Historia
Presidente del Parlamento Europeo
Relación de los Presidentes del “Parlamento Europeo”
El Presidente del Parlamento Europeo es el más alto responsable y representante de la primera institución del sistema constitucional comunitario; el Parlamento Europeo detenta, junto con el Consejo, los poderes legislativo y presupuestario, y ejerce además las superiores funciones de control político y consultiva.
El Presidente dirige y ordena los debates y trabajos del Pleno, la Conferencia de Presidentes de los Grupos Políticos y la Mesa del Parlamento, y vela por la correcta aplicación del Reglamento. Es asimismo el máximo representante, interior y exterior, de la institución, y su firma es, junto con la del Presidente del Consejo, indispensable para la entrada en vigor de los actos legislativos aprobados por ambas Cámaras. Al Presidente corresponde la más alta preferencia protocolaria europea.
El Presidente es elegido por la mayoría absoluta del Parlamento, entre sus miembros, y su mandato es de 2 años y medio renovables (la mitad de una legislatura). El actual Presidente del Parlamento Europeo es el diputado socialista alemán Martin Schulz.
Tras las elecciones europeas de junio de 2004, los eurodiputados escogidos por los ciudadanos europeos compusieron el nuevo Parlamento, en el que la primera fuerza fue el Partido Popular Europeo, seguida por el Partido Socialista Europeo. Estas dos formaciones pactaron escoger a un presidente socialista de mitad de 2004 a enero de 2007 y, posteriormente, de enero de 2007 a mitad de 2009, un presidente popular.
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Ng’amoritung’a
Subcategoría: Círculos de piedra.
Circulo megalítico en Ng’amoritung’a Kenia
Ng’amoritung’a, también conocida como Namoratunga es un conjunto de necrópolis y círculos de piedras o cromlech. Conocidas como las piedras de la danza, este lugar arqueológico esta situado cerca de Kalakol en Kenia.
Se trata de un pequeño conjunto de pilares o piedras circulares situadas cerca de la camino entre Lodwar y Kalokol y del lado oeste del lago Turkana. Muchos de los megalitos presentan diversos tipos de grabados, y la mayoría se encuentra situados en zonas relativamente cercanas al lago Turkana, en Kenia. El alineamiento de pilares hacia determinadas estrechas sugiere su utilización como observatorio astronómico, como Stonehenge o Nabta en Egipto o los círculos megalíticos de Senegal-Gambia. En el mismo lugar de los alineamientos se encuentran tumbas humanas generalmente de varones que presentan grabados con diseños geométricos, de manadas de ganado, etc. Históricamente la zona del lago Turkana fue ocupada por pueblos Nilóticos que no usaban el enterramiento y por ello la necrópolis se atribuye a pueblos que en la actualidad ocupan el sur de Etiopia.
Se piensa que se trata de un tipo de observatorio astronómico. Se trata de una decena de piedras, que tienen una altura de alrededor de un metro. Algunas permanecen verticales pero otras están inclinadas o completamente caídas. Tienen un cierto alineamiento en la dirección este-oeste pero no está completamente claro. Se utilizan en las ceremonias de danza en el mes de diciembre por clanes que se asienta en las cercanías del lago Turkana, pero son muy anteriores a la llegada de estos clanes. La palabra “namaratunga”, significa lugar de piedras verticales en la lengua de dichos clanes.
En alguna de las más altas se encuentras pequeñas piedras y también hay restos de varios círculos de dichas piedras, como formando los perímetros de túmulos y cairn. Parece ser que los pilares están alineados hacia las posiciones de algunas importantes estrellas del calendario Borana en la posible fecha en que fueron erigidas en torno al 300 a.C. En la imagen siguiente pueden ver un gráfico de dicho alineamiento.
Namoratunga es un archaeoastronomical sitio en el lado oeste del lago Turkana en Kenia, se cree que fue fundada alrededor del año 300 aC. Es fácilmente visible en la Lodwar – carretera Kalokol, a 20 metros de la carretera. Namoratunga II (3 ° 25’22 “N 35 ° 48’10” E contiene 19 columnas de basalto, alineados con los sistemas de 7 estrellas: Triángulo, Pléyades, Bellatrix, Aldebaran , Centro de Orión, Saiph y Sirius. Namoratunga significa “pueblo de piedra” en el lenguaje de Turkana. Mark Lynch y LH Robbins descubrió el sitio en 1978. Lynch cree que los pilares de basalto atan las constelaciones o estrellas a los 12 meses de 354 días calendario lunar de Cushitic altavoces del sur de Etiopía. Los pilares se alinean con los movimientos de los 7 constelaciones correspondientes a un calendario 354-día. Los pilares están rodeados por una formación circular de piedras. Existe una tumba con un pilar en la parte superior de la zona. Namoratunga I (2 ° 23’0.04 “N 36 ° 8’2.52” E [1]. Contiene una tumba similar, pero no hay pilares [2] [3]
Montículo Esmeralda
Montículo Esmeralda
Esmeralda es uno de los mayores montículos de América del Norte. Abarca 3,2 hectáreas, de 235 por 133 metros en la base, tiene una altura de 10,7 metros. Fue construido acumulando tierra a los lados de una colina natural. Hay dos montículos más pequeños encima, el mayor de 57,9 x 48,7 metros y 9,15 de alto. Varios montículos adicionales se localizaban en los bordes del montículo principal, pero fueron destruidos por el hombre y la erosión.
La construcción se desarrollo durante el período de la Cultura Mississipiana (800 – 1500 d. C.), fue un centro ceremonial para la población que residía en las aldeas de la periferia.
A fines del 1600 los Natchez la abandonaron y establecieron la “Gran Villa” unos veinte kilómetros al suroeste.
Este es el segundo montículo del templo indio más grande de los Estados Unidos. Fue construido y utilizado entre 1300 y 1600 dC por los precursores de los indios Natchez. Estos indios usaron una colina natural como base, a la que remodelaron recortando la parte superior y rellenando los lados para formar una gran plataforma primaria, de 770 pies de largo, 435 pies de ancho y 35 pies de alto. En el extremo oeste aún se encuentra un montículo secundario de 30 pies que alguna vez estuvo coronado por una estructura ceremonial.
El Centro Ceremonial
Ubicado a unas 10 millas al noreste de Natchez, Mississippi, Emerald Mound es el segundo montículo ceremonial del período Mississippian más grande en los Estados Unidos, solo superado por Monk’s Mound cerca de Cahokia, Illinois. Construido y utilizado entre los años 1200 EC (era actual) y 1730 EC, este montículo de 35 pies de altura cubre ocho acres y mide 770 pies por 435 pies en su base. Dos montículos secundarios se asientan sobre el montículo principal, lo que eleva la altura total a aproximadamente 60 pies. El más grande en el extremo oeste mide 190 pies por 160 pies por 30 pies de alto. Los primeros registros sugieren que había seis montículos más pequeños ubicados a lo largo de los lados del montículo principal, pero la evidencia visual de estos montículos más pequeños ha desaparecido hace mucho tiempo.
Hernando de Soto y el Montículo Esmeralda
Cuando el explorador Hernando de Soto pasó por el sureste de América del Norte en la década de 1540, los indios americanos que componían la cultura del Misisipi aún eran numerosos y poderosos. Sabemos que los montículos de los templos todavía estaban en uso, porque los jinetes españoles documentaron cabalgando hasta sus cimas planas. Cuando los franceses llegaron al área alrededor de 1700, la gente de Natchez y otras culturas locales aún seguían la forma de vida tradicional de Misisipí.
Casi todos los pueblos y centros ceremoniales que habían visto los hombres de De Soto fueron abandonados a fines del siglo XVII. El rápido declive de la cultura de Misisipí probablemente fue el resultado de varios factores, incluidas las enfermedades introducidas por De Soto y sus hombres, la intrusión de los europeos en estas comunidades y los conflictos internos resultantes de la desintegración de su orden social. La gente no desapareció sino que se adaptó para hacer frente a la pérdida de población.
Arqueología en Emerald Mound
Las primeras excavaciones arqueológicas en Emerald Mound ocurrieron en 1838 con investigaciones periódicas que continuaron hasta 1972. A través de estas excavaciones, podemos aprender más sobre las personas que construyeron los montículos. A mediados de la década de 1900, la erosión natural de los montículos secundarios se convirtió en un problema tal que los taludes de la plataforma superior se estabilizaron restaurando y cubriendo la superficie con césped. Emerald Mound fue entregado al Servicio de Parques Nacionales en 1950, y en 1989 fue designado Monumento Histórico Nacional.
El montículo aparece por primera vez en relatos de viajes y estudios en 1801; durante el siglo XIX se conocía como el sitio de Seltzertown, llamado así por un pueblo cercano que desde entonces ha desaparecido. Adquirió el nombre actual de Emerald Plantation, en cuya propiedad se encontraba el sitio en la década de 1850.
Excavación del Servicio de Parques Nacionales en Emerald Mound, c1948
Cortesía de Natchez Trace Parkway, Servicio de Parques Nacionales
Vista aérea del Montículo Esmeralda
Importancia social de los montículos
Las aldeas de los habitantes de Mississippi están marcadas por montículos de tierra de cima plana que se encuentran dispersos por todo el valle de Mississippi y el sureste. A veces, un solo gran montículo dominaba la aldea o el centro ceremonial. Más a menudo, los montículos estaban dispuestos alrededor de una plaza rectangular. En Emerald Mound, sin embargo, el centro ceremonial de la aldea estaba en la cima del montículo. Hay evidencia de un sitio de aldea cerca del montículo que fue destruido por el cultivo. Más de una docena de grupos de montículos se encuentran dentro de las 25 millas de Emerald Mound.
Los montículos de los habitantes de Mississippi se utilizaron para entierros, templos y estructuras ceremoniales. Los arqueólogos creen que los montículos fueron escenario de elaboradas procesiones cívicas, bailes ceremoniales y rituales religiosos intrincados y solemnes.
Aunque hay muchos misterios que rodean a Emerald Mound, los arqueólogos pueden juntar las piezas para aprender sobre los primeros residentes del área.
A medida que la sociedad de Mississippi siguió cambiando debido a conflictos internos y externos, los residentes se vieron obligados a adaptarse. Los habitantes de Mississippi no desaparecieron, sino que se convirtieron en las tribus del sureste que conocemos hoy, incluidas, entre otras, la Nación Chickasaw, los Choctaw de Oklahoma y la Banda de Mississippi de Choctaw.
Diágoras de Rodas
Diágoras fue un atleta griego del siglo V a. C., nacido en Ialisos, en la isla de Rodas. Descendiente del rey de su ciudad natal, Damágenes, se hizo famoso por triunfar en varias ocasiones en los cuatro grandes juegos griego: olímpicos, nemeos (2), ístmicos (4) y píticos.
Y ahora, con la música de flauta y Lira tanto que ha llegado a la tierra con Diágoras, cantando el mar-hijo de Afrodita y novia de Helios, Rodas, para que pueda alabar a este hombre recto-luchador, un tremendo que tenía sí mismo coronado al lado del Alfeo y cerca de Castalia, como una recompensa por su boxeo… Píndaro, olímpica 7, líneas 13-17
Nuevamente aparece aquí un vencedor en la disciplina del boxeo, año 464, aunque también venció en los Juegos Ístmicos, en los de Nemea y en Delfos. Al igual que a Teágenes, Diágoras era también considerado por los griegos hijo de otro personaje mítico, en este caso Hermes. Se sabe, según los autores clásicos, que poseía una estatura muy intimidatoria de alrededor de 2 metros, por lo que era considerado casi como un coloso o un gigante. Sus hijos también se erigieron en campeones olímpicos. Así, Acusilaos y Damagetos vencieron en los Juegos de 448 a.c. en las modalidades de boxeo y pancracio.
Píndaro cantó su victoria en el pugilato en el año 464 a. C., en la Séptima Olímpica y se le levantó una estatua en Olimpia, obra del escultor Calicles.
Ya anciano tuvo la satisfacción de ver a sus dos hijos Damageto y Acusilao vencedores en los Juegos Olímpicos. Dice la leyenda que tras ser coronados se dirigen a Diágoras, se quitan las coronas de sus cabezas y las colocan en sobre los blancos cabellos de su padre. Luego lo levantan sobre sus vigorosos hombros y le dan una vuelta al estadio. Entonces uno de los espectadores gritó Κάτθανε Διαγόρα, ουκ εις Όλυμπον αναβήση («Ya puedes morir, Diágoras, pues no esperes subir al Olimpo») y Diágoras, lleno de felicidad y reconocido por todos, soltó su último aliento. Otro hijo suyo, Dorieo, fue vencedor de pancracio, en varias ocasiones.
Otro de sus hijos, Dorieus, ganó el pancracio por lo menos en tres Olimpiadas consecutivas y sus nietos Eucles y Pisírodo, también inscribieron sus nombre entre los vencedores olímpicos.
Como anécdota, su cuenta, que estando prohibida la presencia de mujeres en las Olimpiadas, Calipatira, hija de Diágoras y madre de Pisírodo, decidió que no se iba a perder el día que su hijo triunfaría. Así que, se vistió con las ropas de los entrenadores y consiguió colarse. Tal y como ella había soñado, su hijo consiguió hacerse con la victoria pero, llevada por su alegría, saltó la valla para felicitar a su hijo y la ropa se quedó enganchada… Calipatira quedó desnuda frente a todos. Según las reglas de las Olimpiadas, el castigo para las mujeres que infringiesen la ley sería ser despeñadas por el monte Tipeo.
En honor a su padre, hermanos e hijo, campeones olímpicos, los jueces le perdonaron la vida. Además, desde aquel momento se promulgó una nueva norma que obligaba a los entrenadores a ir desnudos, igual que los atletas, para que no volviese a ocurrir.
Olympia ha coronado tres generaciones de la familia de Diágoras, añadiendo a la fama que el boxeador ganó por méritos propios y sin duda alimentando otras leyendas de la ascendencia inmortal de la familia de Diagoras.
Diego García de Paredes
Diego García de Paredes (Trujillo, España, 30 de marzo de 1468 – † Bolonia, Italia, 15 de febrero de 1533), más conocido como El Sansón de Extremadura, fue un militar español célebre por su extraordinaria fuerza física y sus múltiples hazañas. Combatió como capitán de infantería en las guerras de Italia, norte de África y Navarra. Duelista invicto en numerosos lances de honor; capitán de la guardia personal del Papa Alejandro VI; condotiero al servicio del Duque de Urbino y de la familia Colonna; coronel de infantería de los Reyes Católicos bajo el mando del Gran Capitán durante la conquista de Nápoles; cruzado del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros; Maestre de Campo del Emperador Maximiliano I, coronel de la Liga Santa y Caballero de la Espuela Dorada al servicio de Carlos V. Fue el soldado español más famoso de la época, admirado por sus contemporáneos como prototipo del valor, la fuerza y la gloria militar.
La información fiable sobre la vida de Diego García de Paredes comienza en 1496, tras el fallecimiento en Trujillo de su madre, doña Juana de Torres. Libre de lazos familiares (Sancho de Paredes, el padre, había fallecido en 1481), su espíritu aventurero le llevó a la Italia del Renacimiento. Diego desembarcó en Nápoles a finales de ese mismo año, acompañado de su medio hermano por vía paterna, Álvaro de Paredes. Sin embargo, la guerra por el reino napolitano entre españoles y franceses había cesado recientemente, y ante la falta de jornal para subsistir, ambos hermanos viajaron a Roma para servir al Papa. Durante un breve periodo, por escasez de sueldo, se ganaron la vida junto a otros españoles buscando ventura de enemigos, duelos nocturnos en las calles y suburbios de Roma, tras los cuales despojaban a los oponentes de sus capas, la prenda de vestir más valiosa de la época, que luego vendían en el mercado clandestino de Nápoles. Diego no quería llevar esta vida deshonrosa para un hidalgo, y decidió darse a conocer a un pariente suyo en el Vaticano, el cardenal Bernardino de Carvajal, quien mejoró notablemente su situación social. El Papa Alejandro VI no necesitó demasiadas recomendaciones: durante uno de sus ratos de ocio en los alrededores del Vaticano, el Pontífice observaba a los españoles que estaban a su servicio practicar el juego de lanzar la barra, uno de los deportes de la época, cuando una comitiva papal de italianos recelosos provocó una disputa. Diego García, armado solamente con la pesada barra de hierro, destrozó a todos sus rivales, que habían echado mano de las espadas, «matando cinco, hiriendo a diez, y dejando a los demás bien maltratados y fuera de combate». Alejandro VI, asombrado por la fuerza del extremeño, nombró a Diego guardaespaldas en su escolta. Como jefe de la guardia Papal del Castillo Sant’Angelo, Paredes estuvo presente en Roma el 14 de junio de 1497, cuando el cadáver de Juan de Borja y Cattanei, hijo del Papa Alejandro VI, apareció cosido a puñaladas en las aguas del Tíber. Roma, convulsionada entonces por las profecías apocalípticas del monje Girolamo Savonarola, hervía de siniestros rumores, miedos y murmuraciones. Diego fue uno de los españoles que durante esas fechas estuvieron con los ánimos encendidos, prestos a empuñar sus enormes mandobles, buscando a los culpables de un crimen que ha quedado para siempre en el misterio. Ese mismo año, una facción de los nobles de Italia, encabezados por los Orsini (inducidos por el cardenal Juliano della Rovere), habían tomado las armas contra Alejandro VI. Su hijo, César Borgia, emprendió la destrucción de aquellos tiranos, y concibió el gran proyecto de la unidad de Italia bajo el poder del Soberano Pontífice: gran ocasión para que García de Paredes emplease su denodado arrojo. Como capitán de los Borgia intervino junto a las tropas españolas al mando de Gonzalo Fernández de Córdoba en la captura del corsario vizcaíno Menaldo Guerra, que se había apoderado del puerto de Ostia bajo bandera francesa, se encargó de tomar Montefiascone (donde demostró sus fuerzas descomunales al arrancar de cuajo las argollas de hierro del portón de la fortaleza para dar entrada al ejército pontificio) y participó en la campaña contra los Barones de la Romaña: conquistas de Imola, diciembre de 1499, y Forlí, enero de 1500, defendida heroicamente por Catalina Sforza. En estas acciones coincidió con otros capitanes españoles al servicio de los Borgia, como Ramiro de Lorca, Hugo de Moncada o Miquel Corella (Micheletto).
Por estas fechas, se vio involucrado en uno de sus famosos lances de honor: el desafío se produjo con un capitán italiano de los Borgia, llamado Césare el Romano. El duelo se celebró en Roma y acabó con la victoria de Diego, que no tuvo piedad y cortó la cabeza a su enemigo «no queriendo entenderle que se rendía». Sin embargo, el muerto debía ser personaje de importancia y el suceso produjo gran revuelo en el Vaticano, trayendo como consecuencia el cese de García de Paredes en el mando de su Compañía y su posterior encarcelamiento. Diego García logró fugarse del ejército Papal y pasó a servir como mercenario del Duque de Urbino, enemigo de los Borgia, ayudándole a conservar sus posesiones. Después de la guerra de la Romaña, como de momento no podía volver con el Pontífice ni había tropas españolas a las que incorporarse, durante un tiempo pasó a servir como condotiero a sueldo de la poderosa familia italiana de los Colonna, bajo las órdenes de Prospero Colonna.
De nuevo bajo las banderas de España, Diego García de Paredes sirvió a las tropas del Gran Capitán en el asedio de Cefalonia, en Grecia, ciudad que había sido arrebatada recientemente por los turcos a la República de Venecia. Setecientos jenízaros defendían aquella fortaleza situada sobre una roca de áspera y difícil subida. Españoles y venecianos sufrieron cerca de dos meses todo género de penalidades en aquel sitio sin poder rendirla. Los turcos tenían entre sus armas ofensivas una máquina provista de garfios que los españoles llamaban «lobos», con los cuales aferraban a los soldados por la armadura y levantándolos en alto los estrellaban dejándolos caer, o bien, los atraían hacia la muralla para matarlos o cautivarlos. Diego García, como siempre en primera línea de combate, fue uno de los hombres que de esta manera fueron llevados al muro, donde le echaron los garfios, y tras luchar en fuerzas con el artilugio para no ser sacudido al suelo le subieron encima de la muralla. Paredes realizó entonces la primera de sus grandes gestas, coincidentemente consignada en las crónicas de su tiempo. Conservando espada y rodela, puso pie sobre las almenas, y una vez abierto el artefacto quedó en libertad de acción para comenzar una lucha que parece increíble y es, sin embargo, completamente cierta: con una violencia desenfrenada empezó a matar a los turcos que se acercaban para derribarle, y ni la partida encargada de dar muerte a los prisioneros ni los refuerzos que llegaron pudieron rendirle; refuerzos y más refuerzos vinieron contra él, estrellándose ante la resistencia del hombre de energías asombrosas, a quien «parecía que le aumentaba las fuerzas la dificultad». Resistió heroicamente en el interior de la fortaleza haciendo «cosas tan dignas de memoria defendiéndose varonilmente que nunca le pudieron rendir»; los musulmanes, «que muertos muchos perdían la esperanza de sujetarle», solo le pudieron capturar cuando «la fatiga del cansancio y hambre, después de haberse defendido durante tres días, le rindió». Aquella lucha titánica fue algo sobrenatural, y ante semejante muestra de coraje los turcos respetaron su vida y le tomaron prisionero esperando obtener por su rescate mejores condiciones en caso de rendir Cefalonia. Restablecidas sus fuerzas, Diego esperó hasta que se inició el asalto final por parte de sus compañeros, momento que aprovechó para escapar de su prisión «a pesar de sus guardas» (Según la tradición popular, Diego arrancó las cadenas de su prisión, echó abajo las puertas del calabozo y arrebató el arma a los centinelas después de acabar con ellos; de una forma u otra, lo cierto es que no fue rescatado y consiguió liberarse de su propia mano) y colaboró en el ataque hasta que se tomó la fortaleza, haciendo «tal estrago en los turcos» que «despedazó tantos como el ejército había acabado».
Fue aquí, en las murallas de Cefalonia, donde comenzó realmente la leyenda de Diego García de Paredes: la pujanza de un hombre de fuerzas increíbles resistiendo tres días contra una guarnición de soldados turcos sólo pudo encontrar semejanza en los relatos de las hazañas de Hércules y Sansón; con ellas lo ligó el comentario de la tropa, siendo conocido a partir de ese momento entre los soldados españoles como El Sansón de Extremadura, el gigante de fuerzas bíblicas, y por aliados y enemigos como El Hércules y Sansón de España.
El Sansón español se cubrió de gloria en los campos de Italia y luchó heroicamente en las memorables batallas de Ceriñola y Garellano en 1503. Durante una de las fases previas de esta última batalla, llevó a cabo la más célebre de sus hazañas bélicas, recogida por las crónicas de la historia e inmortalizada en su leyenda: «hecho tan verdadero, como al parecer increíble» que «acreditó tanto la fama de Diego García, que aún a la posteridad dejó la memoria de aquél tiempo». Paredes se sintió herido en el orgullo tras un reproche del Gran Capitán por una propuesta táctica del extremeño, y cegado por un arrebato de locura, presa de uno de sus famosos humores melancólicos, se dirigió con un montante a la entrada del puente del río Garellano, desafiando personalmente a un destacamento del ejército francés (La tradición cita 2.000 hombres de armas, cifra aparentemente exagerada por la imaginación popular, pero aceptada tanto por José de Vargas Ponce como por Miguel Muñoz de San Pedro). Diego García de Paredes, blandiendo con rapidez y furia el descomunal acero, se abalanzó en solitario sobre sus enemigos y comenzó una espantosa matanza entre los franceses, que solamente podían acometerle mano a mano por la estrechez del paso, ahora repleto de cadáveres, incapaces de abatir al infatigable luchador español, firme e irreducible, sin dar un paso atrás ante la avalancha francesa. Las palabras del Gran Capitán le quemaban, generando en él esta locura heroica: «Con la espada de dos manos que tenía se metió entre ellos, y peleando como un bravo león, empezó de hacer tales pruebas de su persona, que nunca las hicieron mayores en su tiempo Héctor y Julio César, Alejandro Magno ni otros antiguos valerosos capitanes, pareciendo verdaderamente otro Horacio en su denuedo y animosidad». Ni franceses ni españoles daban crédito a sus ojos, comprobando como García de Paredes se enfrentaba en solitario al ejército enemigo, manejando con ambas manos su enorme montante y haciendo grandes destrozos entre los franceses, que se amontonaban y se empujaban unos a otros para atacarle, pero «como Diego García de Paredes estuviese tan encendido en ira…tenía voluntad de pasar el puente, a pelear de la otra parte con todo el campo francés, no mirando como toda la gente suya se retiraba, quedó él solo en el puente como valeroso capitán peleando con todo el cuerpo de franceses, pugnando con todo su poder de pasar adelante». Acudieron algunos refuerzos españoles a sostenerle en aquel empeño irracional y se entabló una sangrienta escaramuza. Al fin, dejando grandes bajas ante la aplastante inferioridad numérica y el fuego de la artillería enemiga, los españoles se vieron obligados a retirarse, siendo el último Paredes, que tuvo que ser «amonestado de sus amigos, que mirase su notorio peligro». «Por su fuerza y valor salió del poder de los franceses, que aquél día le pusieron en muy gran peligro la vida, y cierto nuestro Señor le quiso favorecer y guardar aquél día en particular…librándole Dios su persona de peligro»; «Túvose por género de milagro, que siendo tantos los golpes que dieron en Diego García de Paredes los enemigos…saliese sin lesión». Citan las Crónicas del Gran Capitán que «entre muertos a golpe de espada y abnegados en el río fueron aquél día más de quinientos franceses». La misma cifra de bajas maneja el historiador Tomás Tamayo de Vargas, quien afirma que Paredes «había satisfecho a la ira que le encendieron en su pecho las palabras del Gran Capitán con muerte de quinientos enemigos, que o cayeron a su montante, o en el río huyendo de sus manos».
Diego García, que fue un hombre muy pendenciero y con un sentido del honor al límite, participó en numerosos duelos a lo largo de toda su vida, desde cuchilladas en reyertas de taberna con vulgares fanfarrones y matones hasta duelos concertados, extendidos bajo salvoconducto ante notario, frente a coroneles del ejército español, capitanes italianos o la élite del ejército francés (durante el encierro del ejército español en Barletta, ante la superioridad francesa en las Guerras de Nápoles, se estuvo batiendo en duelo durante sesenta días en liza abierta con caballeros franceses, que llegaron a esquivar las contiendas, a faltar a ellas o a responder que de ejército a ejército se verían en el campo de batalla); todos estos incidentes, que generalmente terminaban con la muerte de uno de los oponentes, tuvieron un vínculo en común: Diego García de Paredes jamás sufrió la afrenta de verse vencido, fue un consumado especialista en este tipo de lances, resultando imbatible para todos sus adversarios, como asegura, entre otros, el reconocido doctor cacereño Juan Sorapán de Rieros, quien afirma que Paredes sostuvo más de trescientos duelos sin ser derrotado:
De todos estos encuentros, tal vez, el más famoso fue el «desafío de Barletta», celebrado en septiembre de 1502, al originarse un torneo caballeresco que enfrentó a once caballeros franceses frente a once españoles, donde los principales paladines de los dos ejércitos defendieron el honor de su patria. Por aquellos días, Diego estaba convaleciente de unas heridas, pero el Gran Capitán fue a su cámara y le dijo que era uno de los elegidos para luchar contra los franceses. Paredes le hizo saber de su estado, pero Gonzalo le replicó que así como estaba participaría en el torneo. Diego García se incorporó, pidió sus armas y aceptó el reto. Un batallón de soldados venecianos guardaba el campo donde iban a lidiar los caballeros, y en cuyos alrededores se situaron los jueces, así como gran número de espectadores. Los paladines de Francia estaban capitaneados por el célebre caballero Pierre Terraill de Bayard. Según las crónicas, la épica lucha duró más de cinco horas. De los españoles fue hecho prisionero Gonzalo de Aller, y de los franceses falleció un caballero a manos de Diego de Vera y otro fue rendido por Diego García de Paredes. Otros siete caballeros franceses fueron desmontados por sus rivales, pero se atrincheraron detrás de sus caballos muertos y los españoles no pudieron terminar de acometerlos, ya que sus propios caballos se espantaban del olor de la sangre de los animales muertos. En este punto, y con la noche encima, los franceses solicitaron detener la disputa, dando a los españoles por «buenos caballeros». A la mayoría de los españoles les pareció conveniente, igualmente fatigados por la interminable contienda y satisfechos al dejar su honor a salvo, ya que habían llevado la mejor parte durante la lucha y habían obtenido el reconocimiento del contrario. Sin embargo, Diego García de Paredes, quien solo concebía la victoria absoluta, no estaba conforme con esta resolución y sentenció que «de aquel lugar los había de sacar la muerte de los unos o de los otros». En una demostración más de sus fuerzas prodigiosas, «con muy grande enojo de ver cómo tanto tiempo les duraban aquellos vencidos franceses», con su caballo gravemente herido y viéndose con las manos desnudas tras romper la lanza y perder accidentalmente la espada, se dirigió a las enormes piedras con las que se había señalado el término del campo y empezó a arrojarlas brutalmente contra los caballeros franceses, ante el asombro de la multitud y de los propios jueces, que parecían rememorar «las luchas de los héroes en Homero y Virgilio, cuando rotas las lanzas y las espadas, acuden a herirse con aquellas enormes piedras, que el esfuerzo de muchos no podían mover de su sitio». Este momento fue aprovechado por los franceses, que «salieron del campo y los españoles se quedaron en él con la mayor parte de la victoria». Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos de Paredes, los jueces del tribunal dictaminaron tablas, sentenciando que la victoria era incierta, de tal manera que a los españoles «les fue dado el nombre de valerosos y esforzados, y a los franceses por hombres de gran constancia».
El 11 de febrero de 1504 terminaba oficialmente la guerra en Italia con el Tratado de Lyon. Nápoles pasó a la corona de España y el Gran Capitán gobernó el reino napolitano como virrey con amplios poderes. Gonzalo quiso recompensar a los que le habían ayudado combatiendo a su lado y nombró a Diego García de Paredes marqués de Colonnetta (Italia). Tras el final de la guerra, Diego regresó a España como un auténtico héroe, aclamado por el pueblo allí por donde pasaba. Sin embargo, fue en su patria donde se encontró con la dura realidad: la ingratitud real. A pesar de que Fernando el Católico le había entregado el marquesado de Colonnetta, Diego García, a quien nadie compraba con títulos nobiliarios, fue uno de los más fervientes defensores de Gonzalo de Córdoba dentro de la atmósfera de intrigas en la Corte, y cuando todos evitaban su cercanía, ahora que parecía caer en desgracia, llegó a defenderle públicamente desafiando ante el mismísimo rey Católico a todo aquél que pusiera en entredicho la fidelidad del Gran Capitán al Monarca.
En el año santo de 1533, tras regresar de hacer frente a los turcos en el Danubio, asistió a la reunión oficial del Emperador Carlos V y el Papa Clemente VII en Bolonia, donde, triste ironía del destino, aquel héroe invicto que burló la muerte bajo mil formas, las más terribles y violentas, durante quince batallas campales, diecisiete asedios e innumerables duelos, que fue asombro y terror de su edad, cuya fuerza no tiene parangón en la historia de la humanidad, falleciera a consecuencia de las heridas recibidas al caer accidentalmente de su caballo en un juego fácil y pueril, al intentar derrocar una débil paja en una pared compitiendo con unos chiquillos. Antes de fallecer, conocedor de que su final estaba cerca tras la fatal caída, «parece que le place a Dios que por una liviana ocasión se acaben mis días», dejó escritas sus memorias: «Breve suma de la vida y hechos de Diego García de Paredes». Cuando lavaron el cadáver antes de ponerlo en el sepulcro, se le halló todo cubierto de cicatrices, consecuencia natural de más de cuarenta años de activa vida militar dedicada al oficio de las armas. Durante su funeral en Bolonia, los soldados «le llevaron en hombros de todos, deseando cada uno hacerle estatuas con su imitación». Los restos del Sansón de Extremadura fueron repatriados a España en 1545 y enterrados en la Santa María la Mayor de Trujillo, donde permanecen en la actualidad.
La naturaleza dotó a Diego de un físico hercúleo y cualidades innatas para el ejercicio de las armas. Su extraordinaria fuerza se complementó con la prodigiosa elasticidad de todos sus músculos: no era el gigante pesado, adiposo, patológico, sino el atleta fuerte, corpulento, proporcionado y enjuto. El autor italiano Massimo D’Azeglio nos hace esta descripción tan acertada de Diego García de Paredes en su novela Héctor Fieramosca (1833):
Diego García de Paredes fue un héroe a un tiempo histórico y legendario, mitificado por el pueblo y enormemente conocido en la España del Siglo de Oro a causa de sus hechos reales. En este proceso de exaltación del héroe, las hazañas que tenemos sobre Paredes se caracterizan por mezclar realidad y fantasía, pues la figura de este trujillano pertenece tanto a la historia como a la tradición escrita y oral. En este sentido, de su fuerza hercúlea hay multitud de anécdotas: Se dice que durante uno de sus galanteos nocturnos arrancó la reja que le molestaba mientras cortejaba a una dama, y para no ensuciar su nombre, seguidamente arrancó todas las demás rejas de la calle, ocultando así la identidad de la joven a la mañana siguiente; cuentan también que arrancó de cuajo la pila de agua bendita de la Iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo y se la llevó a su madre enferma para que se santiguase, (esta pila aún se conserva a los pies del templo y asombra por su gran tamaño a todos los visitantes); dicen que detenía con sus manos la rueda de un molino girando a toda velocidad, otras veces detenía con una sola mano la marcha de una carreta de bueyes, y que habitualmente y sin mayor dificultad trasladaba enormes bloques de piedra granítica. Estas historias nos resultan increíbles, la más elemental y pura lógica nos lleva a rechazarlas; sin embargo, las pruebas indudables que dio García de Paredes, recogidas por la más veraz historia, de su arrolladora potencia muscular, nos abren una interrogante dubitativa que concede margen a la posibilidad de un fondo verdadero indudable; de la misma manera, disponemos de documentos históricos totalmente serios que nos cuentan hazañas de García de Paredes, tanto verosímiles como increíbles.
Nadie en vida fue capaz de vencer al Sansón de Extremadura y la memoria de sus hazañas, que en su tiempo asombraron al mundo, se mantuvieron en las mentes y conversaciones de las tropas españolas. No hay duda de que la leyenda de sus hazañas increíbles le cubrió siempre con un inmenso escudo de respeto entre sus enemigos: tales fueron la admiración, el temor y la desesperación que Diego García de Paredes despertó entre sus rivales que llegó a ganar duelos sin necesidad de batirse, como en el caso de Gaspard I de Coligny, futuro Mariscal de Francia, quien se comprometió ante sus camaradas en lidiar con Paredes tras un desaire, pero no tuvo valor para presentarse a la liza donde le esperaba el campeón español, declarado ganador por los jueces. Coligny prefirió perder la honra y conservar la vida.
La fama de Diego García de Paredes no se detuvo a su muerte, y mucho tiempo después su nombre seguía siendo sinónimo de fuerza y valentía. Miguel de Cervantes inmortalizó sus hazañas en su obra universal, El Quijote.
Lost Amazonas
Subcategoría: ¿Henges o montículos?
Los círculos de las cosechas de Santa Teresinha, Brasil, se ven en una foto sin fecha.
Fotografía cedida por Édison Caetano John Roach para National Geographic News 04 de enero 2010
Cientos de círculos, cuadrados y otras figuras geométricas, una vez ocultos por pista forestal en una sociedad antigua previamente desconocida que floreció en el Amazonas, según un nuevo estudio.
Las imágenes de satélite de la cuenca superior del Amazonas tomada desde el año 1999 han revelado más de 200 movimientos de tierras geométricas que abarcan una distancia superior a 155 millas (250 kilómetros).
Ahora, los investigadores estiman que cerca de diez veces el número de estas estructuras, de propósito desconocido, puede existir sin ser detectados en la cubierta forestal de la Amazonia.
Por lo menos uno de los sitios ha sido fechado en torno al año 1283, aunque otros pueden datar ya en el año 200 a 300, dijo el coautor del estudio Denise Schaan, antropóloga de la Universidad Federal de Pará, en Belém, Brasil .
El descubrimiento se suma a la evidencia de que las tierras del interior de la Amazonia, una vez estaba llena de las sociedades complejas, las cuales fueron exterminados en gran parte por las enfermedades traídas a América del Sur por los colonizadores europeos en los siglos 15 y 16, dijo Schaan.
Dado que estas sociedades desaparecidas se había ido sin grabar, investigaciones previas habían sugerido que los suelos en el Alto Amazonas eran demasiado pobres para apoyar la agricultura extensiva necesaria para esos grandes asentamientos y permanentes.
“Hemos encontrado que esta imagen está mal”, dijo Schaan. “Y hay mucho más por descubrir en estos lugares.”
De amplio alcance Cultural
Las formas recién descubiertas son creadas por una serie de trincheras cerca de 36 pies (11 metros) de ancho y varios metros de profundidad, con los bancos adyacentes de hasta 3 pies (1 metro) de altura. Caminos rectos conectan muchos de los movimientos de tierra.
Excavaciones preliminares en uno de los sitios en el 2008 reveló que algunos de los movimientos de tierra estaban rodeados por montículos bajos que contienen cerámica doméstica, carbón vegetal, fragmentos de piedra de moler y otras pruebas de la habitación.
Pero, ¿quién construyó las estructuras y funciones de lo que servían sigue siendo un misterio. Las ideas van desde edificaciones defensivas de los centros ceremoniales y casas, según los autores del estudio.
También es posible que las estructuras sirvieran para diferentes propósitos a través del tiempo, señaló William Woods, geógrafo y antropólogo de la Universidad de Kansas en Lawrence que no participó en la investigación.
Lo que más sorprendió al equipo de investigación es que los terraplenes aparecen en las dos llanuras de inundación de la región y las tierras altas.
En general, las fértiles llanuras aluviales del Amazonas han sido sitios populares para las civilizaciones antiguas, mientras que las tierras altas más escasas han sido pensadas para ser en gran parte desprovista de gente, dicen los investigadores.
Es más, el movimiento de tierras en ambas regiones son de un estilo similar, lo que sugiere que fueron construidas por la misma sociedad.
“En la arqueología amazónica siempre se tiene la idea de que usted encuentre los diferentes pueblos en diferentes ecosistemas”, dijo el coautor del estudio Schaan.
“Y así fue un poco raro de tener una cultura que se aprovecharía de los diferentes ecosistemas y ampliar en una región tan grande.”
Los sitios de tierras altas parecen haber sido el hogar de unas 60.000 personas, Schaan y sus colegas sugieren en su artículo, publicado este mes en la revista Antiquity.
Esa cifra se basa en estimaciones de la organización social y laboral que han sido necesarios para construir las estructuras insinuadas por los movimientos de tierra restantes.
De acuerdo con la Universidad de las maderas de Kansas, la estimación de la población es razonable, aunque aproximada, ya que poco se sabe acerca de estos complejos.
Las respuestas pueden surgir como investigadores siguen excavando las formas recién descubiertas en los próximos años.
Sin embargo, Woods está impresionado por la posibilidad de que tanta gente podría haber vivido una vez en una región que se creía deshabitado.
“Tradicionalmente, si a usted le han pedido a un antropólogo o arqueólogo cuántas personas vivían [en estas tierras altas del Amazonas], se diría que casi a cero”, dijo.
“Y esto es asombroso que no hay 60.000 personas haciendo un ir de él donde no se supone que hay.”
Ver: https://www.esascosas.com/geoglifos-en-la-amazonia/
Los Millares
Subcategoría: Poblado prehistórico.
Los Millares es un poblado prehistórico situado entre los municipios de Santa Fe de Mondújar y Gádor, a 17 km de Almería, España. Es uno de los yacimientos más importantes de la Europa de la Edad del Cobre, y da nombre a la Cultura de Los Millares, que se extendió por Andalucía, llegando hasta Murcia y el sur de Portugal. 36°57′44.61″N 2°31′37.05″O
Las dataciones por Carbono 14 (calibradas) del poblado, lo sitúan temporalmente entre finales del cuarto milenio a.C. y el último cuarto del tercer milenio a.C.
Estas fechas han descartado la antigua hipótesis según la cual colonos del Egeo formaron el poblado trayendo consigo los enterramientos en forma de tholoi y la metalurgia (hipótesis difusionista del origen de la metalurgia y del megalitismo en la península ibérica). En efecto, cuando se fundó el poblado:
- Los tholoi del Egeo no existían todavía, ya que los primeros documentados son de mediados del tercer milenio, mientras que los clásicos como el tesoro de Atreo son del Heládico Reciente (segunda mitad del segundo milenio a.C.)
- En el Egeo se encontraban en la etapa del Bronce Antiguo, y ya estaba generalizada la aleación con estaño para formar el bronce, mientras que en los Millares se utiliza el cobre.
Así las cosas, la aparición de la metalurgia responde probablemente a un descubrimiento autóctono. Fue la fabricación de armas y útiles metálicos, así como su comercio, el elemento diferenciador que propició el gran desarrollo de esta cultura, aunque la actividad principal continuó siendo la agricultura y la ganadería.
La cultura de Los Millares
- Alto grado de fortificación de los poblados, lo que contrasta con las poblaciones neolíticas precedentes, dispersas y con pocas protecciones.
- Necrópolis en el exterior de los poblados, con abundancia de enterramientos megalíticos colectivos en forma de tholoi.
- Diferenciación social acusada en las tumbas.
Otros poblados destacables pertenecientes a esta cultura son El Malagón, Cerro de la Virgen y Las Angosturas.
El poblado está situado estratégicamente próximo a las minas de cobre de la sierra de Gádor, en un promontorio en forma de espolón, entre el río Andarax y la rambla de Huéchar. Tiene una ciudadela interior amurallada y está rodeado por otras tres murallas, reforzadas con torres de planta semicircular y bastiones; cuenta además con numerosas defensas exteriores en las elevaciones cercanas (se han localizado hasta 13 fortines), muchas de ellas fuertemente defendidas mediante murallas concéntricas. Se cree que se utilizaban también para el almacenamiento de cereales.
Se estima que podía contar con una población de unas 1500 personas. La necrópolis, frente a la muralla exterior, ocupa unas 2 ha, y contiene cerca de un centenar tumbas, la mayoría tholoi, otras tumbas de corredor. Dentro de las murallas se encuentra un conjunto de viviendas simples, junto con un gran edificio con evidencias de fundición de cobre.
Cuenco de Los Millares decorado con ciervos (M.A.N., Madrid).
La cerámica recuperada incluye tanto piezas lisas como decoradas, incluyendo cuencos con motivos en forma de óculos. Diseños similares aparecen en varios ídolos de piedra también recuperados. A partir de mediados del tercer milenio, se encuentran ya cerámicas de tipo campaniforme
El poblado fue descubierto en 1891, durante la construcción de una vía férrea, y fue excavado por primera vez por Luis Siret. Los Millares fue más tarde excavado de 1978-1995 por Antonio Arribas y Fernando Molina en la Universidad de Granada, y sigue el análisis, de las cantidades masivas de la información se reunieron.
Los Millares es la fortificación europea (o poblado fortificado), más grande conocida.
El Los Millares fue construido en tres fases, cada fase que aumenta el nivel de fortalecimiento. El fortalecimiento no es único en el área de Mediterráneo del 3r milenio; otros sitios con los baluartes y las torres defensivas incluyen los sitios de Jericó, Ai, y Aral (en Palestina) y Lebous, Boussargues y Campe de Laures (en Francia). Esto consiste en un establecimiento, guardado por numerosas fortalezas periféricas y un cementerio de tumbas de paso y tapas alrededor de 5 acres.
Finalmente, la ciudadela fortificada en la parte superior de la colina sólo ha sido investigada hasta ahora por medio de varias trincheras pilotas, que han revelado paredes de hasta seis metros de espesor, confirmando el gran importancia de la estructura. Dentro de sus tierras hay un profundo hueco, qué Siret concluido debe ser una cisterna de echar agua, pero hasta ahora no ha sido excavado.
La secuencia del sitio muestra que el establecimiento pasó vario fases de ocupación. El primer era durante la edad de cobre temprana (3.200 a 2.800 a. de J.C.) cuando las tres paredes interiores eran construido. El segundo era durante la edad de cobre media (2.800 a 2.450 a. de J.C.), cuando la pared interna fue demolida y la pared externa construida, juntos con la mayor parte de las pequeñas fortalezas fuera el establecimiento sí mismo. Finalmente, en la edad de cobre tardía (2.450 a 2.250 A. de J.C.) las primeras tazas altas de campana aparecieron, una forma de cerámica que era producido de aquí en adelante a gran escala en el pueblo. Durante este el último período un poco de agitación social profunda causó un gradual decadencia en el tamaño del establecimiento, cuyos habitantes gradualmente retirado hacia la ciudadela fortificada. El sitio parece haber sido finalmente abandonado alrededor 2.250.
Laro el cántabro
Laro, frecuentemente citado como Laro el Cántabro, fue un guerrero de Cantabria en la Edad Antigua (siglo II a. C.), que luchó como mercenario en el bando cartaginés durante la II Guerra Púnica.
Combatió en la guerra entre Cartago y Roma formando parte del contingente hispano contratado por Aníbal. Su corpulencia y ferocidad lo hicieron destacar entre los mercenarios cántabros, que ya de por sí destacaban en las filas hispanas por su fiereza.
El poeta Silio Itálico se refiere al mismo en:
El cántabro Laro era temible por la naturaleza de sus miembros y por su corpulencia, aunque no dispusiera de dardos. Como es la fiera costumbre de esta gente, se enfrentaba a la batalla empuñando el hacha con la mano diestra. A pesar de que viera que los guerreros se dispersaban rechazados, una vez destruida la juventud de su gente, sin embargo él en solitario colmaba el campo con cadáveres. Además si el adversario se encontraba cerca, le gustaba herirle de manera frontal, si la lucha llegaba desde la izquierda, giraba el dardo. Pero cuando el fiero atacante llegaba por la espalda, no se perturbaba, sino que lanzaba hacia atrás su hacha de doble filo.
Al describir a nuestro héroe, Silio Itálico le pinta armado e la “bipennis” o hacha doble, arma típica de los cántabros, siendo un dato más para catalogarlo entre los pueblos indoeuropeos, más amantes del combate cuerpo a cuerpo que de la lucha a distancia.
Vemos en el poema cómo Laro, incluso desarmado, era temido por su destreza natural y potencia de sus brazos. Vemos cómo blandiendo el hacha, provoca el pánico ante sí y cómo los romanos huyen ante su ímpetu, cómo desvía con el hacha el dardo que le arroja Escipión (hermano del invencible general, dice el poeta) cómo, lanzando su grito que estremeció las filas de guerreros, de ambos bandos, golpeó con su bárbara arma el escudo de Escipión, golpe que atronó el campo. Cómo se ha defendido él solo, muertos ya sus jóvenes amigos, los adolescentes cántabros que él condujo al combate, esgrimiendo el arma en todas direcciones y creando el vacío a su alrededor, derrotado ya el ejército cartaginés en cuyas filas formaba como mercenario. Es una lucha personal que Laro mantiene manejando intrépidamente un arma como es el hacha segur que siglos más tarde las sagas vikingas popularizarían.
Maximino el Tracio
Gaius Julius Verus Maximinus llamado Maximino el Tracio, Emperador Romano. Nació aproximadamente en el año 173, como hijo de un campesino godo y su esposa de origen alano, en Moesia o Tracia, de ahí el sobrenombre de tracio. Algunas investigaciones apuntan a un nacimiento más tardío: hacia el año 183 o incluso después. Su nombre recuerda al de Gaius Julius Maximinus, gobernador de la provincia de Dacia en 208 y bajo cuyo mandato pudo haber conseguido la ciudadanía romana.
Maximino es descrito por fuentes antiguas (ninguna de las cuales, excepto la Historia Romana de Herodiano, fue contemporánea de Maximino) como el primer emperador de origen bárbaro y el primero que nunca puso el pie en la ciudad de Roma. Fue el primero de los emperadores-soldado del siglo tercero. Su reinado se considera con frecuencia como el principio de la crisis del siglo tercero.
De acuerdo con las fuentes de la época, Maximino padecía gigantismo y alcanzaba los 2,59 metros de altura, lo que le convierte en el emperador romano más alto de la historia.
Maximino revisa la política complaciente de Alejandro Severo hacia los cristianos y los declara de nuevo enemigos del pueblo. Les perseguía y los obispos de Roma Pontiano además de su sucesor Antero mueren probablemente como mártires durante su mandato.
Dice Herodiano que tenía el carácter de una bestia salvaje y que era un hombre cruel y sin escrúpulos. Supuestamente, las madres rezaban en los templos con sus niños para que Maximino, que pasó su reinado guerreando en tierras bárbaras, nunca pisara la ciudad eterna.
Máximo, como se le conocería al gigante, había hecho grandes avances dentro del ejército romano. El emperador lo había hecho parte de su guardia personal al perseguirlo a pie mientras Severo galopaba en su caballo, y derribar a seis legionarios al terminar la carrera. Le regaló un collar de oro y lo requirió para que cuidara personalmente de él.
Como era un soldado fuerte y valiente, además de tener gran capacidad de liderazgo, rápidamente se hizo comandante y gobernador de provincias. Cuando Marco Aurelio Severo Alejandro, hijo de Septimio, se hizo emperador, lo nombró tribuno con cargo de senador y comandante supremo de las legiones romanas, dándole la función de adiestrar a los soldados. Herodiano, diría que el nuevo comandante era grande en estatura y de aspecto terrorífico. El historiador Julio Capitolino, que el comandante usaba como anillo el brazalete de su esposa Cecilia Paulina, y que su calzado era 30, 5 centímetros más largo que de los hombres corrientes. Podía arrancar el diente a un caballo de un puñetazo. Solía comer 20 kilo de carne y beber 27 litros de vino al día.
En 238 mientras Máximo estaba en una campaña en Sirmio con el ejército, algunos terratenientes de la provincia africana, cansados de los impuestos elevados se rebelaron. Usando la revuelta como excusa, el senado destituyó al emperador y puso en su lugar a Gordiano. Cuando Máximo se enteró, se enfureció y azotó paredes y sirviente, y bebió tanto que quedó dormido. Al despertarse reunió sus tropas y partió hacía Roma, pero llegando a Aquilea sus tropas ya estaban divididas. Un cuerpo de la guardia pretoriana decidió asesinarlo.
Cuando los asesinos entraron en la tienda, Máximo los estaba esperando. Se había enterado de los planes y había mandado lejos a su hijo para protegerlo. Con la espada en la mano y de pie frente a sus asesinos, ninguno osó dar el primer paso, conscientes de su gran fuerza. De un momento a otro, uno de los conspiradores entró a la tienda con el cuerpo del hijo de Máximo atravesado por una lanza. Ante terrible visión, el gigante soltó la espada y cayó de rodillas llorando. Ahí se le abalanzaron y le dieron muerte.
Piedra Ezana
La piedra de Ezana es un objeto del antiguo reino de Aksum. Es un monumento de piedra que documenta la conversión del rey Ezana al cristianismo y el sometimiento de varios pueblos vecinos entre los que estaban los Meroe. Actualmente se conserva in situ en el parque del rey Ezana, un espacio público en el centro de Aksum, en Etiopía.1 Encontrado en 1983 por un agricultor que corrobora la mayor parte de la historia oral de los reyes de Etiopía.
El rey Ezana gobernó entre el 330 d. C. y el 356 d. C. el antiguo reino aksumita del Cuerno de África. Ezana luchó contra los nubios y grabó sus victorias en piedra en ge’ez (el antiguo lenguaje etíope), sabeo (árabe del sur) y griego para alabar a Dios por sus victorias. Los grabados en piedra proporcionan un monumento trilingüe en diferentes lenguas, de manera parecida a la piedra de Rosetta.
La Iglesia Ortodoxa Etíope o Tawahedo tuvo sus inicios durante esta época. La Historia Ecelesiástica de Rufino de Aquilea narra que San Frumencio, esclavo y tutor del joven rey, lo convirtió al cristianismo. Hacia el final de su reinado, en torno al año 350, el rey Ezana lanzó una campaña contra los kushitas que acabó con el Reino de Kush; varias inscripciones en piedra escritas en ge’ez (y con escritura ge’ez) han sido encontradas en Meroe, la ciudad principal y central de los Kushitas.
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