Obelisco de Aksum
El Obelisco de Aksum, reubicado en Tigray (2009).
El Obelisco de Aksum es un obelisco de granito de 1.700 años de antigüedad. Está decorado con dos puertas falsas en la base, y decoraciones similares a ventanas en todos sus lados. Termina en una parte superior semicircular, que solía estar encerrada por marcos metálicos.
El obelisco fue elaborado y erigido en la ciudad de Aksum (actual Etiopía) durante el siglo IV por ciudadanos del reino de Aksum, una antigua civilización etíope. Posteriormente se derrumbó, partiéndose en tres trozos. Probablemente a consecuencia de un terremoto, ya que la zona tiene una alta actividad sísmica. En esas condiciones fue encontrado por el ejército italiano a finales de 1935 durante la invasión italiana de Abisinia. En 1937, después de la guerra ítalo-abisinia, fue trasladado a Italia como trofeo de guerra por el régimen fascista. Llegó a Nápoles en barco el 27 de marzo de 1937 y llevado a Roma. El 28 de octubre es ensamblado en la plaza de Porta Capena, frente al Ministerio de la África Italiana (más tarde sede de la FAO), conmemorando el 15º aniversario de la marcha fascista sobre Roma. En un acuerdo con la ONU en 1947, Italia acordó retornar el obelisco. En los siguientes 50 años se hizo poco por respetar este acuerdo.
Después de años de presión, el gobierno italiano comenzó el proceso de retornar el obelisco, en abril de 1997. El primer paso fue desmantelarlo para embarcarlo a Etiopía en marzo de 2004. Sin embargo, el proceso de repatriación se vio entorpecido por varios obstáculos: la pista del aeropuerto de Aksum era demasiado corta para un avión de cargo que cargara aún la tercera parte del obelisco; y el acceso a través del puerto de Eritrea era virtualmente imposible, debido a conflictos políticos entre las dos Eritrea y Etiopía. Otra razón para el retraso en la devolución del obelisco fue la declaración del gobierno italiano de que no existían fondos suficientes para pagar por el transporte. Los Estados Unidos negaron ayuda diciendo que sus aviones de carga estaban comprometidos en la guerra de Irak. Numerosos intentos por parte del profesor Richard Pankhurst fueron infructuosos hasta que un ciudadano etíope-norteamericano amenazó al gobierno italiano con una posible colecta virtual.
La pista en el aeropuerto de Axum fue entonces acondicionada para facilitar el retorno del obelisco, cuyas partes se mantenían en un almacén del aeropuerto de Roma-Fiumicino hasta el 19 de abril de 2005, día en que se transportó la primera pieza. El obelisco, al llegar a Etiopía, permaneció en un almacén mientras se decidía cuál era la mejor opción para su restauración sin perturbar otros patrimonios en el área.
El reensamblaje de las partes comenzó en junio de 2008, año en que el monumento volvió a su forma y lugar original, siendo inaugurado el 4 de septiembre de 2008.
Existen varios obeliscos en Eritrea y Etiopía, como el de Hawulti en Metera.
Aksum (Axum), situada a 1.005 kilómetros de la capital etíope, Addis Abeba, fue una gran capital de la antigüedad. Allí, hace más de dos mil quinientos años, los monarcas eran coronados y recibían el título de rey de reyes. Ahí anidan los mayores enigmas de este singular país, del que sabemos que fue la casa en la que moraron algunos de nuestros más lejanos antepasados. Y es allí donde se encuentra el obelisco estela más grande jamás construido por el hombre.
Casi olvidado, hoy yace tumbado, lo que en tiempos fue una colosal mole de treinta y cinco metros de altura y un peso de quinientas toneladas. Se cree que tenía discos metálicos a los lados. Estaba tallado de una sola pieza y, claro, cabe preguntarse cómo lo levantaron y llevaron hasta allí. Sabemos que hubo siete monolitos estelas de estas características en Aksum. Uno de ellos, también impresionante, medía veinticuatro metros de altura; fue llevado, robado dicen algunos, a Roma (Italia). En realidad fue trasladado por el ejército italiano a finales de 1935 durante la invasión italiana de Abisinia. En 1937, después de la guerra ítalo-abisinia, sería llevado a Italia como trofeo de guerra. Su restitución tendría lugar en el año 2005.
El mayor de ellos, el monolito de Aksum, debía ser un espectáculo soberbio. Estaba trabajado para que quienes lo vieran creyeran encontrarse ante un edificio de ventanas de trece pisos de altura.
Nadie sabe a ciencia cierta qué significado tenía. Quizá la mejor pista al respecto la puede ofrecer una falsa puerta tallada en piedra que se observa en la base del monolito. Probablemente, se trataba de un símbolo mediante el cual se quería transmitir que el obelisco conducía a las alturas… ¡hacia el cielo!
Aksum es un sorprendente enclave cargado de historia y misterio donde topamos con otro enigma, el del Arca de la Alianza, una reliquia aún hoy buscada, que Menelik trajo desde Jerusalén a esta urbe de pasado glorioso.
Según «Gloria de Reyes», el libro sagrado de los etíopes, el Arca fue llevada hasta Aksum de un modo más que misterioso. Narra esta obra que carros y animales se desplazaron por el aire a poca altura sobre la superficie con la reliquia a bordo. Tras el primer día de viaje, la comitiva que conducía el Arca se encontraba ya en Gaza. Sin embargo, para desplazarse a pie desde una ciudad a otra se requerían trece días de viaje. Pero gracias a las facultades volantes de las que hicieron gala los hombres de Menelik, sólo tardaron veinticuatro horas en cubrir aquella distancia.
Tras la singladura, el Arca llegó a Aksum. Y ahí permanecería hoy, oculta y a buen recaudo por los responsables de la iglesia de Santa María de Sión, que simboliza la fe de todos los templos ortodoxos etíopes, que son nada menos que veinte mil. Todos ellos cuentan con una réplica del objeto que contenía las Tablas de la Ley y al que se le considera dotado de capacidades más allá de lo comprensible.
Y es aquí donde el Arca y el obelisco estela se adentran por la misma senda. La leyenda dice que el cofre fantástico era capaz de provocar la alteración de la materia, de allanar montañas, detener ríos e, incluso, asolar ciudades enteras. Tanto es así, que no pocos han pensado que se trataba de un artefacto dotado de mecanismos tecnológicos, que fue entregado a los hombres por un supertecnificado dios Yavéh.
Nadie sabe aún cómo fue tallado, trasladado y puesto en pie el obelisco estela de Aksum. Pues bien, en tomo a las fantásticas ruinas etíopes se han erigido mitos y leyendas. Para algunos, fundamentadas, en el sentido de que explican algunos misterios. Y es que según las tradiciones aksumitas, los poderes del Arca de la Alianza fueron de los que se sirvieron los antiguos etíopes para dar forma a este imponente obelisco.
El investigador Grahan Hancock, licenciado en sociología por la Universidad de Durham y escritor, que ha viajado en numerosas ocasiones a Etiopía, ha encontrado pruebas que en su opinión podrían respaldar los testimonios que ubican el Arca en la región. Ahí mantuvo una inquietante conversación con uno de sus guardianes.
“¿Ha visto las estelas?”, le preguntó el guardián.
“Sí, las he visto”, respondió el investigador británico.
“¿Y cómo cree que fueron levantadas?”, añadió el etíope.
Hancock, entonces, se encogió de hombros y su confidente le reveló lo siguiente: “Utilizaron el Arca y el fuego celestial. Los hombres, solos, nunca hubieran construido algo así.” El sitio arqueológico de Aksum es Patrimonio de la Humanidad desde 1980.
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