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Mapamundi de Al-Masudi

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Mapamundi de Al-Masudi

Al-Masudi

Nombre en árabe: المسعودي

Nacimiento: c. 896; Bagdad (califato abasí)

Fallecimiento: Septiembre de 956; El Cairo (Egipto)

Religión: Islam

Educación

Alumno de: Niftawayh

Ocupación: Geógrafo, historiador y escritor

Área: Historia

Abu ul-Hasan ‘Ali ibn al-Husayn ibn ‘Ali al-Masʿūdī (en árabe, أَبُو ٱلْحَسَن عَلِيّ ٱبْن ٱلْحُسَيْن ٱبْن عَلِيّ ٱلْمَسْعُودِيّ‎, Bagdad, 896Fustat, 956) fue un historiador y geógrafo, conocido como el «Heródoto de los árabes».1​ Fue uno de los primeros en reunir las disciplinas de la historia y de la geografía científica en una obra de gran alcance, su Murūj adh-dhahab wa-maʿādin al-jauhar que en su momento era una historia del mundo conocido. Escribió Las praderas de oro y Libro de advertencia y revisión, crónicas que reflejan las inquietudes de su época.

Biografía

El atlas del mundo de Al-Mas’udi (invertido en el eje norte-sur) también incluye un continente al oeste del Viejo Mundo.

Debido a la escasez de las fuentes, es poco lo que se sabe sobre la vida de al-Masʿūdī. A pesar de la gran producción escrita, su figura fue completamente ignorada por la mayoría de los biógrafos contemporáneos a su época. Incluso en Kitāb al-Fihrist de Ibn an-Nadīm, uno de los diccionarios más completos de la cultura letrada árabe, la información sobre al-Masʿūdī se reduce a una serie de breves menciones.2​ Debido a lo anterior, la única manera de arrojar la luz sobre la vida de al-Masʿūdī, es a través de sus propias obras.

La fecha exacta de nacimiento de Al-Masʿūdī se desconoce, pero la mayoría de los investigadores la sitúan entre 893 y 896 (279-283 AH). Era originario de Bagdad, la capital del Califato abbasí. Su nisba podría indicar la descendencia de ʿAbdallāh ibn Masʿūd, uno de los primeros conversos musulmanes y también uno de los compañeros más cercanos de Mahoma. La juventud del futuro viajero pasó en su ciudad natal. A pesar de no contar con evidencias directas, Charles Pellat a partir de sus obras deduce que durante la etapa formativa al-Masʿūdī tuvo la oportunidad de asistir a clases impartidas por varios maestros importantes de la época como Wakīʿ (m. 306/918), al-Faḍl b. al-Ḥubāb (m. 305/917) y Abū ʿAlī al-Djubbaʾī. Durante esta etapa también pudo haber conocido a aṭ-Ṭabarī (m. 310/923), Ibn Durayd (m. 321/934), al-Ashʿarī (d. 324/935), entre otros.2

En el período entre 912 y 915 al-Masʿūdī abandona Bagdad para emprender un largo viaje. Según so obra Murūj adh-dhahab en 915 visitó una serie de ciudades de Persia, de donde se dirigió a la India, atravesando Sind. De allí, posiblemente recorrió Ceilán y una parte de China. Esta etapa del viaje de al-Masʿūdī que corresponde a los territorios fuera del mundo islámico ha generado muchas dudas entre la comunidad académica.3​ Su veracidad ha sido cuestionada, ya que no se cuenta con las evidencias contundentes de su estancia en Asia Oriental, mientras que sus descripciones de dicha región están basadas en otras fuentes. Por ejemplo, según Paul Lunde y Caroline Stone, una gran parte fue tomada de Ak̲h̲bār al-Ṣīn wa’l-Hind de Abū Zayd al-Sīrāfī, a quién al-Masʿūdī encontró durante su recorrido.4​ En cualquiera de los casos, en 917 después de pasar por Yemen y Omán, regresó a Irak. Después de pasar cuatro años en su tierra natal, en 921 al-Masʿūdī emprendió un nuevo viaje a Siria. Cinco años más tarde, encontramos nuevamente al viajero visitando Jerusalén, Nazareth, entre otras ciudades de Palestina. En 927 hay un nuevo registro de su presencia en Damasco, Raqqa y Harran.

La última etapa de sus andanzas fue marcada por el paso por Armenia y la orilla del mar Caspio. Al final de su viaje al-Masʿūdī se establece en Fustat, la capital de la Dinastía ijshidí que de iure se encontraba bajo la soberanía de los Califas de Bagdad, pero de facto representaba una entidad política autónoma. Tras su llegada a Fustat, al-Masʿūdī ya no volverá a Bagdad, sumergida en los disturbios relacionados con el debilitamiento del poder central abbasí y el ascenso de los Búyidas. Precisamente en Fustat al-Masʿūdī completó una gran parte de sus trabajos, incluyendo las únicas dos obras que llegaron hasta nosotros y continuó trabajando hasta su muerte en 956.

Obra

al-Masʿūdī fue reconocido por su contribución al género de la geografía histórica. De los 36 tratados conocidos hasta nuestros días llegaron solo dos: Kitāb at-Tanbīh wa-’l-ishrāf (Libro de advertencia y revisión) y Murūj adh-dhahab wa-maʿādin al-jauhar (Los prados de oro y las minas de gemas). Su opus magna de treinta volúmenes intitulada Aḵbār az-zamān (Noticias/historia del tiempo) se ha perdido, igual que su apéndice al-Kitāb al-awsaṭ (El libro medio). El resumen abreviado de Aḵbār az-zamān con el que contamos en la actualidad se ha conservado bajo el título Murūj adh-dhahab wa-maʿādin al-ǧauhar (Los prados de oro y las minas de gemas). La segunda obra que llegó hasta la actualidad, Kitāb at-Tanbīh wa-’l-ishrāf,5​ fue escrita poco tiempo antes de la muerte de al-Masʿūdī y contiene correcciones y aclaraciones de sus libros previos.6

Los prados de oro y las minas de gemas (Murūj adh-dhahab wa-maʿādin al-jauhar)

El estudio sistemático de Murūj adh-dhahab fue inaugurado en el siglo XIX por Silvestre de Sacy y retomado por especialistas como Ernest Renan. Entre 1861 y 1877 Barbier de Meynard y Pavet de Courteille elaboraron la primera traducción del texto completo al francés, lo que dio un impulso a su estudio. Murūǧ aḏ-ḏahab obtuvo una alta valoración entre la comunidad académica. Uno de los mayores expertos del siglo XX en literatura árabe, H.A.R Gibb: “no hay trabajo más maravilloso escrito en árabe.”6

El libro consta de dos partes. La primera reúne la descripción de las partes conocidas del mundo con la clásica división en siente climas con constantes digresiones de carácter proto-antropológico, propios para la literatura geográfica descriptiva árabe. La segunda parte ocupa aproximadamente dos tercios de la totalidad de la obra y está dedicada específicamente a la historia árabe-musulmana desde Mahoma hasta el reinado del Califa abbasí Abū ʾl-Qāsim al-Faḍl ibn al-Muqtadir (m. 974).7​ En este sentido, Murūǧ aḏ-ḏahab es uno de los trabajos más ilustrativos de la vida cultural y política del Califato abbasí.

Contribución

En las descripciones geográficas, la metodología de al-Masʿūdī no se compara con la rigurosidad “científica” de autores como al-Bīrūnī. Sobre todo era un literato, un adīb, lo que lo acerca a autores como al-Jāḥiẓ o ibn al-Faqih, pero con un sesgo más serio y el estilo narrativo más disciplinado.

El legado de al-Masʿūdī enriqueció el género de la literatura geográfica descriptiva. Su imparcialidad en cuestiones étnicas y religiosas, su erudición y el alcance de sus intereses lo convierten en un autor de suma importancia tanto para el estudio de los asuntos internos del Califato, como para el análisis de la visión que tenía un representante de esta cultura del mundo circundante.

Nacimiento, viajes y producción literaria

Más información: Los prados de oro

Poco se sabe de sus medios y financiación de sus extensos viajes dentro y más allá de las tierras del Islam, y se ha especulado que, como muchos viajeros, pudo haber estado involucrado en el comercio.[6]

Hacia el final de Los prados de oro, al-Mas’udi escribió:

La información que hemos recopilado aquí es el fruto de largos años de investigación y dolorosos esfuerzos de nuestros viajes y jornadas por Oriente y Occidente, y de las diversas naciones que se encuentran más allá de las regiones del Islam. El autor de esta obra se compara a un hombre que, habiendo encontrado perlas de todo tipo y color, las junta en un collar y las convierte en un adorno que su poseedor guarda con gran esmero. Mi objetivo ha sido rastrear las tierras y las historias de muchos pueblos, y no tengo otro.[7]

Entorno intelectual de al-Mas’udi

Al-Mas’udi vivió en una época en que los libros estaban disponibles y eran baratos. Ciudades importantes como Bagdad tenían grandes bibliotecas públicas y muchas personas, como as-Suli, un amigo de Mas’udi, tenían bibliotecas privadas, que a menudo contenían miles de volúmenes. A principios de la era abasí, los prisioneros chinos llevaron el arte de la fabricación de papel al mundo islámico después de la batalla de Talas y la mayoría de los pueblos y ciudades grandes tenían fábricas de papel. El material de escritura barato disponible contribuyó a la animada vida intelectual.[9] Al-Mas’udi a menudo remite a los lectores a sus otros libros, suponiendo que estén disponibles. La alta alfabetización y el vigor del mundo islámico con su rica herencia cultural de filosofía griega, literatura persa, matemáticas indias, contrastaba con la de Europa, cuando el autor de la Crónica anglosajona estaba escribiendo. Estaba familiarizado con la obra médica de Galeno, con la astronomía ptolemaica, con la obra geográfica de Marino y con los estudios de los geógrafos y astrónomos islámicos.

En Los prados de oro, al-Mas’udi escribió su famosa condena de la revelación sobre la razón:

Las ciencias fueron apoyadas financieramente, honradas en todas partes, universalmente perseguidas; eran como edificios altos sostenidos por fuertes cimientos. Entonces apareció la religión cristiana en Bizancio y los centros de aprendizaje fueron eliminados, sus vestigios borrados y el edificio del saber griego fue destruido. Todo lo que los antiguos griegos habían sacado a la luz se desvaneció, y los descubrimientos de los antiguos se alteraron hasta quedar irreconocibles.

Al-Mas’udi incluyó la historia de las antiguas civilizaciones que habían ocupado la tierra sobre la que más tarde se extendió el Islam. Menciona a los asirios, babilonios, egipcios y persas entre otros. También es el único historiador árabe que se refiere (aunque indirectamente) al reino de Urartu, cuando habla de las guerras entre los asirios (dirigidos por la legendaria reina Semíramis) y los armenios (dirigidos por Ara la Hermosa).[12]

Al-Mas’udi estaba al tanto de la influencia de la antigua Babilonia en Persia. Tuvo acceso a una gran cantidad de traducciones de eruditos como ibn al-Muqaffa del persa medio al árabe. En sus viajes, también consultó personalmente a eruditos persas y sacerdotes zoroastrianos . Así tuvo acceso a mucho material, fáctico y mítico. Al igual que otros historiadores árabes, no tenía claro la dinastía aqueménida, aunque sabía de Kurush (Ciro el Grande). Fue mucho más claro sobre las dinastías más recientes y su estimación del tiempo entre Alejandro Magno y Ardashir se describe con mucha más precisión que en al-Tabari.

Sus amplios intereses incluían a los griegos y los romanos. Una vez más, al igual que otros historiadores árabes, no tenía claro la Grecia anterior a la dinastía macedonia que produjo a Alejandro Magno. Él es consciente de que hubo reyes antes de esto, pero no tiene claro sus nombres y reinados. Tampoco parece estar familiarizado con aspectos adicionales de la vida política griega como las instituciones democráticas atenienses. Lo mismo vale para la Roma anterior a César . Sin embargo, es el primer autor árabe existente que menciona el mito fundador romano de Rómulo y Remo.

En opinión de al-Mas’udi, la mayor contribución de los griegos fue la filosofía. Era consciente de la progresión de la filosofía griega desde los presocráticos en adelante.

También estaba muy interesado en los acontecimientos anteriores de la península arábiga. Reconoció que Arabia tenía una larga y rica historia. También era muy consciente de la mezcla de hechos interesantes en tiempos preislámicos, en mitos y detalles controvertidos de tribus competidoras e incluso se refirió a la similitud entre parte de este material y las contribuciones legendarias y narrativas de algunos persas medios e indios, libros a las Mil y Una Noches.[cita requerida]

Viajes en tierras más allá del Islam

En el año 933 Al-Masudi menciona a los marineros musulmanes, que llaman a las islas Comores: “Las Islas del Perfume” y cantan las olas que rompen rítmicamente a lo largo de amplias playas de arena perlada, las brisas ligeras perfumadas con vainilla e ylang-ylang, un componente en muchos perfumes.[13]

Ahmad Shboul señala que al-Mas’udi se distingue de sus contemporáneos por el alcance de su interés y la cobertura de las tierras y pueblos no islámicos de su época. Otros autores, incluso los cristianos que escribieron en árabe en el califato, tenían menos que decir sobre el Imperio bizantino que al-Mas’udi. También describió la geografía de muchas tierras más allá del califato abasí, así como las costumbres y creencias religiosas de muchos pueblos.[cita requerida]

Sus habituales consultas a los viajeros y la extensa lectura de escritores anteriores se complementaron en el caso de la India con sus experiencias personales en la parte occidental del subcontinente. Demuestra una comprensión profunda del cambio histórico, rastreando las condiciones actuales hasta el desarrollo de eventos a lo largo de generaciones y siglos. Percibió la importancia de las relaciones interestatales y de la interacción de musulmanes e hindúes en los diversos estados del subcontinente.[cita requerida]

Describió a los gobernantes anteriores en China, subrayó la importancia de la revuelta de Huang Chao a finales de la dinastía Tang y mencionó, aunque menos detalladamente que para la India, las creencias chinas. Su breve retrato del sudeste asiático destaca por su grado de precisión y claridad. Inspeccionó las vastas áreas habitadas por pueblos túrquicos, comentando lo que había sido la amplia autoridad de Khaqan, aunque este ya no era el caso en la época de al-Mas’udi. Transmitió la gran diversidad de pueblos túrquicos, incluida la distinción entre turcos sedentarios y nómadas. Habló de la importancia de los jázaros y proporcionó mucho material nuevo sobre ellos.[cita necesaria]

Su relato de la Rus es una importante fuente temprana para el estudio de la historia rusa y la historia de Ucrania. Nuevamente, si bien puede haber leído a autores árabes anteriores como Ibn Khordadbeh, Ibn al-Faqih, ibn Rustah e Ibn Fadlan, al-Mas’udi presentó la mayor parte de su material basado en sus observaciones personales y contactos realizados durante el viaje. Informó al lector árabe que los rus eran más que unos pocos comerciantes. Eran una colección diversa y variada de pueblos. Señaló su actitud independiente, la ausencia de una autoridad central fuerte entre ellos y su paganismo. Estaba muy bien informado sobre el comercio de la Rus con los bizantinos y sobre la competencia de la Rus en la navegación de buques mercantes y buques de guerra. Era consciente de que el Mar Negro y el Mar Caspio son dos cuerpos de agua separados.[cita requerida]

Al-Mas’udi también estaba muy bien informado sobre los asuntos bizantinos, incluso sobre los acontecimientos políticos internos y el desarrollo de los golpes palaciegos. Él registró el efecto de la migración hacia el oeste de varias tribus sobre los bizantinos, especialmente los búlgaros invasores. Habló de las relaciones bizantinas con Europa occidental. Y, por supuesto, estaba muy interesado en las relaciones bizantino-islámicas.[cita requerida]

Un ejemplo de la influencia de Al-Mas’udi en el conocimiento musulmán del mundo bizantino es que el uso del nombre Estambul (en lugar de Constantinopla) se remonta a sus escritos durante el año 947, siglos antes del eventual uso otomano de este término. Escribe que los griegos (es decir, los bizantinos del siglo X) la llaman “la Ciudad” (bulin en la escritura árabe, que carece de la letra p: en griego polin); “y cuando quieren expresar que es la capital del Imperio por su grandeza dicen Istan Bulin. No la llaman Constantinopla. Son sólo los árabes quienes la designan así”.[14] Una analogía actual sería el uso de las frases “Voy al centro de la ciudad” o “Voy a la ciudad” por parte de quienes viven cerca de Chicago o Londres, respectivamente.[cita requerida]

Tiene algún conocimiento de otros pueblos del este y oeste de Europa, incluso de la lejana Gran Bretaña y la Inglaterra anglosajona. Lo nombra, aunque es incompleto al respecto. Conoce París como la capital de los francos. Obtuvo una copia de una lista de gobernantes francos desde Clodoveo hasta su época.[cita requerida] Hace varias referencias a personajes interpretados como vikingos, descritos por él como majus, que llegaron a Al-Andalus desde el norte.[15]

El interés global de Al-Mas’udi incluía África. Era muy consciente de los pueblos de la parte oriental del continente (mencionando detalles interesantes de los Zanj, por ejemplo). Conoce menos África occidental, aunque nombra estados contemporáneos como Zagawa, Kawkaw y Ghana. Describió las relaciones de los estados africanos entre sí y con el Islam. Proporcionó material sobre las culturas y creencias de los africanos no islámicos.[cita requerida]

En general, sus obras sobrevivientes revelan una mente intensamente curiosa, un universalista que adquiere ansiosamente un trasfondo tan extenso del mundo entero como sea posible. La variedad geográfica de su material y el alcance de su espíritu siempre inquisitivo es verdaderamente impresionante.[cita requerida]

Recepción

Ernest Renan comparó a al-Masudi con el geógrafo griego Pausanias del siglo II d. C., mientras que otros lo compararon con el escritor romano Plinio el Viejo . Incluso antes de que el trabajo de al-Masudi estuviera disponible en idiomas europeos, los orientalistas [cita requerida] lo compararon con Heródoto, el antiguo historiador griego llamado “El padre de la historia”.

Influencias religiosas

Algunos de los primeros comentaristas de al-Masudi indican la influencia de los antagonismos religiosos. El erudito sunita Ibn Hajar escribió: “Los libros [de al-Mas’udi] son ​​imprecisos porque era un chiíta, un muʿtazili“.[17] Adh-Dhahabi[18] y Taj al-Din al-Subki creían que él defendía la doctrina herética de Mu’tazili.[19] Las indicaciones de la teología chiita se citan a continuación:

Su descripción de Sistán (Irán)

“… es la tierra de los vientos y la arena. Allí el viento mueve los molinos y hace subir el agua de los arroyos, con lo cual se riegan los jardines. No hay en el mundo, y sólo Dios lo sabe, ningún lugar donde se haga un uso más frecuente de los vientos”. (947 dC)[21]

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