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Musaeum Clausum

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Musaeum Clausum

Musaeum Clausum (Latin for Sealed Museum), también conocido como Bibliotheca abscondita (Biblioteca Secreta en latín), es un tratado escrito por Sir Thomas Browne que fue publicado por primera vez póstumamente en 1684. El tratado contiene descripciones de frases cortas de libros, imágenes y objetos supuestos, rumores o perdidos. El subtítulo describe el tracto como un inventario de libros notables, antigüedades, imágenes y rarezas de varios tipos, escasos o nunca vistos por ningún hombre que ahora vive. Su fecha se desconoce: sin embargo, se cita un evento del año 1673.

Al igual que su Pseudodoxia Epidemica, Musaeum Clausum es un catálogo de dudas y consultas, sólo que esta vez, en un estilo que anticipa al escritor de cuentos argentino del siglo XX Jorge Luis Borges, quien en su día declaró: “Escribir libros vastos es un tanto laborioso; mucho mejor es ofrecer un resumen como si esos libros realmente existieran”.

Browne, sin embargo, no fue el primer autor en participar en tanta fantasía. El autor francés Rabelais, en su épico Gargantua y Pantagruel, también escribió una lista de títulos de libros imaginarios y a menudo obscenos en su “Library of Pantagruel”, un inventario al que el propio Browne alude en su Religio Medici.

A medida que la Revolución Científica del siglo XVII progresaba la popularidad y el crecimiento de las colecciones anticuarias, los que dicen albergar artículos altamente improbables crecían. Browne era un ávido cófono de antigüedades y especímenes naturales, que poseía un supuesto cuerno de unicornio, que le presentó Arthur Dee. El hijo mayor de Browne, Edward, visitó al famoso erudito Atanasio Kircher, fundador del Museo Kircherano de Roma en 1667, cuyas exposiciones incluían un motor para intentar el movimiento perpetuo y una cabeza de habla, que Kircher llamó su Oraculum Delphinium. Escribió a su padre de su visita al “club de rarezas” del sacerdote jesuita.

El gran volumen de títulos de libros, fotos y objetos listados en Musaeum Clausum es el testimonio de la fértil imaginación de Browne. Sin embargo, sus principales editores, Simon Wilkin en el siglo XIX (1834) y Sir Geoffrey Keynes en el XX (1924), lo descarte sumariamente. Keynes consideró que su humor era demasiado erudito y “no al gusto de todos”.

El tracto misceláneo de Browne también puede leerse como una parodia de la tendencia ascendente de colecciones de museos privados con sus curiosidades de origen dudoso, y quizás también de publicaciones como el llamado Museo Hermético (1678), una de las últimas grandes antologías de literatura alquímica, con su divulgación de conceptos y símbolos alquímicos cercanos en común.

La lista de elementos es larga e intrincada: escritos ficticios de Aristóteles, Ovidio y Cicerón; una serie de cartas falsas entre Séneca y San Pablo; la imagen realizada desde una especie de submarino del pasto que crece en el fondo del mar Mediterráneo; dibujos de copos de nieve del Ártico; un huevo de avestruz con ilustraciones de la batalla de Alcázar; entre muchos otros objetos más valiosos que reales.

La historia de la fascinante colección que nunca existió

La época de las grandes exploraciones y descubrimientos, en los siglos XV al XVII, se destacó por el conocimiento y exploración de tierras lejanas, por el intercambio de productos de diversa índole y, claro, por la conquista de territorios. Durante esta época el conocido polímata inglés Thomas Browne publicó un curioso libro en donde describía una increíble colección que comprendía libros, pinturas y demás objetos rarísimos de lejanos lugares. Pero quizá lo más destacado de este tratado es que la colección era imaginaria.

El Musaeum Clausum o Bibliotheca abscondita es básicamente el inventario de una colección de objetos y rarezas que no existen. Browne la escribió tal vez como una broma, como una sátira de la moda de la época, sobre todo en las clases altas, de tener colecciones ostentosas de los objetos más variados y traídos de los lugares más exóticos. Este tratado debe ser observado como un ejercicio de erudición de su autor; como una parodia de la tendencia de la época a poseer fastuosas colecciones.

Este tratado debe ser observado como un ejercicio de erudición de su autor; como una parodia de la tendencia de la época a poseer fastuosas colecciones

A las salas en donde se exponían dichas colecciones se les denominaba cuartos de maravillas; por supuesto a mayor riqueza en las piezas exhibidas mayor alcurnia y sofisticación de su dueño. A estas salas se les considera los antecesores de los museos modernos. En ellas se podían ver objetos raros y ejemplares de los tres reinos (los que en esa época se consideraban) de la naturaleza: animalia, vegetalia y mineralia. La belleza del reino fungi aún no era catalogada como tal.

Estas colecciones y los catálogos de las mismas tuvieron gran trascendencia para el desarrollo de la ciencia moderna. Así pues, si bien estos inventarios eran comunes, el realizado por Browne es muy peculiar porque evidencia la gran imaginación de su autor y por estar hecho con gran humor intelectual. Aunque los objetos descritos eran imaginarios, Browne tuvo el tino de describir rarezas que, de existir, habrían entusiasmado a cualquier científico o erudito.

Retrato de Thomas Browne y su esposa por Joan Carlile

El Musaeum Clausum se describe así mismo como: inventario de libros notables, antigüedades, fotos y rarezas de varios tipos, escasos o nunca vistos por cualquier hombre que ahora vive. Algunos de estas piezas son las siguientes:

  • Cartas y obras de Aristóteles, Ovidio y Cicerón
  • Cartas entre Séneca y San Pablo.
  • Un antiguo herbario británico realizado por el médico Escribonio Largo, cuando atendió al Emperador Claudio en su expedición a Britania.
  • Un documento de Marco Tulio Cicerón describiendo sus dominios.
  • Manuscrito de puño y letra de Flavio Josefo.
  • Una imagen del gran Fuego que sucedió en Constantinopla en el Reino del Sultán Ahmed.
  • Medallas antiguas con inscripciones griegas y romanas encontradas en Crimea.

El largo listado incluye casi noventa artículos imaginarios, todos dotados de gran interés… si existieran. El Musaeum Clausum fue publicado de forma póstuma en 1684. Su autor, Thomas Browne vivió del 1605 al 1682, murió exactamente el día de su cumpleaños número 77.

 

Otros inventarios imaginarios

Browne no ha sido el único en realizar un inventario imaginario. Por ejemplo en la obra Gargantúa y Pantagruel, la colección de novelas escritas por François Rabelais del siglo XVI, se menciona la colección de diversos libros imaginarios que en la obra es referida como “Biblioteca Pantagruel”. Debido al humor satírico y tono escatológico, los títulos de los tomos de esa biblioteca inventada son obscenos. Esta imaginaria colección fue conocida por el mismo Browne, pues él mismo habla de ella en su obra Religio Medici.

Otros autores como Jorge Luis Borges, Umberto Eco, Chuck Palahniuk han mencionado libros imaginarios en sus obras; así mismo Isaac Asimov, Tolkien y Frank Herbert en Dune. Aquí viene a cuento lo que dice el mismo Borges: «Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario»; en el caso de Browne un inventario imaginario.

Desde Sócrates, pero sobre todo a partir de los posteriores neoplatónicos y de Plotino (siglo II de nuestra era), se considera al conocimiento como algo inherente a cada ser humano, ocluido por el “contrato” que se firma al nacer y que consiste en beber de las “aguas del olvido”. Y ha continuado como una tradición hoy sólo sostenida por la literatura fantástica, el ocultismo o ciertas versiones del orientalismo. Pero el acceso a esa memoria se presume cercano al absoluto; es decir, hay que recordar con exacta precisión hasta los detalles más nimios. Es también por eso la obsesión de los renacentistas al inferir que recobrar la memoria es despertar a la vida y al conocimiento.

Todo esto forma parte central de la preocupación renacentista por recobrar los tesoros del saber perdidos. Hay que decir que apenas hasta hace muy poco se han encontrado nuevos y eficientes métodos de conservación fotográficos y ahora digitales; antes, la pérdida de libros o artefactos era considerada una verdadera catástrofe. En este contexto hay que situar el libro de Thomas Browne, que con seriedad fundamentada plantea que la imaginación es un método válido de exploración y restauración de nuestro pasado.

El magnífico catálogo de Browne abreva, no sin un toque de ironía y comedia, del azar del recuerdo, del mito no como fantasía, sino como la recopilación de las historias del origen que componen el mapa de navegación de nuestra interioridad. La lista del Musaeum Clausum sobrevive, al igual que el recuerdo heredado de la Biblioteca de Alejandría, como una lista de fantasmas que nos hablan de la profunda melancolía de la pérdida que persiguió al espíritu del Renacimiento, y que nos persigue hasta el día de hoy.

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