Rocas del Valle de la Muerte
Llanura conocida como “Racetrack Valley”
Uno de los parajes más espectaculares y hermosos de Norteamérica es sin duda alguna el Valle de la Muerte, en California y Nevada. Un lugar inhóspito para el ser humano donde es muy difícil sobrevivir. Con unas temperaturas extremas que son incluso motivo de descargo en caso de asesinato: Alguno se ha librado de la pena de muerte por algún crimen cometido allí por el hecho de que la temperatura superaba los 50ºC…
El Valle de la Muerte está dentro del Parque Nacional homónimo, que cubre otros valles menores y tiene una extensión de más de 13.500 kilómetros cuadrados; para hacerse una idea, merece la pena recordar que Doñana cubre poco más de 500 km cuadrados.
La geología del Valle de la Muerte es impresionante, y es un lugar muy estudiado por los geólogos desde siempre. Toda California en sí es como un laboratorio geológico natural a gran escala.
Sin embargo, para el profano en esta ciencia, el hecho que más llama la atención es el movimiento que presentan algunas rocas en la llanura conocida como “Racetrack Valley”.
Estas piedras se encuentran en toda la llanura, sobre superficies resquebrajadas por la desecación. Y cada una, está al final de una huella alargada, como si alguien las hubiese arrastrado hasta allí. Pero, ¿Las piedras se mueven solas, o alguien las ha arrastrado?
Pues sí, se mueven solas, y los geólogos las han estado observado durante suficiente tiempo como para tener una teoría bastante consistente. Se suele decir, popularmente, que las piedras las mueve el viento. Pero hay rocas de hasta 320 kg, y eso… no cuadra mucho con la teoría de que el viento las arrastra. Y, ¿si las arrastrase el viento después de una lluvia cuando el barro es resbaladizo? Tal vez. Pero, 320 kg no se mueven así como así.
Pues un poco de todo… Y algo más. No se sabe con certeza quién observó por primera vez este fenómeno, pero ya cuando se cartografió su movimiento en 1948 por los geólogos Jim McAllister y Allen Agnew se descartó por completo que se movieran sólo por efecto de la gravedad.
Las primeras teorías proponían que las piedras se movían después de las tormentas, pero no siempre lo hacían. El valle donde están, “Racetrack Playa”, es una planicie donde se registran menos de 50 ml de lluvia al año, y la idea era que el fuerte viento que se registra allí, al humedecerse el terreno y formar una gran llanura de barro, movería fácilmente las rocas. Sin embargo esto es inconsistente con el movimiento de grandes bloques de más de 200 kg, para los cuales esta explicación no es suficiente.
Pero en 1955 George M. Stanley publicó una teoría que, aunque no muy conocida hasta mediados de los años noventa, explica satisfactoriamente el movimiento errático de las rocas. La explicación es… hielo.
Se ha observado que las rocas se mueven cada dos o tres años, y siempre tras tormentas (la huella que dejan solo es compatible con movimiento cuando el terreno está húmedo). Pero no tras todas las tormentas, sino únicamente en invierno.
Si el viento y el barro fuesen suficientes, ¿por qué no se mueven en cada tormenta? Pues “sencillo”: porque las tormentas tienen que suceder en invierno, de tal modo que el lago de 2-5 cm de profundidad que se forma sobre el suelo duro y desecado se hiela rápidamente, en cuestión de horas.
El Valle de la Muerte es conocido por sus temperaturas en verano de más de 50ºC, ¡pero es que en invierno la temperatura es bajo cero!.
Así, las piedras se ven inmersas en una gran superficie de hielo, como un glaciar. Cuando el hielo comienza a romperse, la acción del viento hace lo demás: las placas de hielo, que comienzan a deshelarse, “flotan” sobre una película acuosa, que lubrica el contacto con el barro, y todo se desplaza, incluso las rocas. Algo así como cuando una piedra se encaja bajo una puerta, y deja marcado el parqué con una fea marca. Esta teoría explica el movimiento de todas las piedras. La situación de Racetrack Playa deja un precioso túnel de viento en la esquina sudoeste del área. Si el viento impulsa las piedras, sus trayectorias deberían corresponder a la dirección de los vientos dominantes como así revela un estudio.
A mediados de los noventa, un investigador y su equipo publicaron en Geology la corroboración de la teoría, basado en el seguimiento GPS de varias piedras, comprobando que efectivamente se movían tras ciertas tormentas.
En el estudio de las trayectorias de las piedras se encontró un dato que encaja perfectamente con la explicación: no parece haber correlación entre el tamaño y peso de la piedra, o su composición, con la longitud del rastro que deja. Uno esperaría que las piedras más ligeras dejaran rastros más largos, o más erráticos, pero no es así. Esto es debido a que lo que se mueve es la placa de hielo que lleva “incrustadas” las rocas y no las rocas de manera individual. El fenómeno de las rocas viajeras del Valle de la Muerte no es único, ha sido observado en otras planicies del mundo, aunque quizá el de Racetrack Playa sea el más conocido.
Así pues, sí, las rocas se mueven, y algunas han dejado rastros de casi 900 m de largo. La causa, el viento, empujando superficies muy finas de hielo sobre un suelo reblandecido en invierno.
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