[2]

Habitantes de Thimlich Ohinga también tuvieron fuertes laterales más pequeñas que tenían casas, áreas de comida, corrales de animales, y un granero.[6]

Etimología

Neville Chittick, el ex director del Instituto Británico de Historia y Arqueología en el este de África, documentó el sitio en la década de 1960. Los investigadores de los Museos Nacionales de Kenia comenzaron a trabajar en el sitio en 1980. Una vez llamado “Valle Liare” después de un valle al noreste de la zona, Thimlich Ohinga fue declarado como Monumento Nacional de Kenia con su nuevo nombre en 1981. El nombre fue cambiado porque ‘Liare Valle’ no describe la ubicación exacta del sitio.

Localización

Thimlich Ohinga se encuentra 181 kilómetros al sur de Kisumu en Migori condado, en una suave pendiente de la colina 46 kilometros al noroeste de Migori ciudad cerca de las minas del Macalder. Los otros 137 sitios que se parecen a ella se concentran en las áreas de Karungu, Kadem-Kanyamkago, Gwassi, promontorios Kaksingiri Lake, Kanyidoto y Kanyamwa.[7]

Conservación

El Kenya Wildlife Service, y el Museo Nacional de Kenia han designado Thimlich Ohinga un sitio de conservación. Animales salvajes como gallinas de guinea, diversas especies de monos, aves y antílopes viven en los bosques que rodean el sitio. El Museo Nacional de Kenia presentó una solicitud a la UNESCO, en nombre del gobierno, solicitando la inclusión de Thimlich Ohinga paisaje cultural en el patrimonio de la humanidad.[7]

Thimlich Ohinga es un raro ejemplo, a principios de la arquitectura defensiva de la sabana que condujo a este tipo de diseño de convertirse en un estilo tradicional a través de África Oriental. Es un ejemplar de las prácticas de piedra de pared y de un sistema comunal, centralizado de control, que se ha difundido en la región del Lago Victoria de Kenia. Construido como un pueblo fortificado, Thimlich Ohinga sirve funciones defensivas, económicas, religiosas y sociales. La investigación arqueológica ha descubierto mucho sobre la estructura urbana y la fabricación de bienes realizadas dentro de la comunidad. Como antiguo centro urbano, muchas comunidades que rodean afirman tener una conexión con la historia de Thimlich Ohinga, amplificando así su importancia cultural local.