Gran muralla verde
Gran muralla verde (África)
Evolución de la vegetación en África sub-sahariana.
La Gran Muralla Verde, o Iniciativa para la Gran Muralla Verde del Sahara y el Sahel, (en francés: Grande Muraille Verte pour le Sahara et le Sahel), es la iniciativa insignia en África para ayudar a combatir los efectos del cambio climático y la desertificación. Liderada por la Unión Africana, esta iniciativa intenta transformar la vida de millones de personas creando un gran mosaico de paisajes verdes y productivos cubriendo África del Norte, el Sahel y el Cuerno de África.1
Partiendo de la idea inicial de una línea de árboles que atravesara el desierto de este a oeste, la visión de la Gran Muralla Verde ha evolucionado hacia un mosaico de intervenciones dirigidas a los retos a los que se enfrentan las poblaciones del Sahara y el Sahel. Tendrá una longitud de unos 8 mil kilómetros y 15 km de ancho. Considerada una herramienta de planificación para el desarrollo rural, el objetivo general de esta sociedad sub-regional es fortalecer la resiliencia de los habitantes y los ecosistemas mediante el uso de prácticas sólidas de gestión de ecosistemas, la protección del patrimonio rural, y la mejora de las condiciones de vida de las poblaciones locales.2
Mediante una mejora en los ingresos de las comunidades locales, la Iniciativa para la Gran Muralla Verde del Sahara y el Sahel será también una respuesta global al efecto combinado de la degradación de los recursos naturales y la sequía en las zonas rurales. La Iniciativa es una asociación que apoya el esfuerzo de las comunidades locales en el uso y gestión sostenibles de los bosques, pasturas y otros recursos naturales en las tierras secas. Así mismo, contribuye a la adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático, mejorando a la vez la seguridad alimentaria en el Sahara y el Sahel.3
Presentación
Una cobertura forestal aporta numerosos elementos positivos para la población:
- Protección de los campos y de las aldeas contra el viento y la erosión. El muro vegetal constituye un filtro que limita la inhalación de polvo y otras partículas por parte de las poblaciones y por tanto las enfermedades que causan.
- Aporte de elementos nutritivos en un suelo casi muerto: las hojas muertas crean una capa que protege y regenera los suelos de los campos y los árboles ayudan igualmente aumentando la capacidad de los suelos para almacenar el agua.
- Aumento de la humedad y de la pluviometría local gracias a la evapotranspiración de los árboles plantados.
- Reserva de forraje de calidad para el ganado porque la hierba crece mejor a la sombra de los árboles.
Para contrarrestar dos grandes problemas de la región del Sahara, y particularmente del Sahel, uno ecológico, la desertificación y la degradación de las tierras, y otro económico, causado por el éxodo rural y la pobreza de las poblaciones involucradas, once países de la región (Burkina Faso, Yibuti, Eritrea, Etiopía, Malí, Mauritania, Níger, Nigeria, Senegal, Sudán y Chad) se comprometieron a luchar contra el avance del desierto, uniéndose para este fin en la séptima cumbre de jefes de estado del CEN-SAD (Comunidad de los Estados Sahelo-saharianos) el 1 y 2 de junio de 2005 en Ouagadougou.4
Más que un proyecto técnico ha de considerarse una iniciativa política llevada adelante por un grupo de países asolados por la falta de agua, que busca despertar el interés en los pobladores y cambiar su forma de pensar, impulsando prácticas agrícolas que frenen la erosión.5 La iniciativa continúa las ideas inspiradas por la Premio Nobel de la Paz Wangari Maathai.
En 1927, un ingeniero forestal francés, Louis Lavauden, se dio cuenta de que los desiertos estaban creciendo ayudados por el uso excesivo de los pastos y la desaparición de los bosques. Lo llamó “desertificación” y no se equivocaba. Durante este siglo, el Sahara ha devorado más de 7,600 km2 cada año. Tanto es así que hoy es un 10% más grande que en 1920.
Unas décadas después, cuando ya la transformación era más que evidente, Richard St. Barbe Baker, uno de los primeros activistas pro-reforestación, propuso crear una “gran barrera verde” formada por 50km de árboles para contener la propagación del desierto.
Parecía una locura y, siendo realistas, lo era. Pero en 2005, la Unión Africana recogió la idea y se propuso usarla para hacer frente, con uñas y dientes, al desierto. Así fue como nació en 2007 la “Iniciativa para la Gran Muralla Verde del Sahara y el Sahel“. Casi quince años después de las primeras conversaciones.
La idea de comenzar con esta iniciativa nació en 1952, cuando el conocido como “hombre de los árboles”, el activista inglés Richard St. Barbe Baker, llevó a cabo una expedición en la zona y propuso la creación de una “barrera verde” para impedir el avance del desierto. En la década de 1980 la idea cobró mayor fuerza, debido al aumento de la preocupación que había en la región del Sahel por la degradación severa que estaba sufriendo el terreno en esa zona. En pocos años, la vegetación existente se había vuelto cada vez más seca y estéril debido, entre otras cosas, al cambio climático, el crecimiento de la población y las prácticas agresivas de manejo de la tierra. Como consecuencia los alimentos empezaron a escasear, los recursos disminuyeron, aumentó el desempleo y se produjo una gran migración forzada.
Para intentar frenar todo esto, los habitantes de la zona empezaron a idear su sueño épico de construir una gran muralla verde que devolviera todo el esplendor a la región. En 2002 la idea fue recordada en la cumbre de Yamena, en el Chad y en 2005 fue presentada y aprobada por la Conferencia de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados de Sahel y del Sáhara. Tan solo dos años más tarde, en 2007, los países de la región empezaron el proyecto de transformación de los paisajes degradados desde Senegal, en el oeste de África, a Djibouti, en el este, bajo el liderazgo de la Unión Africana. Así fue como empezó a extenderse a lo ancho de todo el continente la “Gran Muralla Verde”
El pensamiento que pretenden difundir sus propulsores es que:
“La Gran Muralla Verde no es sólo para el Sahel. Es un símbolo global para la humanidad que supera su mayor amenaza, nuestro ambiente cambiante. Esto demuestra que si podemos trabajar con la naturaleza, incluso en lugares difíciles, como el Sahel, podemos superar la adversidad y construir un mundo mejor para las generaciones futuras”, Great Green Wall.
El proyecto
En datos la “Gran Muralla Verde” estará compuesta por plantaciones arcaicas y árboles resistentes a las sequías, que pueden acumular el agua en sus raíces. En total se extenderá por unos 8.000 kilómetros de longitud por 15 kilómetros de ancho. El objetivo principal de este proyecto es ofrecer una resistencia al cambio climático en una región donde las temperaturas aumentan más rápido que en cualquier otro lugar en la tierra. Pero también crear una maravilla mundial en todo el ancho de África para poder cultivar tierras fértiles, aumentando así la esperanza contra la pobreza del país y aumentando la seguridad alimentaria para los millones de africanos que pasan hambre cada día. Como consecuencia crecerá el bienestar de las comunidades más pobres y también mejorará su salud y por su supuesto aumentarán las oportunidades económicas para impulsar las pequeñas empresas y el comercio local. Para que el proyecto sea visible de manera global se ha lanzado una campaña llamada “Creciendo una maravilla mundial” que pretende que la “Gran Muralla Verde” sea famosa en todo el mundo y para que se puedan emprender acciones colectivas para que el sueño africano siga creciendo, presionando a los gobiernos para que realicen inversiones a largo plazo. Artistas, músicos, cineastas y creadores de cambios globales han colaborado con esta campaña, incluso actualmente el productor Fernando Meirelles en colaboración con las Naciones Unidas está a punto de publicar un documental sobre el gran muro, en el que explica las características principales de este proyecto épico.
Situación actual
El grupo de los 11 pueblos que quisieron participar desde el principio en este proyecto ha ido creciendo poco a poco y ya son más de 20 países de África los que forman parte de este movimiento que está devolviendo el color verde y la vida a la región del Sahel; Argelia, Burkina Faso, Benin, Chad, Cabo Verde, Yibuti, Egipto, Etiopía, Libia, Malí, Mauritania, Níger, Nigeria, Senegal, Somalia, Sudán, Gambia, Túnez.
En la actualidad ya está ejecutado el 15 % del proyecto y en las zonas en las que se está llevando a cabo ya han empezado a notar los beneficios. Sus habitantes solo ven cosas buenas y han encontrado en la “Gran Muralla Verde” la esperanza para terminar con las migraciones a Europa y poder empezar una vida asentados en un lugar rico en recursos.
En Senegal ya se han plantado más de 12 millones de hectáreas, en Etiopía unos 37 millones y en Nigeria 5 millones de hectáreas de terreno han sido ya restauradas. Para el año 2030 se pretende que estén restauradas 100 millones de hectáreas de tierra degradada, que 250 millones de toneladas de óxido de carbono hayan sido absorbidos a través de la muralla verde y que se hayan creado unos 10 millones de empleos en las áreas rurales de la zona.
Cuando esa muralla verde esté finalizada se espera que sea la estructura viva más grande de la tierra y una nueva Maravilla del Mundo, pero no será la única. En China, la erosión producida por el viento ha provocado la destrucción de gran parte de la vegetación, esto unido a la mala gestión de los recursos hidráulicos, ha derivado en una desertificación acusada en algunas zonas como en el desierto de Gobi. En el año 1978, el gobierno chino puso en marcha un proyecto muy parecido al que se está llevando a cabo en África. Otra gran muralla verde que pretendía plantar a lo largo de la frontera norte más de 4.500 kilómetros de ancho en el desierto. El proyecto aún está en ejecución y se prevé que esté finalizado para el año 2050. Por el momento ya se han plantado cerca de 67.000 millones de árboles y en su mayoría predominan los “Enterolobium cyclocarpum” por su adaptabilidad al terreno. El año pasado la superficie forestal del norte de China había aumentado al 12,4% y en los últimos 10 años se ha notado un descenso en el número de tormentas de arena primaverales en Pekín.
¿Para cuándo estará disponible La Gran Muralla Verde?
Solo se ha completado un 15% de La Gran Muralla Verde en los últimos 9 años desde que se inició su proyecto. A pesar de que aún este proyecto es sumamente joven, ese 15% ya ha brindado muchos beneficios.
Podemos decir que el pueblo Fulani desde 2010 ha reducido considerablemente sus movilizaciones debido a que ahora hay más zonas verdes que antes de que arrancara la creación de la gran muralla.
A pesar de que podría parecer que se ha avanzado muy poco, la realidad es otra muy diferente. De hecho, aún se esperan muchos años más para poder terminar el proyecto, ya que no solo se trata de la plantación de los árboles, sino que también están pensando en la creación de un dique y un gran sistema de riego para potenciar la agricultura en los países africanos más afectados por el hambre.
La Gran Muralla Verde tiene como intención crear una especie de zona utópica en el que hombre y naturaleza trabajen en conjunto, ya que en el proyecto está contemplado recuperar varias técnicas de cultivo tradicionales que se han perdido por muchos avances, del mismo modo también pretende reincorporar varias especies que se han alejado de la zona a causa de la desertificación.
La creación de esta muralla natural es sumamente necesaria para evitar una catástrofe humanitaria en el futuro a causa del hambre, ya que según cifras de la ONU, cerca de 500 millones de africanos verán cómo disminuye su calidad de vida por culpa del calentamiento global, mientras que cerca de 60 millones van a tener que abandonar sus hogares por culpa de la desertificación del Sáhara y el Sahel, algo muy triste, ¿verdad?
Cómo frenar la deforestación
Si lo miramos en conjunto, las cifras de crecimiento del Sahara son alarmantes; pero si nos fijamos en el detalle, en seguida vemos que su expansión ha sido particularmente pronunciada hacia el sur. Desde las sequías en el Cuerno de África y la sabana sudanesa de la década de la década de los 70, el desierto ha robado más de 554,000 km2 al Sahel.
Eso significa que, hoy por hoy, hay unos 232 millones de personas que viven en el borde del desierto y cuyas vidas se verán afectadas a corto plazo. Cuando la Unión Africana empezó a pensar en la Gran Muralla Verde reunió solo a 11 países. Hoy son más de 20 los que están plantando árboles para crear la que muchos dicen que será la “estructura” viviente más grande del mundo.
En estos diez años de trabajo, se han invertido alrededor de 8.000 millones no sólo en recuperar la vegetación, sino, también, el establecimiento de nuevas prácticas sostenibles que permiten aumentar la calidad del suelo. Las estimaciones más confiables hablan de unas 200.000 hectáreas recuperadas al año.
En Senegal ya se han plantado 11 millones de árboles, el país que más ha avanzado en este proyecto, recuperando 27.000 hectáreas de tierra perdida. Las tierras recuperadas han permitido a las comunidades aumentar sus ingresos y producir alimentos para sus familias al mismo tiempo. Senegal ya ha ejecutado una extensión de unos 150 km. Cada año se plantan casi dos millones de plantones y sobreviven entre el 70 y el 75%.
Eliminando CO2 de la atmósfera
Otra ventaja adicional de este proyecto es que eliminará unos 250 millones de toneladas de CO2 de la atmósfera. Sé que solo es una gota en medio de un océano, pero, con un poquito de optimismo, si consideramos la gran muralla verde como la primera batalla ganada en la guerra contra la expansión del Sahara, esta gota podría llegar a convertirse en un torrente.
Sombras de la gran muralla verde
Sin embargo, el objetivo de restaurar 100 millones de hectáreas antes de 2030 parece lejano. Aunque en algunos países como Senegal se han plantado más de 12 millones de árboles resistentes a la sequía en poco más de una década, las cifras no cuadran. Los informes de la Organización para la Alimentación y la Agricultura señalan que aún quedan, como mínimo, 128 millones de hectáreas por rescatar.
Eso significaría que los equipos de la Iniciativa para la Gran Muralla Verde tendrían que recuperar 5 millones de hectáreas anuales para cumplir con el plan y eso es algo que, no hace falta ni decirlo, está muy lejos de parecer posible.
Por ello, muchos expertos llevan años buscando alternativas que permitan reconducir el impulso del proyecto hacia objetivos más factibles. Sea como sea, el proyecto sigue adelante. Porque con dificultades o sin ellas, lo que parece que no se acaba nunca es el hambre del Desierto.
Críticas y modificaciones
La muralla de árboles africana para detener al Sahara es una mala idea. Es hora de replantearla.
9 Julio 2017
Solo acelerando el ritmo de trabajo (por lo menos) diez veces, los avances en el terreno se corresponderán con las altas ambiciones políticas. Lamentablemente, existe un desajuste importante entre la ambición y los esfuerzos, pero no debemos tirar la toalla.
Los motivos de una idea tan cambiante
Los críticos argumentan que un desierto es un ecosistema sano y natural que no debe ser considerado como una enfermedad porque no se propaga como una enfermedad. De hecho, para finales de los 90, ya era difícil defender la idea de invadir los desiertos porque ya había pruebas científicas de que la deforestación era culpa de la variabilidad del clima.
Póngame millones de árboles. (NASA)
Los críticos también han señalado que la idea de una barrera vegetal es contraproducente para los objetivos de desarrollo, puesto que hace hincapié en el perímetro de la zona en vez de el lugar del problema en sí. Para aumentar la seguridad alimentaria y apoyar a las comunidades locales, lo mejor sería centrarse en amplias superficies de cultivos en vez de partes estrechas. Es importante que el proyecto siga adelante porque se estima que alrededor de 232 millones de personas viven en zonas próximas a la Gran Muralla Verde.
Por eso se mantuvo el nombre de muralla, pero en realidad el proyecto es casi irreconocible.
La muralla ya no es una estrecha línea de árboles a lo largo del borde sur del Sáhara, sino que la idea ahora es rodear el Sáhara con un cinturón de vegetación ancho: árboles y arbustos para cubrir la zona de verde y proteger el paisaje agrícola. Este nuevo proyecto involucra a todos los países que rodean el desierto, incluyendo a Argelia y a otros países del norte de África, y no solo a los 11 países originales subsaharianos del Sahel.
Por lo tanto, la Gran Muralla Verde ya no es ni una muralla ni grande, al menos no todavía.
Un proyecto poco realista
Si analizamos la situación a nivel general nos podemos dar cuenta de lo difícil que será terminar la Gran Muralla Verde dentro de los plazos acordados.
En un informe actual de la Organización para la Alimentación y la Agricultura se indica que 128 millones de hectáreas cuentan con menos árboles que paisajes similares en las dos zonas de aridez situadas en la línea de precipitaciones de 400 mm alrededor del Sahara.
No es tan malo como parece. (Pixabay)
Si tenemos en cuenta que la mitad (65 millones de hectáreas, o el 8% de la superficie total de dichas zonas áridas) necesita algún tipo de intervención y que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas establece el año 2030 como fecha de finalización del proyecto, la Iniciativa para la Gran Muralla Verde debería llevar un ritmo de 5 millones de hectáreas anuales (10 millones de hectáreas supondría cumplir el objetivo de poner todas las tierras por encima de la media).
Una fecha menos ambiciosa es la que marca la Agenda 2063 de la Unión Africana, pero incluso entonces sería necesario trabajar a un ritmo de 2 millones de hectáreas por año.
Se desconoce el ritmo real al que se está trabajando, pero es probable que sea mucho menor de 200.000 hectáreas por año. A este ritmo, cien años serían una predicción optimista sobre el tiempo necesario para completar la muralla. Habría que acelerar mucho el ritmo de trabajo si queremos ver cómo la muralla pasa a ser un logro importante de la humanidad.
Es obvio que cada vez hacen falta más recursos y que es poco probable que consigamos multiplicar los esfuerzos por diez. ¿Qué es lo que realmente deberíamos hacer?
Hay que barajar otras opciones
Mucha gente está convencida de que la única opción para construir una muralla verde es plantar árboles, pero no siempre es la única opción y algunas de las tierras menos secas se pueden tratar con técnicas basadas en la capacidad de la tierra para regenerar flora por sí misma: su memoria ecológica.
Hay alternativas. (NASA)
Las inundaciones y los animales trasladan las semillas a lugares donde pueden brotar y los sistemas de raíces de árboles antiguos a veces pueden producir nuevos brotes donde establecerse, a diferencia de las idea de simplemente plantar nuevos árboles. De esta forma se podría volver a llenar un paisaje de color verde, reduciendo la necesidad de plantar árboles, siempre y cuando los agricultores protejan el paisaje de los fuegos y del ganado.
Esta técnica (conocida como la regeneración natural gestionada por agricultores) ha demostrado dar buenos resultados con un bajo coste en áreas donde la memoria ecológica basta para que los brotes surjan por sí mismos y donde los agricultores tienen derecho a utilizar los árboles una vez que hayan crecido. La reforestación puede ser una realidad con esta idea.
Pero la regeneración natural gestionada por agricultores no funcionaría en todas partes y también es necesario utilizar otros métodos, como la excavación de medias lunas (para recolectar agua) y la siembra de plántulas. Aplicar los métodos adecuados en el lugar adecuado es la forma más rápida y eficaz para acelerar la creación de la Gran Muralla Verde.
Autores: Lars Laestadios, profesor adjunto en la Universidad Sueca de Ciencias de la Agricultura.
Otro proyecto
Ciudades de África y Asia construirán una Gran Muralla Verde
La iniciativa pretende hacer frente al cambio climático en las urbes de crecimiento más acelerado con soluciones basadas en la naturaleza
La semana pasada, en un acto paralelo de la Cumbre sobre la Acción Climática de Nueva York donde se trataron Soluciones basadas en la naturaleza (SbN) para las ciudades, Qu Dongyu —Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)—, anunció la creación de una iniciativa a escala mundial para apoyar las soluciones al cambio climático basadas en la naturaleza.
Bautizada como la Gran Muralla Verde para las Ciudades, el proyecto es una extensión de la Gran Muralla Verde del Sahara y el Sahel, e implicará la creación de zonas verdes urbanas para restaurar los paisajes arrebatados por el asfalto y el hormigón a lo largo de urbes de África y Asia.
El anuncio llega en un momento en que las ciudades han adquirido un peso crucial para los Objetivos del Desarrollo Sostenible. Hoy, se estima que para 2050 cerca del 70 por ciento de la población mundial vivirá en ciudades, y que gran parte de este crecimiento se producirá en urbes de África y Asia, que están viviendo una urbanización mucho más acelerada que en otros puntos del planeta. Es por ello que los principales organismos responsables de frenar los efectos devastadores del clima están haciendo hincapié en la necesidad de dedicar más recursos en planificación del uso de la tierra para que el impacto ambiental sea menor.
La FAO ya ha hecho pública su intención de apoyar al menos a tres ciudades de cada uno de los 30 países de estos dos continentes, con la intención de crear una gran infraestructura ecológica con 500.000 nuevos bosques urbanos para 2030, así como restaurar o mantener hasta 300.000 hectáreas de bosques naturales ya existentes en las ciudades del Sahel y Asia Central, y sus alrededores.
Según la propia Organización, una vez terminada, la Gran Muralla Verde para las Ciudades podría capturar entre 0,5 y 5 gigatoneladas de dióxido de carbono (CO2) anualmente, reduciendo los costos de prevención y tratamiento de los efectos del cambio climático y mejorando el bienestar de los habitantes de dichas ciudades, de sus espacios cercanos y del Planeta en general.
Los bosques y árboles urbanos son determinantes a la hora de hacer frente y paliar el cambio climático a nivel mundial, y pueden hacer descender hasta 8 grados la temperatura del aire, rebajando los costes del aire acondicionado hasta en un 40 por ciento según informan en la nota de prensa. Además, otros beneficios directos serían la reducción de los flujos de aguas pluviales y la mejora de la calidad del aire, filtrando el polvo y los agentes contaminantes, según explicó la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura desde Nueva York.
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