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Piedras Fenicias de Guayanilla

Piedras Fenicias de Guayanilla, Puerto Rico

Múltiples versiones

La primera mención oficial de las piedras la hizo en 1890 el investigador francés Alphonse Pinart, quien se entrevistó con el padre Nazario y concluyó que las primeras piezas halladas eran auténticas. Destacó, empero, que   gente del pueblo falsificaba piedras y se las llevaba al cura, a cambio de que este les diera regalos al aceptarlas.

Luego, en 1903, vino al País el arqueólogo estadounidense Jesse Walter Fewkes, quien le ofreció $800 al padre Nazario para que le vendiera su colección, pero no lo convenció. Fewkes estableció que las piedras eran falsas, siendo esa la percepción que se mantuvo –y se mantiene– entre la mayoría de los arqueólogos.

Entre 1911 y 1912, el padre Nazario enfermó y pasó de Guayanilla al obispado de San Juan. Se llevó las piedras consigo y allí lo visitaron importantes historiados locales, como  Cayetano Coll y Toste y Adolfo de Hostos, hijo de Eugenio María de Hostos.

“Ambos historiadores entendían que las piedras eran de importancia para el País y que había que abordar el tema, pero no se hizo. No se sabe cómo, pero desde el obispado las piedras comenzaron a segregarse. De la colección original de 800 piedras, solo 200 terminaron en el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), donde nunca se ha hecho una gestión específica para estudiarlas”, lamentó Rodríguez.

Tras la muerte del padre Nazario en 1919, quien retomó el estudio de las piedras, en la década de 1980, fue el ingeniero Aurelio Tió, entonces presidente de la Academia Puertorriqueña de la Historia.

Tió contactó al científico Barry Fell, profesor emérito de la Universidad de Harvard y estudioso de epigrafía, quien argumentó que la escritura en las piedras está relacionada con el silabario antiguo de los vascos, quienes se habrían movido por el océano Atlántico hasta las Américas.

“Tíó escribió más de 30 artículos sobre las piedras, pero la comunidad arqueológica no escribió ni uno en reacción a estos. Tió trató de establecer contactos colaborativos con instituciones dentro y fuera de la Isla, pero no se le prestó mucha atención”, contó Rodríguez.

Historia detallada

Un día de 1880, el padre José María Nazario fue llamado a prestar sus servicios a la cabecera de la cama de una anciana moribunda en el municipio sureño de Guayanilla, en Puerto Rico (Antillas Mayores, en el Caribe).

Conocedora ya la mujer del gran interés que el sacerdote tenía por las antigüedades (piezas arqueológicas indígenas), quiso confiarle un secreto de familia.

La mujer en cuestión era de ascendencia indígena, y era descendiente directa del cacique indio Agueybaná, último cacique de la zona de Guayanilla al momento de la llegada de los conquistadores españoles a la Isla y último gran regente general de Borikén, como llamaban a nuestra isla nuestros antepasados indios Taíno – Arawakos.

El secreto de familia al que se refería la mujer había sido guardado celosamente por varias generaciones de su familia. Según el relato del padre, la anciana le habría revelado, con la esperanza de que él reconocería su gran valor como patrimonio histórico y haría todo lo posible por protegerla, la existencia de una alegada biblioteca en piedra perteneciente a Agueybaná, y le confió el lugar donde supuestamente se encontraba.

Siguiendo sus instrucciones al pie de la letra, el padre Nazario llegó hasta un sector del hoy llamado barrio ‘Los Indios’. El lugar en cuestión estaba localizado varios kilómetros al noroeste de Guayanilla, cercano al pueblo de Yauco, donde se allegó a un punto en una ribera a orillas del río Coayuco. Allí, encontró una gran laja de piedra plana y lisa que le había sido descrita por la anciana y que alegadamente era un marcador. Debería levantar la laja de piedra y excavar en el suelo bajo esta. Al hacerlo el sacerdote descubrió una serie de escalones que se perdían hacia abajo, hacia las entrañas de la tierra. Intrigado, excavó con más ímpetu, descubriendo que los escalones llevaban hasta un cuarto subterráneo…y allí encontró al enigmático tesoro lítico arqueológico que le había sido descrito por la descendiente de Agueybaná.

En aquél depósito encontró cientos de rocas cortadas formando siluetas de forma humanoide y con caracteres incisos en tan gran número que tuvo que paralizar la excavación.

Por años continuó sacando del misterioso depósito subterráneo lo que el sacerdote llamó “volúmenes’, los que los lugareños de la zona le llevaban a su residencia, por instrucciones suyas.

Tras estudiarlas con esmero, y gracias a sus conocimientos de las lenguas antiguas, pudo concluir que las antropoglifitas (nombre que Nazario dio a las rocas por su forma de aspecto humanoide y las inscripciones que contenían sobre sí ) y sus caracteres incisos no eran de origen indígena Taíno – Arawako y que más bien parecían ser de origen Caldeo, o sea, originarios del medio oriente, del llamado Viejo Mundo.

Dijo reconocer símbolos cuneiformes entre los caracteres, de ahí su opinión de que eran de origen Caldeo y Hebreo. Sobre ello señaló: “Sobre 800 antropoglifitas que tengo en mi colección son testimonio de que los indios de Carib (como él llamaba al Puerto Rico precolombino) tenían una escritura más perfecta que la de México y Perú. Las numerosas antropoglifitas que guardo, siento la fuerte tentación de creerlas el archivo nacional (pre colombino).” Penosamente, luego de dar a conocer su hallazgo, el padre Nazario fue acusado por historiadores y arqueólogos conservadores del país y del exterior de haber creado un fraude, y se llegó incluso a insinuar que “…le había pagado a un jíbaro (campesino) para que con mocho (machete) tallase las figurillas incisas con signos inventados por ellos.” ¡Qué campesino tan extraordinario, capaz de tallar más de 800 rocas de diferentes pesos y tamaños (más de una tonelada), tarea que fácilmente debió requerir de un gran número de personas!

Tal controversia ha durado hasta nuestros días. ¿Por qué? Veamos qué nos dice al respecto el Dr. Aurelio Tió Nazario, presidente de la Academia Puertorriqueña de la Historia y quien desde hace unos 30 años ha luchado por un estudio serio y objetivo de las llamadas Piedras del Padre Nazario:

“Todo comenzó porque a principios de siglo el antropólogo Jesse Walter Fewkes conoció al padre Nazario y señaló en su informe a la Smithsonian Institución que de todas las colecciones de piezas indígenas en P.R., la mejor era la del Padre Nazario. Pero anotó también que parte de la colección consistía de estatuillas inscritas con signos que no eran indoantilIanos sino ‘exóticos’, y quizás viendo su parecido con caracteres del medio oriente, comentó en su informe que dichas piedras “…no parecían muy antiguas”, lo que fue interpretado como una insinuación velada de que podrían ser falsificaciones recientes.

“Aunque fue una insinuación sin base en estudios, se ha vuelto un dogma para muchos arqueólogos, especialmente de la escuela americana y por eso han catalogado a las piedras como falsas, negándose por años a estudiarlas. Incluso arqueólogos de aquí han mostrado una actitud de ese tipo”, añadió el Dr. Tió.

¿Hay alguna base para tal actitud de parte de estos individuos? – preguntamos a Tió.

“Bueno – dijo el historiador -,el mismo Fewkes señaló que podrían ser procedentes de razas distintas a las prehistóricas puertorriqueñas, indicando que se creía que eran falsas, tal término “…se creía” deja entrever que el Dr. Fewkes se basó en rumores y no estaba seguro de lo que opinaba.”

A finales del siglo 19, el padre Nazario fue visitado por el reconocido arqueólogo francés Alphonse L. Pinart en misión oficial del gobierno de su país, y este, al examinar las piezas con las incisiones las catalogó como “…incuestionablemente auténticas”.

Fotografía de una de las piedras con petroglifos que formaron parte de la biblioteca del cacique Agueybaná. Esta colección estuvo oculta hasta que Juana Morales, descendiente del cacique Agueybana, le revelara al padre Nazario y Cancel la ubicación, cerca de la desembocadura del río Yauco en Guayanilla.

¿Nuevas Confirmaciones de su Veracidad?

En 1880 no se sabía nada de inscripciones de signos análogos comparables en cuadrículas acrósticas para leerse en forma horizontal y vertical, informadas por primera vez en 1961 por Pedro Ignacio Porrás Garcés en su obra “Arqueología de la Región Oriental”, publicada en el boletín de la Academia Ecuatoriana de la Historia. El tan vilipendiado padre Nazario tenía que ser un clarividente para inventarse signos del viejo mundo desconocidos en su época y redescubiertos solo hasta el año 1961.

¿Minoicos en el Puerto Rico Antiguo?

En años recientes varias de las piezas fueron sometidas a examen por la Sociedad Epigráfica Americana (epigrafía: ciencia dedicada al estudio de inscripciones que considera la escritura, el estilo, la interpretación, la autenticidad y la época), encontrándose similitudes entre algunos de los signos con otros que están grabados sobre ciertas planchas de oro y cobre que se guardan en el Tesoro Nacional de Ecuador, así como una también en una túnica bordada del Octavo Inca, de nombre quechua Viracocha.

El informe preliminar determinó que los signos inscritos en las estatuillas de Guayanilla son auténticos, hechos con un sistema y propósito y que los mismos pertenecían al idioma silabárico pre helénico de la Isla de Chipre y del hititaminoico, de origen turco-cretense, aunque las sílabas, al leerlas fonéticamente, resultaban pertenecer al idioma Quechua preincáico, lo que indica que antiguos viajeros de la Isla de Chipre cruzaron el Atlántico y se establecieron en el altiplano andino, cruzándose posiblemente con los naturales del lugar y enseñándoles, entre otras cosas, a escribir con su silabario el idioma quechua.

Dado el hecho de que los signos de las antropoglifitas de Guayanilla son idénticos a los hallados en Ecuador, aparentemente hubo otra migración desde la provincia Oriente de Ecuador hasta la costa norte de Colombia. De allí pudieron haber navegado por el Caribe de isla en isla hasta llegar a Puerto Rico. Al integrarse con los habitantes de la isla, enseñaron posiblemente a sus descendientes a inscribir las estatuillas con el idioma quechua y arawako con su sistema silabárico hitita-minoico.

Es evidente que la fabricación de las figuras fue efectuada cerca de donde fueron encontradas, ya que están hechas con piedra serpentina, y este tipo de piedra se encuentra en las cercanías del lugar del hallazgo.

¿Se hace Justicia Finalmente?

El doctor Barry Fell, Presidente de la Sociedad Epigráfica Nacional de los EE.UU., identificó a las figuras como “WAKA” (huacas) en lenguaje quechua, originario de la cultura megalítica preincaica de la ya mencionada provincia de Ecuador y que parecen representar a una deidad, virgen o diosa madre.

Según Fell,”…un fragmento de una tableta de dos caras contiene una cara grabada con las ya descritas cuadrículas, apareciendo los signos correspondientes a MA – MA y KU – NE y al otro lado MAKA (ver ilustraciones)”, que asegura él son signos que pueden leerse como Mamai Kune Maki, que quiere decir en quechua “Señora, pedimos tu socorro”. Mamai, en tiempos de los Incas era el título real de la esposa del rey Inca.

Añade Fell en su informe sobre las piedras que “…la colección de Guayanilla, compuesta según informes de unas 800 piezas, representa el mayor hallazgo jamás obtenido de esta cultura prehistórica preincaica, y es la única que haya aparecido fuera de las costas de la América del Sur.”

Indicó, además, que definitivamente las piedras (que describe como especimenes extraordinarios) no pueden ser falsificaciones, ya que:

1- En 1880 nada se conocía sobre inscripciones análogas grabadas en las planchas de cobre y oro encontradas luego en Ecuador y que forman parte del Tesoro Nacional de ese país. Tampoco se conocían inscripciones grabadas en cuadrículas, salvo en la región del Oriente medio.

2- La existencia misma de la cultura de la provincia de Oriente de Ecuador se desconocía, ya que los primeros informes de los megalitos y de las estatuillas aparecieron en el año 1961.

El Dr. Tió nos comentó lo siguiente sobre este hecho: “Aunque solo se han podido descifrar algunos de los signos, lo que se ha logrado encontrar es de una trascendencia incalculable tanto para la prehistoria de nuestro país como para la de todo el hemisferio americano, Europa y el Oriente Medio.

“Desde que tuvimos ante nuestra vista el primer petroglifo de Guayanilla, nos fue creciendo la convicción de su autenticidad y su importancia”. En cuanto a los ataques que sufrieron Nazario y sus hallazgos, podemos decir que siempre nos pareció inconcebible que sus detractores hubiesen siquiera contemplado una posibilidad tan absurda como la del “jíbaro con el mocho (machete)” para indicar una posible falsificación de las piedras.”

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“Con el hallazgo reciente de la clave que permite descifrar los signos escritos en las antropoglifitas del Padre Nazario por una autoridad de primer orden como lo es eI Dr. Barry Fell, ha quedado vindicada la honradez intelectual, la integridad y la probidad del Padre José María Nazario y Cancel y la oposición de algunos arqueólogos americanos, la cual ha creado problemas, está cediendo ante la realidad de que lingüistas de países” tales como España, Portugal, Suiza y Francia han comenzado a reconocer la validez de las investigaciones sobre las piedras de Nazario y otros casos por el estilo y han tomado parte en las investigaciones con actitud objetiva y científica”, añadió finalmente el historiador puertorriqueño.

Por Jorge Martín

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