República Árabe Saharaui Democrática
En el que fue Sahara español hay un total de hasta 17 enormes grabados al estilo de los más prodigiosos geoglifos, visibles solamente a vista de pájaro.
El día en que alguien sea capaz de descifrar los secretos de los geoglifos, dibujos y construcciones repartidos por el planeta, observables sólo desde lo alto, probablemente aclararemos parte del intrincado puzzle del origen de las civilizaciones.
Un misterio sobre el que todavía, tan sólo todavía, no hablan los libros de historia pero que, antes o después, por derecho propio, tendrá que tener un hueco en ellos.
Recordaré parte de nuestra reciente historia. España abandonó el Sahara tras el llamado acuerdo de Madrid del 14 de noviembre de 1975 que firmaron nuestro país, Marruecos y Mauritania. La salida de las tropas españolas se inicio en 1976. La región quedó dividida entre Marruecos y Mauritania, pero el 1 de marzo de ese año, las fuerzas saharauis, el conocido Frente Polisario, proclamaron la República Árabe Saharaui Democrática y emprendió una guerra de liberación del territorio contra estos dos países. Mauritania se vio obligada a llegar a un acuerdo obligada por los duros ataques del Polisario, quedando sólo Marruecos, que respondió anexionándose parte de aquel territorio. Fue el inicio de un conflicto que perdura hoy.
Mientras se espera que la ONU tome cartas en el asunto, el problema aún está pendiente de una solución que, mientras llega, hace de la región un lugar poco recomendable para los arqueólogos que pretenden echar raíces en el desierto para rebuscar en el origen de los pueblos que vivieron allí hace miles de años.
Durante los años sesenta y setenta, aviones del ejército español peinaron hasta el empalago aquellas regiones del Sáhara utilizando como base los aeródromos de Villacisneros y El Aaiún. En varias ocasiones, y como parte de las rutinarias misiones de reconocimiento, los pilotos españoles descargaron infinidad de rollos fotográficos para poder cartografiar la región al detalle. Muchas de esas imágenes han acabado sepultadas entre los archivos del Ejército del Aire.
Lo que hallaron los pilotos fueron al menos hasta 17 grupos de geoglifos efectuados en la arena del desierto, que se extienden a lo largo de varios cientos de kilómetros entre El Aiún y la frontera con Argelia. Para dibujarlos, sus autores se valieron de piedras oscuras con las que se dieron forma a esas figuras, al parecer, hace miles de años. Desde tierra, nunca se ha percibido su magnitud. Es lógico: son tan grandes que están hechas para verse desde el aire, lo que constituye una de las más inquietantes características de los grandes geoglifos.
Aunque son decenas de formaciones, sólo hay dos tipos de dibujos diferentes. Uno de ellos es el que se ha bautizado, por su aspecto, como el de las «moscas». Presentan dos alas redondeadas, una franja negra en medio que las separa y tienen una especie de cabeza negra, de forma triangular. Los cálculos efectuados por los pilotos españoles fueron concluyentes en el sentido de que algunas de ellas alcanzaban los 50 metros.
El otro grupo de geoglifos tiene forma de «boomerang». Presentan la parte delantera de forma triangular y aspecto oscuro debido a la concentración de piedras, que se usaron a modo de brocha para pintar de negro la arena. De la parte delantera parten dos líneas delgadas y largas. El conjunto tiene, como decíamos, forma de boomerang. Son, sencillamente, gigantescos: ¡miden en torno a un kilómetro y medio de longitud!
Trasladadas al mapa todas estas figuras, que como decimos están dispersas a lo largo de cientos de kilómetros, se descubre que los boomerangs actúan como auténticas señales de dirección efectuadas para que se vean desde las alturas. Todas ellas apuntan en la misma dirección: hacia el oeste geográfico. Es decir, hacia el interior del Atlántico. Por su parte, las moscas apuntan oeste-noroeste. Es decir, miran directamente hacia Fuerteventura, hacia las islas Canarias.
Apenas sabemos nada sobre el pueblo que realizó los geoglifos. Tampoco somos capaces de efectuar una datación concreta, aunque varios hallazgos recientes efectuados cerca de donde se encuentran algunos de estos grabados demuestran que otros restos arqueológicos del lugar pueden tener entre seis mil y ocho mil años de antigüedad.
Y ni mucho menos conviene atreverse a teorizar sobre los mecanismos de navegación aérea que denotan cuando su disposición es traslada a un mapa.
Las razones por la que señalan hacia esos puntos aún nos son desconocidas, pero que a buen seguro podrían indicar algo sobre el origen o destino de los antiguos hombres del desierto.
Arqueólogos españoles han encontrado en un enclave llamado Sluguilla Lawaj un conjunto de pinturas rupestres al aire libre que bien podrían tener alguna relación con los geoglifos a los que nos referimos. Algunas tienen cuatro metros. Las pinturas representan formas de lo más curioso; las hay antropomorfas, parecen hombres que vuelan, que flotan; otras son similares a los zepelines o dirigibles modernos…
Más peculiares son las pinturas que representan animales e insectos vistos de manera cenital. No deja de ser curioso. En todo caso, no tanto como otras decenas de representaciones sobre las rocas que presentan formas vagamente geométricas, entre las que destacan las que tienen aspecto de boomerang. Sería menester internarse en el Sahara e investigar directamente sobre este arduo misterio para tratar de aportar un mínimo de luz.
Apenas sabemos nada sobre el pueblo que realizó los geoglifos. Tampoco somos capaces de efectuar una datación concreta, aunque varios hallazgos recientes efectuados cerca de donde se encuentran algunos de estos grabados demuestran que otros restos arqueológicos del lugar pueden tener entre seis mil y ocho mil años de antigüedad.
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